CAPÍTULO 2

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- ¿Puedes creer que no me dejará salir a más fiestas? - le conté indignada a Leyla.

- Si te pone contenta, mi padre me dijo lo mismo. - comentó resignada.

Nos encontrábamos en un café al que nos agradaba frecuentar para chismear un rato. Tenía un toque bastante acogedor y familiar, toda la estructura del lugar estaba construida de madera, los meseros eran muy simpáticos y cabe destacar que los pasteles que hacían ahí eran exquisitos.

El sonido que emitía una campanilla cuando abrían la puerta se escuchó por todo el lugar y en un gesto despreocupado e instintivo miré a quien entraba por la puerta. Mis ojos se abrieron más de lo normal y mi rostro junto al resto de mi cuerpo quedaron petrificados. Reconocí de manera inmediata al chico que había entrado a la cafetería y mi cuerpo se inundó de rabia. Quiero echarle la culpa a que en ese momento ya estaba enojada por lo de mi padre y que su aparición solo empeoró las cosas, pero qué más da.

- Es él. - le dije a Leyla mientras mis ojos seguían todos sus movimientos.

- ¿Qué? - preguntó sin entender mirando al chico.

- Es él, Leyla, es él. Es el chico que hizo que me derramara el vodka encima.

Leyla lo observó fijamente mientras el chico caminaba de forma varonil y despreocupada hacía una mesa de la cafetería. El tipo ese vestía pantalones negros, una musculosa blanca, que debo admitir que le quedaba de maravilla, y unas tenis negras. Típica pinta de "Bad Boy", pero yo no me dejaría intimidar por las apariencias.

- Con tal belleza yo dejaría que me derrame cualquier cosa encima.

Noté claramente el doble sentido de sus palabras, pero decidí ignorarlo. Que asco, Leyla, que asco. Bueno, no podía negar que aquél chico era el más interesante, misterioso y guapo que había visto en mi vida, pero lamentablemente todo en él gritaba: PELIGRO. Y, para mi mala suerte, yo no supe interpretar ese claro mensaje en el momento exacto.

El misterioso chico se sentó en la mesa que estaba al lado de nosotras, sin siquiera notar nuestra existencia. Eso, sin razón alguna, me hizo enfurecer más todavía, y, guiada por mis instintos asesinos, me levanté de la mesa a plantarle cara. Para cuando Leyla quiso detenerme, ya era demasiado tarde, yo ya había firmado mi sentencia a muerte con esa estúpida acción.

- Hey tú, cara de culo, me debes un vestido nuevo.

El chico del que desconocía en ese entonces completamente el nombre y la identidad, me miró con confusión y desinterés. Como si yo fuera una chica loca que se acercó a arruinar su día por completo.

- Disculpa, ¿y tú quién mierda eres?

Que lindas palabras para referirse a una desconocida, ¡Já! Mal educado.

- Soy Sariel, la chica a la que le derramaste el vodka encima por andar como un jodido borracho sin cuidado por ahí. ¿Y tú eres?

El chico pareció analizarme por unos segundos. Me miró de arriba a abajo con una mirada indescifrable hasta que finalmente habló:

- Nombre de ángel, cuerpo de ángel, incluso rostro de ángel... pero una actitud tan mierda que lo caga todo. Una pena. - concluyó. Terminó de analizarme y fijó su vista en su celular, como si fuese mil veces más interesante y yo algo tan aburrido como una estatua.

¿Y él quién se creía que era? Definitivamente me estaba sacando de mis casillas. A mi lado, Leyla intentó calmarme y hacerme entrar en razón para que volviera a la mesa, me sentara a chismosear con ella de nuevo y que olvidara por completo a ese chico. Pero no, mi orgullo y dignidad eran más importantes y no pensaba dejarlos por el suelo.

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