"... Las cuchillas de acero en mis manos, cantando la canción de la victoria,
y en mi espalda las Alas de la Libertad
Con la determinación apretada en mi pecho,
corto a través de la espiral de locura, aleteando por el cielo azul con las...
Alas de la Libertad!.."___________________________
Su habitación aparecía más limpia de lo que jamás estuvo. Sus uniformes aparecían doblados y limpios, las chaquetas y capas estaban limpias y colgadas en el tubo de una de las repisas y en su escritorio no había una mota de polvo. Todos sus informes estaban ya en la oficina de Erwin Smith y ya no vestía ni llevaba sobre sí nada que perteneciera al Escuadrón de Reconocimiento.
Hanji Zoë caminaba por el pasillo vacío, sin dar aviso a nadie y consigo llevaba únicamente una pequeña maleta de cuero color café. Ya no necesitaba siquiera los apuntes y las notas que ahora, empastados en cuero, yacían olvidados en un librero y en las dos mesas que estaban en la que fuese su habitación. Miraba las paredes desgastadas de piedra del que fuera su hogar por largos años y recordaba las tantísimas anécdotas del batallón que poco a poco fue quedándose prácticamente sin soldados gracias a la gran cantidad de bajas. Todo el equipo de Levi había muerto. Ella tenía su propia tropa. Tenía. Porque eso habría terminado en cuanto atravesara la enorme puerta de roble.
Levi la esperaba en ésta, recargado en ella, y ella no hizo un solo gesto de interés. Trató de empujar la puerta, pero ésta no se abrió.
- Hazte a un lado, pequeño, no quiero tener que golpearte.
- ¿Me vas a desafiar a un duelo, Cuatro Ojos apestosa? – y entonces Hanji alzó los ojos, que parecían emanar chispas.
- Mi nombre es Hanji Zoë, enano liliputiense – dijo con odio patente en su voz refiriéndose a él como a un habitante de la isla de Los Viajes de Gulliver por su baja estatura, característica inherentemente relacionada a los mencionados habitantes – Nunca, en toda tu malhabida existencia, Levi, me llamaste por mi nombre, claro, no frente a los demás, pero eso se acabó. Ya no somos colegas, ya no beberemos cerveza juntos y por supuesto no volveremos a dormir en la misma cama – y dijo esto con sorna y sonrió de lado – Quítate de la puerta, porque si antes nunca tuviste que enfrentarte a alguien porque todos te temen, deberías saber que yo no le temo a nada – y se relamió los labios muy cerca de él con su sonrisa demente, ante su mirada atónita, desviándose para abrir la puerta y saliendo por ésta, evadiéndolo por completo.
- Hanji, ya basta de esta estupidez, ¿A dónde irás?
- ¿Te importa? Neh, sabemos que no. Dime... ¿Piensas decirle a Eren lo que le hiciste a Mikasa Ackerman?
- ¡¿De qué carajos hablas, Hanji?! Tsk, ¡Baja la voz! – pero Hanji no paraba de reír, con su carcajada fresca y sonora de siempre.
- Ni hablar, enano. Si no se lo dijiste a nadie, tal vez deba ser yo la que se lo diga a Eren y por qué no, a Erwin también. ¿Te imaginas? – y se acercó a él peligrosamente, tanto que con su peso lo tiró al suelo, y aunque Levi era extremadamente hábil para la lucha, las palabras de Hanji, repentinamente lo desconcertaron – Si saben que tú le administraste a Mikasa las soluciones que el padre de Eren tenía en el sótano de la cabaña de Shiganshina, puede que nadie crea más en tí – y apegó entonces sus pechos apretados bajo la camisola que vestía, aspirando el aroma del capitán, que yacía debajo de su cuerpo delgado – Dime... - y sonrió entonces furiosa y celosa al mismo tiempo, con un rostro inescrutable, que parecía, pronto iba a estallar en insultos - ¿Te gustó tocar su cuerpo? ¿Es tan bonita desnuda como lo es con el uniforme? Vamos, Levi – y comenzó a apretarle el pecho con las manos delgadas de pianista, con los ojos furiosos anegados en lágrimas - ¡¿Vas a negarme esa última explicación?! -y entonces, también él, furioso de estar contra el suelo en una situación tan incómoda y absurda, dobló por fin su rodilla y con el pie en el pecho de ella se impulsó y la empujó hacia atrás, lejos de él. Hanji cayó sentada en el pasto de la entrada y se dolió masajeándose la cadera.
- ¡No eres más que una mujer estúpida! ¿Qué acaso no tienes sentido común? – y estalló profiriendo toda clase de maldiciones en francés que sólo ella podía entender y a las que comenzó a responder con la misma furia. Después de un momento, Levi se acercó y en una actitud más que inusual, se sentó en el pasto frente a ella.
- Estás acusándome de haber visto a la cadete Ackerman, la amargada obsesiva ésa, debo agregar, desnuda, en la casa donde vivió una de las experiencias más traumáticas de su existencia y haberle hecho quién sabe qué cosas.
- Tú sabes qué cosas. Tal vez nuevas cosas que no hiciste conmigo, pero quizá más placenteras... - en este punto, Levi le puso una mano en los labios.
- Si serás estúpida, Hanji Zoë, yo jamás...
- Cállate, no me interesa. ¿Por qué tenías su bufanda si no?
- Hanji, yo estaba con Mikasa allí cuando se inyectó, sí, pero yo no la ayudé.
- Ése no es el punto, Levi. El punto es que tú sacaste mis notas, todas mis notas de mi habitación y ella, siendo tu asistente, las vio y echó a perder toda posibilidad de experimentación. ¡Confié en ti! – y se abalanzó contra él, esta vez tomándole por el cuello de la camisa – Yo confié en que mi habitación era nuestro refugio y me engañaste para... ayudarla... ¡¿Por qué si no porque te acuestas con ella?! – y sin poder soportar más su enojo, cerró su puño y golpeó el estómago de Levi con toda su fuerza. Éste, molesto de ser acusado sin pruebas, respondió de la misma manera, acertando a golpear con furia la mejilla de la teniente que cayó nuevamente sentada en el suelo y, por fin siendo fiel a su naturaleza femenina, rompió a llorar y sin tratar de ocultar sus lágrimas, se levantó y tomando su maleta corrió con fuerza sin mirar atrás. Ni una sola vez escuchó la voz de Levi pedirle que no se fuese, no le escuchó hablarle ni correr hacia ella. Para él ninguno de sus experimentos era importante, pero para ella, toda la investigación de diez años se había ido por el caño gracias a la traición de él. Pocas cosas eran realmente importantes en la vida de Hanji Zōe, y la lealtad era una. Lealtad que creyó, había sido completamente rota en todos sentidos. De parte de quién más confiaba.
Levi, sin embargo, no corrió detrás de ella por falta de ganas.
Hanji le había golpeado tan fuerte que lo había dejado sin aire. Y cuando por fin se levantó, se dio cuenta de que alguien le observaba desde el umbral.
Erwin Smith lo miraba con desdén.
- Vas a explicarme por qué el mejor elemento de investigación de todos los escuadrones existentes, decidió renunciar y condenarse a una vida en el exilio por voluntad propia - No preguntaba, afirmaba - Y si vas a matarme, que sea ahora, porque pudiste escapar de la muerte una vez, cuando decidiste unirte al Escuadrón de Reconocimiento. Pero si las muertes de todos tus compañeros no son nada para ti y por una cadete harás que sean en vano, no vas a escapar de la muerte que pueda darte esta vez - Erwin tenía una mirada extraña y pagada de sí que Levi nunca había visto en él.
Lo miró frío, pretencioso, arrogante. Pero se sentía completamente desamparado como un niño.
"Esto no es de hombres", se dijo a sí mismo interiormente y caminó detrás de Erwin.
Pero el comandante Smith también tenía un secreto, como todos los seres humanos.
Sólo podía pensar en que debía buscar a Hanji cuanto antes.
No podía...
No...
Como Levi, o tal vez más... Erwin no quería dejarla ir.
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Alas de Libertad
Fiksi PenggemarHistoria publicada en mi cuenta en FanFiction desde 2014. Levihan, Eruhan, Eremika, contenido adulto y lenguaje ofensivo por lo que se recomienda discreción.