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Como siempre que estoy con Marta soy la primera en levantarme. Nunca me ha costado trabajo madrugar, a pesar de que me encanta dormir y de que la mayoría de los días me
despido de mis sábanas prometiendo volver a la hora de la siesta, cosa que por otro lado rara vez hago. Me sienta fatal dormir siesta. Cada vez que sucumbo a la tentación de la siesta, me despierto con sed y ganas de chocolate, y claro al final ya se sabe, chocolate y agua fría… pues eso, al baño de cabeza o de culo, mejor dicho.
Soy una persona bastante rutinaria a la hora de levantarme. Lo primero nada más levantarme es ponerme las gafas y hacer un pis. Después meter un vaso de leche en el microondas. Mientras se calienta me visto, y ya me siento tranquilamente en la silla de
la cocina y a cumplir el dicho: “café, cigarro y muñeco de barro”, no falla.
Así que para no cambiar la norma, mientras se calienta la leche, voy a vestirme. Unos vaqueros cortos, una camiseta básica negra de tirantes y unas deportivas, ya que tras echarlo a suertes me toca llevarme el coche y conducir a mí. Tenía toda la ropa
preparada sobre la silla de la habitación, de modo que me visto en un plis y hago la cama. No soy muy fan de hacerla, la verdad es que soy bastante desordenada, pero si
voy a estar fuera un mes, tampoco es plan de dejarlo todo manga por hombro, sobretodo porque mi madre tiene llaves y ha quedado en pasarse por aquí de vez en cuando, y es
capaz de llamarme y hazme venir del pueblo para que ordene mi habitación como cuando era una adolescente. Madres…
Cuando dejo la habitación medio decente, saco las maletas a la puerta y por fin me hago el café. Cuando destapo el café soluble empiezo a salivar sin poderlo evitar, estoy
deseando tomarme uno y echar un cigarro. Soy adicta al café, lo confieso. Hay pocas cosas que me gusten más en este mundo. Además, el momento del primer café de la mañana es mágico. Creo que es el único momento del día en el que no pienso en nada. Dejo que mi mente vague sin rumbo. Simplemente me siento en la mesa de la cocina y disfruto. Aunque claro, pensar en que no estas pensando en nada, es también un
pensamiento. En fin, no es momento de filosofar. Este es uno de mis ratos favoritos del día. Odio que me hablen recién levantada, así que este ratito de paz, silencio y mente en blanco, es mi momento zen.
Cuando ya estoy lista para salir miro la hora: las 7.30, sé que o despierto a Marta o al final salimos pegadas de tiempo. Es verdad que no tenemos prisa, pero si salimos ya podríamos llegar al pueblo antes de las 12. Nos da tiempo a instalarnos, asearnos y salir a comer algo. Además, le hemos dicho a Almudena que llegaríamos sobre esa hora, y con lo pesada y paranoica que es, cada minuto que tardemos le saldrá una cana de preocupación, o al menos eso es lo que dirá cada vez que llamé por teléfono para asegurarse que de vamos de camino y que estamos bien.
Pero claro, por otro lado, despertar a Marta es algo así como jugársela a la ruleta rusa. Reconozco que me da un poco de miedo entrar en la habitación. Nunca sabes por dónde
va a salir, igual te insulta, que te implora cinco minutos más como si fuese una niña en edad escolar, o se levantaba de un salto… incluso una vez llegó a arrojarle a un noviete
un vaso de agua que tenía en la mesilla, y no se conformó con el líquido, no, le tiró el vaso entero. Terminaron ese mismo día y aún se pregunta por qué.
No conozco a nadie que le guste más dormir que a ella. De hecho se tiene que poner tres despertadores si quiere llegar a tiempo a los sitios. Y ninguno de ellos en la habitación.
La primera vez que dormí en su casa me di un susto de muerte cuando empezaron a sonar al mismo tiempo en distintos puntos de la casa. Parecía el aviso de un ataque nuclear o algo así.
Además, sé lo mucho que le ha afectado lo de su vecina, a pesar de que aún no ha querido hablar de ello con detenimiento. Marta es una persona que guarda sus sentimientos hasta que explota y pobre del que le pille cerca, así que creo que lo mejor
por ahora es dejarla, cuando quiera hablar, hablará. He estado observándola y sé que está un poco sobrepasada por la situación, así voy a dejarla descansar un rato más.
A las 8 ya no puedo más. La paciencia no es mi fuerte. Así que me armo de valor y cuando estoy levantándome del sofá, oigo que se abre la puerta de su habitación y la veo
salir con una mochila colgada del hombro derecho. Me dejo caer inmediatamente en el sofá como si en realidad nunca me hubiese levantado para llamarla, en una pose muy
natural, o al menos eso creía, porque por la forma en que me mira Marta, sé que no cuela. Me conoce demasiado, y sabe que media hora esperando es más de lo que mi
pobre corazón puede soportar.
Lleva el pelo recogido en una coleta, y como siempre sus gafas de sol en la cabeza. Unos legging piratas azul marino y una camiseta con rayas horizontales blancas, rojas y
azules. Unas deportivas blancas completan el look. Parece que va a salir a navegar, pero está tan estupenda como siempre, sobre todo porque esta sonriendo cuando me mira.
Marta y su eterna sonrisa. ¡La adoro!
- Nena, deberías haberme despertado. Media hora de retraso te tiene que tener que te subes por las paredes. Seguro que piensas que ya vamos tarde. Pero tranquila que no
tardo nada. Me tomo un café rápido y lista. Es que anoche me costó un poco dormirme.
- Pues yo caí como una ceporra. Creo que me dormí antes de poner la oreja en la almohada- le digo entrando tras ella en la cocina.
- ¿Quieres un café? Menuda pregunta, tú siempre quieres un café- dice mientras me tiende una taza, ya preparada con su cucharada de azúcar.
Se bebe el café de un trago y no entiendo como no se pela el corazón. ¡Joder lo ha calentado a mala leche! Si hasta me cuesta mantener la taza en las manos.
- Mientras te bebes el café, voy a echar un cigarro preventivo.
- ¿Un qué?
- Pues eso, un cigarro preventivo. No me apetece fumar, pero como sé que no se puede fumar en tu coche, me lo fumo ahora por si me da ganas luego. - Trae, pásame a mí otro, que me da tiempo a acabarme el paquete antes de que esto se enfríe.
- ¡Qué exagerada eres! - me dice mientras me tiende su cigarrillo ya encendido y se enciende otro.
Después de esperar en el sofá a que se lavase los dientes durante casi un cuarto de hora, lo cual me hace sospechar que no sólo se ha lavado los dientes en el baño, por fin
abandonamos mi casa. Murcia nos espera. Cargo mi maleta en el asiento de atrás ya que no me atrevo a abrir el maletero después de meter ayer todas las pertenencias de Marta.
Y cuando digo todas no hablo en sentido figurado. Yo creo que se ha echado hasta los cuadros de su casa.
“Adri es por si acaso…- me repetía una y otra vez”.
¡Joder, yo por si acaso me pongo bragas limpias que es lo que decía mi abuela, pero no se me ocurre echarme en la maleta unas botas de agua por si llueve en Murcia en Agosto! ¡Vaya tela!
Nada más ponernos en marcha voy pasando por las diferentes cadenas de radio que tengo memorizadas en el coche, hasta dar con una canción apropiada. En este caso se
trata de Fangoria con su tema “Dramas y comedias”. Marta me mira y nos ponemos a cantar como locas una canción tras otra mientras vamos dejando atrás Madrid. Yo soy
una consumidora de radio total. Me encanta la música, pero la verdad es que mi gusto es bastante ecléctico. Me gusta la variedad, por eso a pesar de llevar varios cds en el coche, y un pen lleno de música, siempre me decanto por la radio. Me gusta que me sorprendan con canciones que hace siglos que no oía, e incluso me gusta que me peten con la misma canción una y otra vez hasta que me aprendo la letra y la puedo cantar a voz en
grito, aunque no me agrade especialmente la canción. Soy así de rara.
Después de un par de horas conduciendo, decido que es el momento de tomar un pequeño descanso y Marta está totalmente de acuerdo conmigo.
- Si creo que será lo más conveniente. El cigarro preventivo está dejando de hacer efecto, así que yo de ti pararía si no quieres ser asesinada por el mono que llevo subido en mis espaldas.
Paro en la primera área de servicio que veo y nos bajamos derechas a encender un cigarrillo. Cuando lo terminamos nos vamos a tomar algo al bar. Marta pide una coca cola y un bocata de lomo, y yo un café con leche y una tostada con tomate. Mientras
esperamos que nos sirvan nuestras consumiciones sentadas en la barra, reviso el bar. Es el típico bar de carretera, me recuerda a cuando viajaba con mis padres para ir a Madrid por San Isidro. A mi madre le encantaba ir con sus amigos de toda la vida a la pradera y mi padre todos los años le daba el capricho de llevarla a Madrid por esas fechas.
Excepto el último año, ese año él estaba tan enfermo que no tenía fuerzas para hacer el viaje. Visitar la pradera en San Isidro ya nunca fue igual....
- Oye al final anoche como no podía dormir llamé a Dani, pero no me lo cogió así que le mandé un correo que espero que vea, recordándole que no vamos a estar, aunque igual va tan fumado que no se entera – dice entre dientes sacándome de golpe de mis
pensamientos.
Dani es nuestro apoyo logístico en la empresa. Es un auténtico manitas, igual te arregla una lámpara que te soluciona una gotera. Lleva casi dos años con nosotras y en todo ese
tiempo no podemos tener queja de él. Empezó ayudándonos en momentos puntuales y ahora es un trabajador a tiempo completo de la empresa. Yo me llevo genial con él, de hecho, lo considero mi amigo más que mi empleado y que conste que yo la palabra amigo no la uso a la ligera, pero Marta es todo lo contrario a mí con respecto a él. Lo soporta sólo porque sabe que hace muy bien su trabajo, pero no le pasa una. A pesar de haberlo hablado un millón de veces con ella no lo entiendo. Dani es agradable, atento, bueno en su trabajo, y sexy. Muy sexy. Sexy del tipo Santi Millán, es decir delgadito
pero bien formado, no sé si me explico. Además tiene un aire entre hippie y niño malo que da mucho morbo. Al principio pensé que Marta se comportaba así porque le atraía,
cosa que me ha negado por activa y pasiva, ella sólo alega que no concibe que a Dani le guste “pensar en verde” de vez en cuando. Bueno quien dice de vez en cuando dice todos los días al acabar su jornada. Él dice que es su forma de relajarse, y ella dice que
se va a quedar más tonto de lo que es con tanto darle al fumeque.
A mi realmente me da igual lo que haga siempre que no afecte a su trabajo. Además se pone graciosísimo. ¡Incluso hicimos juntos un curso de bachata! Él dice que bailando se
liga mucho, aunque con su apariencia y esa sonrisa de medio lado en plan canalla, no creo que le haga falta ponerse a bailar para llevarse a la chica que quiera. Y yo… pues
eso, ¡soy la reina de los cursos!
- Tranquila, no se reincorpora a la empresa hasta el día 15 de agosto. Además no hay trabajo pendiente. Sólo queda ultimar el sitio de celebración de la boda de Almu.
Gracias- le digo al camarero que acaba de traer nuestras bebidas.
- ¡¿Cómo el sitio de celebración?! Pensaba que eso lo teníamos más que solucionado. Vamos a ver, ¿no vamos a la casa rural del tal Rubio? Eso es lo que ella quiere.
- Si es lo que quiere. Se ha empeñado en que como fastidió la sorpresa de Manu tirándose del coche en marcha, la loca del coño, sería muy bonito poder celebrar la boda en el lugar donde él pensaba pedirle la mano. Pero no es una casa rural, es la residencia del tal rubio y por lo que cuenta Almu es un sitio precioso. Pero sinceramente no sé si podremos celebrarla ahí.
- ¿Y eso por qué? ¿Qué problema hay?
- Pues el problema es el tal Rubio en cuestión. Ese tío tiene que ser un gilipollas de mucho cuidado. Los correos que hemos intercambiado han sido de los mas…- joder, no
me sale ninguna palabra para definirlo. De lo más… de lo más…- “Secos”, esa es la palabra. Me da la sensación de que este tío tiene un palo de escoba metido por el culo. De entrada, se niega a que se añada o se quite nada a no ser que sea estrictamente
necesario. Dice que su casa es perfecta tal cual está.
- ¿Y es perfecta?
- ¡Y yo qué coño sé! Se ha negado a mandarme fotos, un video o algo para ver la casa. Me ha dicho que había hablado con Almudena y que como nosotras íbamos al pueblo era mejor que lo viésemos todo en persona. Dice que el que preste su casa para la boda de Almudena es algo excepcional y no quiere que circulen por ahí fotos de su propiedad. ¡Como si yo fuese a subirlas al fotocasa! ¿Dónde coño piensa que la voy a publicar? ¿En tu casa de los sueños punto com?
Mira de verdad, me pongo muy nerviosa con este tema. Desde que montamos nuestra empresa yo siempre me he encargado de las relaciones con los clientes porque aunque esté feo que lo diga tengo más don de gentes que Marta. Además a mi nadie me calla la boca ni me convence de algo que creo que no se puede o no se debe hacer, no como ella que es más blandita. Y eso en nuestro trabajo es importante, nadie se puede imaginar la de chorradas que pide la gente para sus fiestas. Con decirte que una vez nos pidieron
que le pegásemos a dos caballos cuernos para que pareciesen unicornios... El caso es
que nunca he tenido problema con los clientes, hasta que ha llegado el Rubio a tocar los ovarios a base de bien.
- ¿No te habrás pasado de pesada?
- ¿Pesada yo? - pregunto indignada. Es verdad que soy una persona insistente a veces, pero sólo a veces y sólo si no me hacen caso, pero de ahí a pesada…
- Vale, vale. ¿Y qué dice Almudena?
- ¿Esa? ¡Esa algunas veces es más tonta que Abundio! Dice “que lo que diga el Rubio está bien”, “que si lo dice el Rubio por algo será”, “que mejor que el Rubio no lo sabe
nadie que para eso es su casa” - digo poniendo voz de repipi- Mira lo que te digo, porque sé que está enamoradísima de su Manu, si no pensaría que quería algo con el tal
Rubio de los cojones.
- ¿Tú le conoces?
- ¿A quién?
- Pues al rubio, ¿a quién va a ser? - dice poniendo los ojos en blanco.
- No. Cuando yo vivía allí no había nadie apodado “El rubio”.
- Igual el apodo se lo pusieron después…
- No, que va. Me comentó un día Almu que llegó al pueblo hace unos ocho años. Por lo visto la casa en cuestión y todo el terreno que la rodea, eran de su abuelo que había
nacido en el pueblo, pero se había ido a vivir a Valencia cuando se casó. Al principio iban a menudo de visita, pero con los años las visitas eran cada vez menos frecuentes. Así que por lo que dice Almu, cuando el tal Rubio heredó la casa, todo estaba hecho una pena. Le costó más de dos años poner todo en orden. Así que ya ves, por lo visto el tal Rubio es un “cosmopolita restaurado”.
- ¿Un cosmopolita restaurado?
- Si ya me entiendes, de esos niños pijos que han vivido toda su vida en la ciudad y de repente un día deciden que se aburren de su vida de empresarios y creen que irse a vivir
al campo es muy guay. Como si de un retiro espiritual se tratase. De verdad este hombre se me está atragantando y mucho.
- Pues déjate de historias que tú eres muy radical cuanto alguien se te cruza entre ceja y ceja y eso no nos interesa, entre otras cosas porque es la boda de Almu y ella está empeñada en celebrarla allí. Así que chitón.- y sé que tiene razón, pero no sé, hay algo
que me huele raro de este hombre. Parece que odia hablar por teléfono, y jamás me ha contestado a un wasap, así que nuestra comunicación se ha limitado a unos cuantos correos a cual más seco. A mi no es que me apasione hablar por teléfono, no hay nada como ver la cara de tu interlocutor para saber por donde van los tiros cuando te habla, pero de ahí a especificarme en su primer correo que “a no ser un caso de extrema
necesidad de abstenga de llamarle por teléfono”, textualmente, me parece… - - ¿Cómo se llama?
- ¿Cómo se llama quién? - le pregunto a Marta porque me he perdido con mis pensamientos.
- Pues el Rubio ¿quién va a ser? Joder que espesa estas esta mañana. Venga dime su nombre que voy a buscarlo por Internet- me dice mientras desbloquea su móvil.
Marta es de la “Iglesia Buscadora de San Goggle”. Según ella si no está en google es porque no existe y punto.
- Ja, ¿Su nombre? ¿Pues sabes qué? ¿Adivina? ¡No tengo ni idea de su nombre! Fíjate si será sieso el tío que a pesar de que le he pedido que nos tuteemos ya que vamos a trabajar estrechamente los días de la celebración, se dirige a mi como señorita Adriana Martínez. Y encima jamás me ha facilitado su nombre a pesar de que se lo he pedido en al menos tres correos, con la excusa de poder dirigirme a él. Aunque en realidad lo que quería era buscarlo por Internet como tú ahora claro. Así que te diré que sólo sé que su
dirección de mail es elrubiodelpueblo@gmail.com.
- ¿En serio?
- Si hija. Hasta en eso es un gilipollas y poco original, porque vamos que no se ha complicado el tío para abrirse la cuenta.
- Tu mejor no digas nada de direcciones raras, bustinsinclair@yahoo.es – me dice
muerta de la risa, lo cual me pone de buen humor al momento. Dios esta mujer tiene la risa más contagiosa del mundo entero.
- Sabes que no pude resistirme a Homer. Además esa fue mi primera dirección de correo, hace años que la cambié.
- Pues yo sigo mandándote ahí los correos.
- Si, sólo tú y Almu seguís usando esa dirección. Si mal no recuerdo tú a nombre de “tetillaslarue”, y Almu “pechitosmctetis”. ¡Así que no te atrevas a juzgadme!
Le digo muy seria apuntándola con el dedo hasta que ambas estallamos en carcajadas mientras Marta busca en youtube el momentazo de Homer Simpson. Lo vemos al menos tres veces mientras terminamos nuestro almuerzo muertas de risa.

NO HASTA QUE ME DIGAS TU NOMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora