Virginia nunca había visto a su madre mostrarse tan vulnerable y rota. El lado izquierdo de su cara estaba golpeado e hinchado hasta que su ojo izquierdo era apenas visible en los pliegues de piel. Sus labios estaban agrietados y pelándose, había sangre seca en sus delgadas laceraciones. Un silbido vino de la boca de su madre con cada respiro elaborado.
La realidad de la condición de su madre vino apresuradamente como aire ártico cortando profundo y dolorosamente hasta la médula de los huesos de Virginia. Se retorció en la silla cerca de la cama, sujetando la fuerte mano de su madre, tomando la visión de su quieto cuerpo debajo de las capas de mantas. La habitación olía a alcohol y rosas.
—Siento no haber podido estar en casa. Yo solo no podía… —Las lágrimas corrían por las mejillas de Virginia y lo intentó de nuevo. Su voz era apenas un leve susurro—: Yo solo no podía enfrentar… Ya sabes. Soy una hija horrible. ¿Alguna vez me perdonarás?
Su madre gimió y su cabeza colgó hacia el lado opuesto. Sus palabras murmuradas eran incoherentes, posiblemente eran consecuencia de un mal sueño. Parecía tener fiebre. Su piel estaba sudada.
Virginia escuchó un movimiento. Se giró en la silla para ver a su padre detenerse en la entrada. Inmediatamente dejó caer la mano de su madre y se levantó abruptamente. Una vena en su frente latía coincidiendo con el latido de su corazón a toda velocidad. Sorbió y contuvo las lágrimas, rehusándose a dejarlo verla llorar.
—¿Alguna vez dice algo? Ni siquiera creo que sepa que estoy aquí —dijo ella.
Él lucía torturado y dio un paso hacia adelante, tratando de abrazarla.
—Oh cariño, sé que estás aquí. ¿No es eso suficiente? Por fin podemos ser una familia de nuevo.
—Papá, por favor, no. —Virginia dio un paso atrás hasta que sus piernas golpearon la cama. Tocó su frente con dedos temblorosos. La habitación estaba cerrándose sobre ella. Sintió una abrumadora presión, como una tonelada de ladrillos apilados sobre su pecho—. ¡No puedo respirar! —jadeó—. Mierda. ¡No puedo respirar! —Manchas rojas estallaron por todo su pecho mientras se inclinaba agarrando sus rodillas. Inhala. Exhala. Su corazón se aceleró. Tenía que ser un ataque al corazón. Eso es lo que era, un ataque al corazón. El corazón de nadie latía tan frenéticamente sin que cayeran muertos. Su padre avanzó hacia ella de nuevo con una mano extendida.
—Déjame ayudarte. —Su voz se cortó.
—¡He dicho que no me toques!
Chase de repente apareció en la puerta. Inmediatamente fue hacia Virginia. La expresión en su rostro era dura, decidida. No había rastro de alguna sonrisa. Se había ido el joven niño cuyo humor contagioso solía hacer a otros sonreír. Se había ido el Chase Davenport, el chico con el que había compartido tantos secretos. Todo lo que quedaba era un desconocido que la dejaría desvanecerse.
¡Smack! La parte plana de la mano de Virginia encontró la mejilla de Chase. Él se quedó ahí atónito por un momento, con la boca abierta, y entonces sujetó su muñeca deteniendo que repitiera la acción. Ella empujó contra su pecho.
—Todo estaba bien antes de llegaras aquí —gritó—. ¡Es tu culpa!
—¡Virginia! ¡No tiene sentido eso! —advirtió su padre.
Chase no rehuyó mientras ella continuó tomando su ira sobre él. En su lugar, la levantó en sus brazos. Era más fuerte que ella y se negaba a bajarla, así que se rindió, cediendo, envolviéndose en su pecho e inhalando el familiar aroma de él, cerrando sus ojos.
—Shhh, está bien. El aire fresco te hará sentirte mejor. Lo prometo. —Hizo su camino a través de la puerta mosquitera hacia el exterior y gentilmente la colocó en el columpio del porche.
—No me mires así —murmuró ella, acercando sus piernas cómodamente a su pecho, abrazándolas fuertemente con sus brazos—. Me estás mirando como si estuviera loca.
—Como un poco perdida —él sacudió su cabeza—, pero no loca. —Se sentó junto a ella deteniendo el tranquilo movimiento del columpio—. Gin, has tenido un mal momento. Es comprensible que estés asustada. Pero tienes que dejarnos ayudarte a pesar de eso.
—¿Nosotros?
—Sí. Tu familia —respondió.
Naturalmente Chase se incluyó a sí mismo como parte de su familia. Como que lo habían hecho parte de ella, ¿cierto? El niño solitario sin hogar verdadero. Pero lo que Virginia sentía por él era algo completamente diferente a la familia. Las lágrimas vinieron suavemente. De vez en cuando llevaba a la fuerza callejera con una palma. Tal vez si no hubiera venido a vivir con ellos las cosas serían diferentes. Tal vez ellos hubieran tenido una oportunidad.
—Era una niña traviesa, salvaje —dijo Virginia.
Una esquina de la boca de Chase se curvó.
—Puedo ver eso.
Virginia le lanzo una mirada de debes mantenerte callado y escuchar.
—Mi madre tuvo un tiempo conmigo. Nunca quería escuchar. Solía tener una tortuga de mascota, cuando tenía cinco, creo. Le advertí a mi madre un día que iba a desarmar a la maldita cosa. Ella se rió. Pienso que ella no creyó que pudiera hacer algo tan cruel. Cerca de una semana después cuando ella estaba en la cocina haciendo la cena hice exactamente lo que le advertí que haría. Rasgué el caparazón de la tortuga de su cuerpo. Lo desarmé parte por parte. No por curiosidad… no tenía razón para hacerlo. Cuando mi mamá encontró el desastre esparcido a través del piso de la sala de estar… —Virginia sorbió y alejó sus ojos—. Ella dijo que no era mi culpa, que era culpa suya, porque debió haber estado observándome. No puedo perderla, Chase.
—Lo sé. —Él apretó una de sus rodillas, una esquina de su boca estaba elevándose. Chase tenía una gran sonrisa. Fue una de las primeras cosas que ella notó sobre él—. Ven aquí. —Colocó un brazo sobre sus hombros y la acercó al rincón de su brazo. Él besó su cabello y luego estaban meciéndose, un silencio cómodo asentándose alrededor de ellos. La última cosa que ella quería era ponerse cómoda con Chase Davenport.
Otra vez.