CAPÍTULO 3

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Por fin estaba terminando el día martes, habría estado feliz si no fuera porque debía hacer el proyecto de historia universal con el chico ese que ni el nombre sabía.

Cuando tocó el timbre que indicaba el final del día, caminé rápidamente a la salida esperando encontrarme con aquel desconocido. Lo peor del momento era que tampoco lo había visto en todo el día, ni siquiera sabía si es que había asistido a la preparatoria.

Estaba saliendo del edificio y caminaba lentamente por el estacionamiento mientras lo buscaba con la mirada, cuando de repente un auto negro deportivo se estaciona frente a mí de manera repentina, obligándome a parar mi caminata si no quería ser atropellada. Como si de una película se tratara, la ventana lentamente comenzó a descender, dejándome ver el rostro de quien había provocado mi casi atropello.

— Cada vez superas más tu imbecibilidad. — dije indignada y miré hacia otro lado para no ver su estúpida y linda cara.

¿Había dicho linda?

— Ya súbete. — me ordenó. — No tengo todo el día.

Si él pensaba que yo iba a subirme al mismo auto que él, estaba completamente loco. No me iba a subir ahí para firmar mi sentencia de muerte. Además, ¿para qué me quería ahí? ¿Acaso me quería secuestrar? No me fiaba para nada de Samael, menos con los rumores que se extendieron a través de la preparatoria sobre él y su amigo. Debo aclarar, que esos rumores no eran para nada lindos.

— ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué quieres? No pienso subirme ahí contigo— dije de manera rápida. Cuando intenté rodear el auto por detrás para escapar de ahí e irme, él retrocedió.

Con aparante estado de cansancio, frotó sus ojos y soltó un profundo suspiro, como queriendo que con aquello yo me esfumara. Bueno, el sentimiento era mutuo. Sus profundos, pero a la vez inexpresivos ojos me observaron por unos segundos hasta que finalmente habló.

— Yo tampoco tengo ganas de compartir contigo el mismo auto. — dijo en voz baja. — Pero esto no lo hago por mí. Michael me pidió que viniera por ti para que hicieran esa estúpida tarea.

Ah, con que ese era el nombre de aquel desconocido.

Aún con algo de desconfianza, volví a rodear el auto lentamente bajo la atenta mirada de Samael. No me daba para nada buena espina ese chico, pero me di cuenta de que no me dejaría ir si no era con él, así que decidí dejar de rechistar. Me subí al auto mirándolo con los ojos entornados mientras él me miraba con fastidio.

— ¿No te piensas colocar el cinturón de seguridad? — le pregunté al notar que arrancamos y él no lo llevaba puesto.

— Yo hago lo que se me de la puta gana.

Menudo genio tenía el chico éste. Pobre de la chica que lo tuviera que aguantar.

Sin ponerse el cinturón de seguridad, siguió el camino a toda velocidad. Pude observar como los grandes edificios iban desapareciendo y daban espacio a pequeñas y deterioradas casas. No recordaba haber pasado por ahí antes, quizá pasé por fuera una o dos veces. En la calle se veían diversos grupos de hombres tomando cerveza y fumando, no tenían pinta de ser muy decentes. Mientras, los niños jugaban en la tierra al lado de ellos tranquilamente, de seguro estaban acostumbrados. Ese no se veía como el mejor barrio del mundo.

El auto deportivo destacaba mucho entre los demás que estaban estacionados por ahí, por lo que se robaba varias miradas curiosas que Samael ignoraba olímpicamente.

Avanzamos más adentro aún de ese barrio hasta llegar a la parte que era un poco más decente que la anterior. Igualmente se notaba que ahí no llegaría ni la policía, ya que debían atravesar la otra parte del barrio para llegar hasta allá.

SAMAELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora