CAPÍTULO 5

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Ya habían pasado tres días desde que ni Michael ni Samael hacían acto de presencia en la preparatoria. Desde luego, era muy raro que no haya pasado ni una semana del inicio de clases y ellos ya habían faltado más de lo que habían asistido, por lo que la gente comenzó a crear sus estúpidos rumores. Que habían dejado la preparatoria, que los había arrestado la policía, que habían tenido que escapar del país, eran tan solo algunas de las falacias que habían difundido. Yo era la única que sabía la verdad, y no pensaba divulgarla.

- ¿Estás segura que no sabes nada? Tú fuiste la última en estar con ellos.

Leyla se la había pasado estos días preguntándome lo mismo. Claramente para ella eso era sospechoso, para mí también lo sería, pero ya había empezado con mi mentira y pensaba en acabar con ella.

Cerré mi casillero de un fuerte golpe con la mirada acusadora de Leyla atravesando hasta mis poros. Antes de que alguna de las dos pudiese volver a decir algo, mis ojos se centraron en la entrada. Michael y Samael hicieron acto de aparición como si nada hubiese pasado, ajenos a todas las miradas curiosas, y para nada disimuladas, de los demás adolescentes. Samael seguía teniendo rastro de algún moretón en su rostro, y todos teníamos claro que eso daría para hablar a los demás.

- Ay Dios, ay Dios. - dijo Leyla con, claramente, las hormonas alborotadas. - Debo acercarme a Samael. ¿Me veo bonita?

Mi ceño se frunció, ¿Por qué Leyla se iba a acercar a él? Digo, él no se ve la persona más agradable del mundo, de hecho toda su apariencia te invita a alejarte de él por lo menos unos dos kilómetros.

- ¿Para qué? - dije en tono seco.

- Porque tenemos que hacer el mismo trabajo que tú hiciste con su amigo. - dijo de manera obvia. - Además, no te pongas celosa amiga, a mí como que me viene más Michael. - me guiñó un ojo.

¿Ella me había dicho que yo estaba celosa? Que estupidez.

Sin decirme nada, mi mejor amiga tomó mi brazo y comenzó a caminar en dirección a ellos. En cuanto nos plantamos frente a ambos chicos, las miradas hacía nosotros comenzaron a aumentar y los murmullos también. Estúpida preparatoria y estúpidos adolescentes chismosos.

- Hola. - dijo con tono decidido. - Iré al grano, debemos hacer la tarea de historia universal que se entrega en dos días. ¿Cuándo y dónde nos juntamos?

Michael alzó ambas cajas impresionado, la actitud de mi amiga era muy decidida. Ella siempre había sido segura de sí misma, segura de lo que hacía y de lo que no también, sabía qué decir y cuándo decirlo, además era una chica muy inteligente.

- Hoy en mi casa. - dijo cortante. Su vista se desvió de mi amiga hacía mí. - Tú también puedes ir.

Sin esperar respuesta de nuestra parte, caminó por el lado de nosotras y se perdió de nuestra vista. Michael, quien sin dudas era más educado, nos dedicó una sonrisa y pronunció un "nos vemos allá", para seguir los pasos de su amigo.

- ¿Te das cuenta de lo que eso significa? - dijo con una enorme sonrisa. Negué con la cabeza confundida con su estusiasta actitud. - ¡Te quiere cerca! Por algo te invitó a su casa cuando no tienes nada que hacer ahí. ¡Te ama!

- Qué estupideces hablas, tonta. - dije empujándola de forma juguetona.

Claro que no iba a admitirlo frente a Leyla, pero a mí también me emocionaba la idea de su invitación. Es decir, ¿era posible que me haya invitado por el hecho de querer que también pase la tarde con ellos? Porque claramente por cortesía no lo había hecho, ese chico tenía menos amabilidad en su sangre que Hitler hacía los judíos.

SAMAELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora