XI

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Una hermosa rubia bajo de un taxi frente a un edificio de veinte pisos, todos la miraron por su belleza.

En loby estaba lleno de personas con trajes negros y armados, no había más gente vestida casualmente.

Se detuvo en la puerta poniéndose su máscara y lanzó la granada de gas, miró las cámaras de seguridad antes de caminar con tranquilidad.

Todos estaban inconscientes en el suelo, fue al ascensor.

Se imaginó que ya la habían visto por las cámaras de seguridad así que no tardarían en encontrarla.

Preparó su arma mientras sacaba una granada de su lugar. Esperó a que abrieran las puertas del elevador y sin esperarse, disparó a la cabeza evadió algunas balas y otras rasgaron su vestido.

Bufó al verse arruinada, giró en una esquina pero se volvió a esconder recargada para que unas balas no le dieran, cambió el cargador para tener más balas, lanzó la granada y cuando está explotó siguió su camino.

Siguió disparando hasta volverse a acabar la balas, corrió hacía las escaleras.

Más tipos bajaban y parecían no tener final, lanzó otra granada que explotó en la cara de otro tipo.

Hasta ese piso, su vestido estaba sucios y rasgado. Lanzó su arma al suelo a la vez que movió su brazo y varias agujas se incrustan en los cuellos ajenos, ellos caen al suelo al instante.

Repitió lo mismo ocho veces más, subió y se vió obligada a utilizar el revólver, tenía justamente Ocho tiros que utilizó rápidamente.

Pateó con fuerza una de las puertas y lanzó otra granada, siguió derecho hasta toparse con un tipo robusto.

—Tsk—chasqueó, lanzó su chaqueta al suelo mientras deslizaba su daga a sus manos.

Sin esperar se lanzó, evitó un puñetazo en la cara doblándose hacía atrás en un perfecto ángulo de noventa grados, con sus manos tocó el suelo y lanzó una patada al tipo, su tacón había sido utilizado para incrustarlo en su pecho. Gimió al ver su pantorrilla con de un color rojo, eso dejaría marca.

El tipo se volvió a parar, ella tenía el cuerpo pequeño y era muy veloz, se resbaló para poder con su palma golpear la garganta y dejar al tipo un momento sin aire y aturdido. Tiempo suficiente para deslizar la daga sobre su cuello.

Se sacó el otro zapato y lo utilizó cual boomerang lanzándolo a la cabeza de una mujer.

Ella lo evitó de ida, pero no de regreso y se incrustó en la parte craneal de atrás.

Al punto de último piso ya había empezado a sudar, su cuerpo se sentía un poco agotado.

El sol se había empezado a ocultar, se recargó en la puerta a la vez que preparaba su granada de luz.

1, 2, 3, 4, 5, y ¡Pum!

Entró cuando todos se cegaron, tomó la daga y al primer tipo que vio se la enterró entre el puente del cuello, al segundo se la clavó en el pecho, el tercero trató de disparar a ciegas pero mató a uno de sus compañeros, Nana rápidamente se puso detrás de él y hundió la daga en la espalda abriendo desde las costillas hasta la pelvis, ignoró el grito de dolor.

Miró de soslayo y evitó una katana, dió una vuelta de carro y sostuvo la daga a la altura de su barbilla mientras entrecerrados los ojos.

Una mujer de cabello rubio y ojos rojos la miraba furiosa, detrás de ella un tipo abrazaba un maletín y se hundía en el asiento.

Ella dió el primer golpe, Nana lo paró con su daga y con la otra mano golpeó el rostro ajeno. Esa mujer ni se movió, alzó una de sus piernas para golpearla pero ella hizo lo mismo colisionaron ambos golpes y mantuvieron el equilibrio con una sola pierna. Nana se alejó un poco evitando por los pelos el filo de esa katana.

Se lanzó hacia ella con la última aguja paralizadora, ella volvió a detener su daga, aprovechó ese movimiento para lanzarle la aguja al cuello.

Cuando por fin cayó, el jefe había huido por la puerta.

Nana bufó, lo siguió hasta el elevador que parecía no funcionar ya que no llegaba, se tardaba mucho. El hombre entró en pánico antes de girar a las escaleras.

Ella se rió cuando la campanita del elevador sonó indicando que ya había llegado, entró y picó en el botón del sótano. Como quiera la entrada principal del edificio estaba trabada y había mucho gas todavía.

Mientras el tipo bajaba los pisos, ella sacó una caja del tamaño de un bento de su bolso y la abría.

Había tres cajas del tamaño de una cajita de cerillos con una pantalla de reloj y tenían dos pequeños tu la de ensayo con líquido verde y azul amarrados a una mini dinamita. En la misma caja había una más gris, Nana fue al final del estacionamiento subterráneo y pegó con ayuda de la masa una cajita de esas, fue al generador eléctrico que estaba más lejos y pegó otra, llegó a la entrada y pegó la última cajita.

Justo al tiempo que llegaba el jefe, Reborn había informado en los papeles que es maletín era muy importante.

El tipo ni siquiera pudo parar una de sus patadas, tuvo tiempo de quitarle el maletín y dejarlo en sus porquerías.

—¿Q-quién eres?—tuvo el coraje de mirarla a los ojos.

Nana se carcajeó y llevó su mano a su cabello para retirar la peluca.

Su larga cabellera castaña se hondeó con una ráfaga de aire mientras le miró con superioridad e ira.

El tipo rápidamente la reconoció, tembló del enojo y miedo, esa mujer bella era como una rosa.

Tan hermosa pero con unas espinas tan peligrosas que se mostraban a simple vista, pero otras estaban tan pequeñas y escondidas a simple vista que la hacían más peligrosa de lo que estaba.

La Rosa más peligrosa y fuertemente custodiada era la que guardaba una increíble belleza, y su color tan rojo como la sangre le hacían querer observarla sin pestañear.

Se cautivó al verla y se perdió en su encanto, esa Rosa lo llevó a su final.

Nana no dió segundas miradas, ignoró la mirada nueva que le dió Yotomono Sohitara.

Al salir del edificio la luna ya estaba arriba de ella iluminándola como una bella hada. Con un solo apretar el botón de ese pequeño control y todo estalló, comenzó a caminar dejando las llamas en su espalda ignorando las sirenas y a las personas.

Estaba cansada y quería ver a sus hijos, Sakurai debió regresar a casa y Bianchi ya habrá llegado.

...




















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By: Lizisi
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⏰ Última actualización: Apr 15, 2019 ⏰

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