CAPÍTULO V

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---ERROR---

05:37. Noviembre 21. Zona restringida. Taza de café derramada sobre el escritorio.

-Stanley.- Tiana no conseguía ver a su compañero.- ¡¿Stanley?! ¿Dónde diablos estás?

-Estoy aquí, señora.- dijo un hombre bostezando desde debajo del escritorio.

-¡¿Has pasado toda la noche aquí debajo?! ¡Acordamos que no nos dormiríamos y que teníamos que vigilar a ese par pasara lo que pasara!- Tiana empezaba a perder la paciencia.- ¡He tenido que tomarme más de diez tazas de café para no quedarme dormida! ¡Y ahora no me sé controlar derecha por culpa de la cafeína que recorre mis venas!

-¿Aquellos dos siguen igual?- decía mientras intentaba salir de debajo de la mesa.

-Obviamente que sí. Estos dos planean algo y no podemos dejar que lo consigan.- cogió la bayeta y comenzó a frotar la mesa.- Pero yo no me aguanto. Llevo más de 10 horas aquí y estoy empezando a perder los nervios. ¿Podrías quedarte a vigilarlos?

-Me es imposible, señora. Hace más de 5 horas que se ha terminado mi turno; pero, si no me equivoco, ahora empieza el de Floyd Price; podría pedirle a él que los vigile mientras usted se toma una siesta. Igualmente él se dedica a limpiar los pasillos, aún se lo agradecerá.

-Buena idea, Wheeler. Ya puede marcharse pues y muchas gracias por haberse quedado esta noche.

-Faltaría más, jefe. A cualquier cambio o acción inesperada que realicen aquellos dos, no dude en avisarme.

Seguidamente, Stanley sacó la especie de gorra militar del bolsillo de la chaqueta, se la puso en la cabeza y abandonó el edificio.

Repentinamente, Floyd Price cruzó el pasillo barriendo mientras tarareaba una canción de los años 60.

-¡Price! ¡Justamente a la persona que estaba buscando!

El hombre de pelo blanco se detuvo y miró atrás suyo. Después de observar que no había nadie más, se señaló el pecho para asegurarse de que era a él a quien se estaba dirigiendo.

-¡Sí! Le estoy diciendo a usted, Floyd. ¿Podría hacerme un favor?- siguió Tiana.

-Será un placer, jefe.- soltó la escoba y se acercó a su directora tan deprisa que llegó él antes que el ruido de la escoba contra el suelo.

-Mire, necesito que llegue a la cabina de control- señaló unas escaleras de caracol- que se encuentra al final de esas escaleras y que vigile a los dos prisioneros que se encuentran encerrados a través del cristal. Es imprescindible que me cuente cualquier cambio que ocurra. Cualquier cosa, estaré en mi despacho.

-Confíe en mí, señora. Cuando vuelva estará todo impecable.

-Gracias, Price. Pero tómeselo como un descanso, un favor a una amiga. No pienso descontarle nada de su sueldo, así que no es necesario que limpie nada.

Entonces, Tiana se fue de la escena y con un portazo se encerró en su despacho. Floyd Price esperó a que la directora abandonara el escenario para subir las escaleras de dos en dos alegremente, mientras continuaba tarareando la canción, satisfecho de no tener que volver a limpiar; y no estaba equivocado. No tuvo que volver a coger una escoba nunca más.

Una vez hubo subido el último escalón, hizo girar la llave dos veces y una alegría inmensa recorrió su cuerpo; por primera vez tenía una cabina para él solo, un espacio al que llamar suyo; al menos temporalmente. Se acercó al cristal y observó a dos adolescentes, chico y chica observándolo desde una especie de cúpula, desgraciadamente él no estaba enterado de los planes de Tiana y Stanley. Se sintió muy incómodo al ver aquellas dos figuras inmóviles observándolo sin pausa, sobre todo sabiendo que la mujer iba desnuda. Una rojez recorrió sus mejillas y se preguntó cuáles deberían ser los planes de aquellos dos para mantener a dos personas de esa manera. Después de estar apenas unos segundos en esa posición, se apoyó sobre un botón rojizo donde estaban escritas las letras: INICIO. Evidentemente, no se dio cuenta.

Inesperadamente, unas ganas de ir al baño lo invadieron y sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia la puerta que le parecía que se trataba del baño y entró. Obviamente, lo acertó.

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