CAPÍTULO 8

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Mi mente estuvo divagando todo el fin de semana sobre los secretos oscuros que ambos chicos podrían tener, pero el que más me intrigaba era Samael. Comencé a sentir la necesidad de estar a su lado y descubrirlo todo, de defenderlo de todo lo que fuera que lo atormentara. La forma en que nos había defendido hizo que me sintiera más atraída a él, me hizo sentir que a su lado nada me pasaría, que él me protegería de todo, y era exactamente eso lo que había estado deseando sentir hace ya bastante tiempo.

¿Me estaba comenzando a gustar Samael? Pero que estupidez, lo conocía de hace una semana con suerte. Encima la primera vez que nos vimos se comportó como un completo capullo. Me estaba queriendo autoconvencer de que mi mente solo me estaba jugando una mala pasada, era obvio lo que venía con chicos como él: problemas y más problemas.

La bocina del auto rojo de Leyla sonó fuera de mi casa, ya era lunes y debíamos ir a esa cárcel llamada establecimiento educacional. Me subí al asiento del copiloto y mi mejor amiga arrancó de inmediato.

- Por fin el mecánico terminó de arreglar tu auto. Vaya que nos hizo falta la semana pasada. - le dije.

- Ni me lo recuerdes.- respondió.- ¿Llevas el trabajo de historia? Recuerda que tenemos que entregarlo a la primera hora.

Antes de alcanzar a decirle que Michael lo llevaba, Leyla frenó de golpe y casi me estampé contra el vidrio del auto, ya que todavía no me colocaba el cinturón de seguridad. Un auto gris se nos había atravesado en la autopista. El semáforo estaba en verde para nosotras, fue él el imprudente. Las bocinas de los autos que venían detrás de nosotras comenzaron a sonar. Creo que Leyla quedó en el mismo trance que yo, porque no reaccionamos en ese momento y tampoco cuando vimos que tres hombres se bajaban del auto gris en dirección a nosotras.

- Ponle seguro a las puertas.- alcancé a decir nerviosa antes que llegaran hasta nosotras.

No entendía nada, esos tres mastodontes intentaron abrir las puertas, a las que por suerte Leyla les alcanzó a poner seguro. La adrenalina comenzó a correr por mis venas y cada vez mi cerebro procesaba menos lo que podía hacer, me estaba quedando en blanco. Dejé de escuchar las bocinas a mi al rededor, no sé si habían parado o si simplemente mis oídos las habían bloqueado. Cuando se dieron cuenta que intentar abrir las puertas sería inútil, comenzaron a lanzar fuertes golpes contra las ventanas. Grité, Leyla gritó conmigo y nos abrazamos sin saber qué hacer.

Uno de ellos comenzó a romper el vidrio del lado de Leyla y ella se apegó más a mí. 

- ¡Pasa hacía atrás! 

Leyla gateó como pudo hacía los asientos traseros y yo la seguí. Conseguí sentarme atrás justo cuando el vidrio se quebró y los pedazos saltaron encima de los asientos. Escuché otro grito, a esas alturas ya ni siquiera sabía si provenían de Leyla o de mí.

Sin darme cuenta, lograron abrir las puertas del auto y nos sacaron bruscamente de él. Cuando salí, pude ver como la gente que estaba al rededor se encontraba petrificada viendo la escena, nadie hacía nada. Eran simples espectadores, como si estuvieran viendo una película de acción, con palomitas de maíz y bebida en mano.

— ¡Estoy llamando a la policía! — gritó una anciana mostrando su celular antiguo, de esos que tenían teclas y no eran táctiles. En el momento no me di cuenta de lo tierna que era.

Los hombres que ya nos tenían entre sus brazos, se miraron entre ellos y rieron. Uno de ellos, el que sujetaba a Leyla, sacó la pistola de su bolsillo y apuntó a la anciana. Un silencio sepulcral pareció envolver la calle, pero aún así ella no mostró ningún signo de debilidad. Su mirada transmitía rabia, seguridad y determinación.

Escuché el sonido de la bala y cerré los ojos, no queriendo ver la escena. Solamente escuché el grito de algunas mujeres y niños que se encontraban en el lugar.

El que me tenía a mí, me cargó y corrió hasta el auto del que ellos se habían bajado. No pude evitar mirar en dirección a la abuelita antes de entrar al auto. Se encontraba bien, al parecer solo fue para asustarla, no tenía ningún solo rasguño en el cuerpo. Sentí como mi cuerpo se golpeó contra los asientos del vehículo y solo alcancé a quejarme, inmediatamente tomaron mis manos y las amarraron con una soga. Aceleraron y nos fuimos rápido de ese lugar, sin tener idea de la dirección a la que nos llevaban.

— ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? ¡Hablen! — dije con la pizca de valentía que me quedaba.

Ambos me miraron con claras intenciones de querer asesinarme y uno respondió:

— Mira, si no cierras tu puta boca harás que me arrepienta de no haberlas cedado.

— Sari, no sigas. — dijo Leyla.

Cuando habló recién reparé en que se encontraba al lado mío, también con las manos amarradas y el pelo bastante desordenado. Supongo que yo me veía igual. Pude ver el miedo en su mirada, ninguna sabía qué pasaba y porqué, todo era bastante raro y ni siquiera teníamos alguna idea. No imaginábamos ni de cerca todo lo que estaba por pasar y de todo lo que nos enteraríamos pronto

Pude inferir que pasamos cerca de veinte minutos dentro del auto en marcha, hasta que paramos frente a una casa, que estaba un poco a las afueras de la ciudad. Habían más casas en los alrededores, pero no lo suficientemente cerca como para gritar y que nos escucharan. Nos hicieron caminar hasta adentro y, a decir verdad, la casa era bastante bonita. Jamás imaginé que si me secuestraban lo harían en un lugar tan bien decorado. Miré a Leyla y se veía igual de impresionada que yo.

Nos hicieron bajar hacia el sótano. En el camino por las escaleras me imaginé un lugar humedo, con las paredes sin pintar y un sinfín de cosas en mal estado, descompuestas o inservibles, pero me equivoqué. Las paredes eran blancas, tenían al final lo que parecía una lavandería y muchas cajas al rededor. Al otro extremo, había un colchón botado en el piso, sin nada más. Ahí nos tiraron sin delicadeza alguna.

Antes de que pudiésemos hacer algo, se arrodillaron y amarraron también nuestros pies, quedando totalmente inmóviles e inútiles para algún intento de escape.

— Aquí veremos que tanto las quieren sus papis. — dijo uno riéndose mientras nos sacaba una foto. El otro siguió su risa y juntos se alejaron escaleras arriba.

Por último tuvieron la decencia de no taparnos la boca y así podíamos conversar libremente, por lo menos así no sería tan aburrido.

Cuando escuché la puerta del sótano cerrarse y luego de esperar unos segundos para que se alejaran, hablé:

— Bien, debemos salir de aquí.

— Oh, ¿en serio? Yo tenía planeado pasar la noche aquí hoy, es bastante bonito, ¿a que sí?

— ¡No es momento para utilizar tu estúpido sarcasmo, Leyla!

Se acomodó para mirarme de frente y dijo:

— ¿Y qué quieres hacer? Ya, pongamos el hipotético caso de que logramos soltarnos, ¿y después qué? ¿Cómo esperas salir de aquí sin que alguno de esos mastodontes con pistolas nos disparen?

Bueno, debo admitir que tenía bastante razón, pero ella no tenía porqué saberlo. En ese momento solo pensaba en preocuparme en cómo salir de ese lugar, ambas, sanas y salvas.

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MIL PERDONES Y MIL GRACIAS!
Perdón por demorarme tanto en actualizar y gracias por seguirme apoyando.
Les debo aunque sea una mínima excusa, las cosas en Chile no han estado fáciles para la clase baja (soy de la clase baja) y sumemosle a eso que este año entré a la universidad (de forma online, que puto asko) entonces no me daba ni el ánimo ni el tiempo de escribir, si les soy sincera.
A pesar de que el capítulo sea corto decidí dejarlo hasta aquí, para que haya más de un capitulo intenso y no toda la intensidad solo en uno.
SIGAN VOTANDO Y COMENTANDO, QUE ESO ME MOTIVA MÁS 💓💓💓

SAMAELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora