Hemos recorrido todo el bloque preguntando a los vecinos y nada. Nadie sabe ni ha visto a la señora Carmen. Marta se acordó que la mujer siempre compraba el pan en la
tienda de la esquina, así que también hemos preguntado allí, y más de lo mismo.
- Al principio se me hizo raro que “la Carmen” – nos ha dicho la panadera, una mujer pequeña y regordeta con más bigote que Miguel Ángel Revilla - que lleva años comprándome el pan, no viniese. Pero hija mía, como ahora todo el mundo se cree que saber hacer pan… ¡Hasta los chinos tienen pan! ¡Y casero dicen que es! Casero, ja, me
río yo. Casero éste - sigue diciendo mientras coge una hogaza enseñando unos dedos regordetes, que parecen choricillos criollos - que lleva veinte años amasando todas las noches mi pobre Pascual. Pero el que venden ellos, a saber qué lleva. Pero claro
nosotros no podemos competir con esos precios…
Al cabo de veinte minutos de escuchar a la mujer lamentarse del estado de la economía de su negocio, de lo mucho que trabajan ella y su Pascual, de lo poco que la ayudaban sus hijos, y de quejarse de todo lo habido y por haber, al final hemos decidido que era momento de volver al piso de Marta y llamar a la policía.
Como Marta está fatal, me toca a mí hablar con la agente que no deja de hacerme preguntas. Y yo que estoy con los nervios a mil por hora, estoy a punto de mandarla a la mierda, pero claro, cómo te advierten que la llamada esta siendo grabada…
Mientras esperamos que venga una patrulla a casa de Marta nos tomamos un café, y nos fumamos al menos tres cigarrillos cada una. Ya se sabe, para templar los nervios. No hablamos nada. Es la primera vez desde que conozco a Marta que nos ronda este
silencio tan raro.
Cuando llaman a la puerta ambas damos un bote, le digo que me espere y voy a abrir, pero ella me sigue. Al llegar a la puerta me da la mano.
Frente a la puerta hay dos agentes. Uno de ellos, el más bajito, es un hombre de unos 50 años, de complexión delgada, con una cabeza llena de canas y un bigotazo negro que le cubre por completo el labio superior, con ojos marrones y rodeados de arrugas, lo cual suele significar que es un hombre que ríe a menudo. Es la típica persona que nada más verla te inspira confianza.
El otro agente no tiene nada que ver con el primero. Tendrá alrededor de los 30 años, alto, al menos 1.85, bien constituido, por no decir buenorro, con la cabeza completamente afeitada, ojos verdes y unos rasgos muy masculinos. Vamos lo que
viene siendo un tronista treintañero, con cara de mala hostia y un polvazo. - Buenas tardes señoritas. Somos el agente Sánchez y el agente López ¿Han sido ustedes quiénes han dado el aviso? – pregunta el del bigote, ahora conocido como agente
Sánchez, el cual por lo visto va a ser el encargado de la investigación.
- Señoras – corrige de manera mecánica Marta, ganándose un apretón en la mano que me tiene cogida y mi peor mirada asesina. La tía odia la palabra señorita. Siempre que le pregunto me suelta un alegato feminista en el que mantiene que el estatus de señora no se puede otorgar por edad o por estar casada con un hombre. Así que ella, se declara
señora, “no por edad ni por boda, si no porque me sale de la bola”, dice siempre. Y yo la respeto, y la apoyo en su lucha feminista y todo eso que conste, pero joder, no creo que
sea el momento.
- Está bien. Discúlpenme – dice el agente Sánchez con una sonrisa que hace que sus ojos prácticamente desaparezcan en su cara, mientras nos mira las manos cogidas. Este se cree que somos pareja seguro - Buenas tardes señoras.
- Buenas tardes agentes. Pero pasen por favor, no se queden en la puerta- digo para destensar un poco.
Intento soltar mi mano de la de Marta, pero no hay manera. Así que cruzamos el mini pasillo de la mano hasta llegar al salón.
Inmediatamente el agente Sánchez comienza a bombardearnos a preguntas, mientras el agente López bloc y bolígrafo en mano, no deja de garabatear en el papel.
- ¿Quién es la propietaria?
- Soy yo.
- ¿Y usted es?
- Mi nombre es Marta Garrido. Compré este piso hace tres años y desde entonces vivo aquí.
- Y ¿por qué ha llamado exactamente?
- He sido yo la que he llamado – intervengo y le explicó brevemente quién soy y el por qué de nuestra inquietud, y él me vuelve a hacer todas las preguntas que me ha hecho su compañera por teléfono.
- ¿Y desde cuándo dice que no la ve?- está vez el agente Sánchez dirige su pregunta a Marta que no deja de retorcerme la mano. Y yo empiezo a estar hasta los huevos de tanta historia. Hemos llamado nosotras, ya nos hemos identificado, pues que
investiguen y nos dejen en paz. ¡Y sobre todo que Marta me suelte la mano, que me va a romper alguna falange!
- Pues la verdad es que no lo sé exactamente. Creo… creo que desde hace un par de semanas, tal vez tres
- Dos semanas… ¡ya está bien!- murmura entre dientes en tono de reproche el otro agente, el buenorro para entendernos.
Y yo me pregunto: ¿Qué coño quiere decir con que “ya está bien”? ¿Quién se ha creído que es “el pepito piscinas” éste, para juzgarnos? Suelto la mano de Marta y lo miro con
toda la mala leche que soy capaz.
- Lo que quiere decir el agente López es si hay algún motivo que la haya llevado a pensar que le ha ocurrido algo justo en este momento – tercia el agente Sánchez, que ha visto mi cara de asesina, mientras lanza una dura mirada a su compañero. Y yo me
alegro, ojalá le abran un expediente por gilipollas.
- Pues la verdad es que yo, no sé, me tenía que haber dado cuenta antes, es sólo que he estado muy liada adelantando trabajo para las vacaciones y ella estaba sola, y yo tenía que haber…- empieza a excusarse Marta pero no puede continuar porque rompe a llorar.
Y yo me cago en todo lo cagable punto com. ¡A la mierda! Adiós raciocinio. Suelto todo el aire que tengo en los pulmones por la nariz. Veo que Marta me mira asombrada mientras sorbe por la nariz y se limpia los ojos el brazo. Sabe lo que mi bufido significa, me conoce demasiado. Pero ya no puedo más con tanta tensión. Primero lo del pueblo y la charla nada amistosa con mi madre, después la maleta de Marta, la sospechas sobre
su vecina y la investigación, media hora de conversación telefónica con una agente que me ha preguntado lo mismo al menos tres veces, y para colmo aguantar al “soplapollas”
éste juzgándonos y haciendo llorar a mi amiga. Así que antes de que pueda siquiera pensarlo me estoy oyendo decir: - Vamos a ver: En primer lugar – cuando me pongo así me da por enumerar, supongo que es para no perderme entre tantas cosas que quiero decir - todas esas cosas ya me las han preguntado antes por teléfono, de modo que ya deberían saberlas y si no es así les sugiero que mejoren sus sistemas de comunicación ya que así ahorrarían mucho tiempo. En segundo lugar, nosotras hemos hecho todo lo posible por esclarecer esto antes de dar
parte a las autoridades “competentes”- digo destilando sarcasmo al tiempo que miró al
guapito de cara éste – Hemos ido de puerta en puerta preguntado a todos los vecinos porla señora Carmen y nadie sabe nada de ella desde hace alrededor de dos semanas, incluso hemos ido a la tienda de la esquina donde ella siempre compra el pan a
preguntar y la respuesta ha sido la misma. En tercer lugar, no creo que a ustedes los hayan mandado aquí para juzgar la calidad de personas que somos o si nos damos cuenta antes o después de algo. Se supone que están aquí para aclarar dónde esta la
señora Carmen y punto. Y, en cuarto lugar, hagan el favor de no perder más el tiempo y hagan su trabajo ¡Pero ya! - sin darme cuenta he ido elevando el tono de voz hasta que
he acabado gritándoles a unos agentes de la ley. ¡Ay dios!
- Relájate cariño- me dice Marta que ha vuelto a cogerme la mano en algún momento de mi alegato. Aunque no sabría decir cuándo ha sido. Noto que me hierve la cara. Seguro
que estoy colorada como un salmonete.
- Si. Lo mejor será que se relaje – me suelta el tronista con malas pulgas, y lo único que consigue es que me ponga peor.
- Mire agente, con todo mi respeto, ni relájese, ni hostias – hala, al calabozo me llevan, pero bueno, ya está dicho, así que de perdidos al río - Igual la señora Carmen está cadáver en su casa desde hace dos semanas o más y nadie, repito Nadie, no sólo
nosotras, ha echado en falta su ausencia. Ya es bastante triste que uno se muera así, como para que encima ustedes prolonguen más el momento de encontrarla y se
dediquen a juzgar si nos hemos dado mucha prisa o poca en fijarnos de su ausencia.
- Señorita…
- ¡Señora! Y ahora si son tan amables – recorro el pequeño pasillo hasta la puerta del piso, la abro y los invitó con un gesto de la mano a salir- Ese piso de ahí, es el de la
señora Carmen, conocida mundialmente por sus “cocretas”. Así que ale, a hacer su trabajo.
¿Acabo de echar a dos agentes de policía a la calle? ¡Los he echado! Con dos cojones. A la cárcel voy. Pero con dos cojones. Lo malo es si nos llevan a las dos. Cuento con Marta para que pague mi fianza. Mierda, al final voy a tener que llamar a mi madre y
explicarle que su hija ha echado a dos agentes de la ley de la casa de su amiga y con la discusión de esta mañana es capaz de dejarme pasar la noche en el cuartelillo para que
recapacite...
- Entiendo que el comentario de mi compañero no ha sido muy afortunado y que ustedes
están sometidas ahora mismo a mucha presión. Pero recuerden que somos agentes de la ley y merecemos un respeto por parte de los ciudadanos – interrumpe la voz del agente Sánchez mis díscolos pensamientos, mientras me mira con una cara llena de comprensión - Han sido muy amables al atendernos. Además, su pequeña investigación
nos ha ahorrado un tiempo muy valioso.
- Buenas tardes, “señoritas”- dice el agente tronista con retintín. Y si se piensa que se va a quedar por encima de mí va listo, éste no me conoce.
- Señoras – vuelvo a corregir y le cierro la puerta en las narices para que no me pueda volver a contestar.
Finalmente, nuestras sospechas han sido totalmente acertadas, a pesar de que mientras hacíamos la maleta y nos afanábamos intentando bromear y no pensar en lo que pasaba
en el piso de enfrente, no he dejado de rogar en silencio que no fuese cierto lo que imaginaba.
Mientras esperaban la llegada del juez de guardia, y como la señora Carmen no tenía parientes, nosotras, bueno más bien yo otra vez, ya que Marta se ha vuelto a sumir en un extraño mutismo desde que finalmente los agentes nos dieron la trágica noticia, me he ocupado de organizar el funeral, una tarea bastante complicada a pesar de que la señora Carmen tenía un seguro contratado. Dadas las circunstancias, decidimos entre el encargado de la funeraria y yo que no habría velatorio y que se pasaría directamente a oficiar una misa por su alma y ha proceder a su entierro cuando el juez nos dejase
ocuparnos de su cadáver. Todo muy técnico y frío, la verdad.
El funeral ha sido el más triste al que he acudido en mi vida, aunque pueda sonar raro, dado que perdí a mi padre cuando tenía 15 años. Es cierto que el dolor cuando mi padre murió no se puede comparar con nada que hay experimentado, y que el funeral fue muy triste, pero en todo momento estuve arropada por mi madre, y amigos. Este funeral no ha sido triste en sí por la pérdida de la mujer, que también, si no más bien porque sólo
hemos asistido nosotras, tres vecinos, la panadera la cual no dejaba de lamentarse de que había perdido una clienta fija conforme estaba la competencia, y los dos agentes de
la policía Sánchez y López. Todo un detalle por su parte, he de admitir. Un total de ocho personas para despedir una vida, la vida de la señora Carmen.
Acabamos de llegar a mi casa después de dar cristiana sepultura al cuerpo de la señora Carmen. He creído que lo mejor era quedarnos juntas en mi casa, dado que Marta está muy afectada por toda la situación. Hemos pasado por su casa y cogido sus dos maletas, el macuto, los dos bolsos de playa y el neceser y lo hemos cargado en mi coche. Ahora no sé donde coño voy a meter yo mañana mi maleta. En fin… mañana partimos para Murcia. ¡Yupi!
- ¡Qué triste todo joder! - suspira y se deja caer en mi sofá despatarrada, mientras sus ojos enrojecidos e hinchados por el llanto se vuelven a llenar de lágrimas a penas
contenidas.
- Si, muy triste…Marta cariño, ¿quieres algo?, ¿te encuentras bien? ¿Quieres hablarlo?
- No quiero nada. Y si, me encuentro bien, bueno no, y si, no sé… estoy confundida. Y no me apetece mucho hablar en este momento la verdad. Supongo que no tengo nada que no cure un buen baño y un sueño reparador. Estoy agotada.
- Si no te encuentras con fuerzas podemos cancelar el viaje…- dejo caer como si nada.
No es que quiera aprovecharme de la situación, pero si cuela…
- No, no podemos cancelar el viaje – me mira fijamente y me hace sentir mal. La muy zorra me ha vuelto a leer el pensamiento- Además no me apetece volver a mi piso.
Prefiero coger un poco de distancia con todo. Yo… ahora… lo necesito Adri- y esa simple frase dicha con tanta tristeza me convence para ir donde haga falta con tal de ver
a mi Martita sonreír.
- Está bien, ve a darte un baño mientras yo preparo algo para cenar. ¡Chss, no admite discusión! – levanto la mano para interrumpir las quejas que aun no había pronunciado
Marta. En ese sentido es todo lo contrario a mí. A ella todo le quita el hambre, a mi todo me hace abrir la nevera – Este es el plan, te bañas, me baño, cenamos algo ligero y ya
decidimos si vemos algo en la tele o nos vamos a dormir. Y mañana temprano nos vamos rumbo al pueblo- digo esto último resignada.
Marta no me contesta, sólo asiente mientras se levanta del sofá y se dirige al baño.
Supongo que está tan agotada que no le apetece ni discutir conmigo.
Tras la cena, que ha consistido en un plato de menestra de verduras con chorizo y jamón, especialidad de mi madre, y una tortilla francesa para cada una, hemos decidido
ir a la cama y poner el despertador a las 7, para salir como muy tarde a las 8.
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NO HASTA QUE ME DIGAS TU NOMBRE
Storie d'amoreCuando Almudena despierta a Adriana para decirle que se casa y que junto a Marta van a ser las encargadas de organizar la boda, se siente emocionada y nerviosa a la vez, ya que organizar todo implica pasar un mes entero en el pueblo que la vio nacer...