Capitulo 4: Limbo

88 8 1
                                    

Tan pronto como caí al suelo sentí los brazos de Grimm sosteniéndome y poniendo un pañuelo sobre mi nariz

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tan pronto como caí al suelo sentí los brazos de Grimm sosteniéndome y poniendo un pañuelo sobre mi nariz.

— ¿Qué te sucedió? Te perdí de vista —. Quise señalarle a Grimm a la chica atada en un costal de red para decirle que todo estaba bien, pero ni el chico misterioso ni la chica estaban ahí.

— Un chico me ayudó y... Es todo lo que sé — sostuve mi cabeza con una de mis manos libres reteniendo el horrible dolor de mi cabeza dando vueltas, tenía el horrible olor a sangre clavado en mi nariz.

— Cuando miré detrás de mí, ninguno de los dos chicos se encontraba ahí y vine de inmediato a ayudarte a ti

Grimm me llevó en brazos en lo que recobraba la estabilidad, volvimos a caballo una vez más por el sendero de bosque con los mismos ruidos silvestres de antes y con el cielo más oscuro de antes ya que faltaban cerca de dos horas para que anocheciese. No pensaba mencionarle a Grimm sobre el misterioso chico de aquel lugar, se preocuparía de más y armaría un gran alboroto por la enorme ansiedad de saber quién es. Sin controlarlo soltaba miles de suspiros con tan solo pensar en el chico, repasando cada detalle de él que fui capaz de ver como, por ejemplo, sus delgadas manos con la piel tan blanca que permitía ver sus venas verdes recorrer cada extremidad de su mano; La destreza y elegancia con la cual hacía cada uno de sus movimientos y como me hipnotizaba con esté.

Subir el muro fue mucho más difícil que bajarlo desde el principio, tuve que hacer que Grimm me diera impulso con sus hombros y poder alcanzar la ventana que estaba a unos 5 metros de distancia al suelo, la pared rugosa con piedras como decoración me permitían escalar con facilidad y aunque hubiera sido perfectamente capaz de trepar la pared sin ayuda de Grimm, no me sentía en mis cabales en esos momentos.

Subir por la ventana significó tirarme inmediatamente a la cama dejando divagar mi mente como comúnmente hacía cuando quería dormir con facilidad y siempre me había funcionado desde que era solo una niña. Grimm cerró la puerta cuando salió de la habitación sin siquiera despedirse de mí.

Sin si quiera esperarlo, las lágrimas cayeron de mis mejillas en una cascada sin fin.

Sentí una brisa de aire fresco recorrer mis mejillas y volteé en dirección a la ventana, estaba abierta en par en par. Grimm se había preocupado tan poco por mí que dejó la ventana abierta sin preocuparse por cerrarla, me levanté con dificultad, con todos los músculos protestando por el dolor y la dejé cerrada sin colocar los candados, pensando en que algún día podría serme de utilidad y así pensarían que estaba cerrada como siempre. Me volví a tirar en cama trenzando mi cabello desordenado y hundiéndome en un pasaje de sueños.

Todo era azul en aquel momento. Podía ver el mundo entero como si estuviera hecho de plasma, como si estuviera metida en medio del sol y pudiese nadar a través de él. Podía ver el mundo entero y lanzarme de cabeza, me sumergí en una piscina ardiente y fría, gaseosa y líquida, una sensación que no era comparable con nada conocido, pues no existían palabras en la lengua para describirla. Una paz inmensa, sin pensar en mi pasado, en mi futuro ni en mi presente, únicamente yo. En el taller donde nacen las estrellas.

Cuando por fin acabe de ello. Me encontraba en un limbo blanco, con mi cuerpo desprendiendo gotas de agua con luz propia.

— ¿Has pensado en controlar tus problemas de ansiedad?

La voz gruesa me sacó de mis pensamientos buscando de donde salía la voz, al mirar debajo de mí me di cuenta que estaba en un precioso lugar sin literalmente nada, nada debajo de mis pies ni a los lados de mí, sintiendo que por un paso que diere estaría cayendo por siempre en un bucle infinito. Pronto unas manos suaves y delgadas tomaron las mías, miré al frente con desespero y miré los ojos más hermosos que había visto en mi vida.

— Anda, da un paso — dijo el chico de tez blanca que había encontrado en mi travesía con Grimm. Como si trátase de una niña pequeña aprendiendo a caminar di un paso con las piernas temblorosas esperando no caerme y efectivamente lo logré, era como caminar en un piso firme; Dejé escapar un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.

— ¿Quién eres? — dejé escapar de mis labios de nuevo, ansiosa por la respuesta que tanto deseaba saber.

— Eres muy insistente, antes debo tratar un tema serio contigo —. Tragué saliva nerviosa comenzando a entrar en confusión. — Como habrás notado, éste no es un lugar que comúnmente encontrarías en tu día a día. Estamos dentro de un sueño dentro de tu cabeza y es muy importante que aprendas a controlarlo pues de esta forma voy a poder hablar contigo

Mi mente empezó a entrar en caos como si un fuerte mareo golpeara mi cabeza al enterarme que se trataba de un sueño.

— En un limbo no puedes destruir las cosas como lo hiciste la última vez. Cuando aprendas a controlarlo solo deberás llamarme y yo estaré para ti — dio un divertido guiño. Haciendo una pequeña reverencia y un suave beso en mi mano como la última vez — Buena suerte, my lady. 

El sueño de un Fénix | Primer LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora