¡Murcia que hermosa eres… y que calurosa, joder!
Cuando hemos llegado por fin al pueblo, Almu nos estaba esperando con el móvil en la mano. Nos ha llamado cerca de ocho veces durante la última hora de trayecto, según
ella para asegurarse de que llegábamos correctamente, porque el pueblo ha cambiado mucho desde la última vez que yo vine y l verdad es que es cierto que ha cambiado
mucho desde la última vez que estuve, pero no tanto como para perderme.
Durante este mes nos vamos a hospedar en la que era la casa de mis abuelos y ahora es propiedad de mi tío Pepe. A pesar de que en un principio me negué en redondo a
quedarme allí, la verdad es que en el pueblo no hay ningún hotel, y las casas rurales quedan bastante alejadas. Él no va a estar ya que por lo visto tiene que ir a Madrid por
trabajo, o eso dice, porque yo creo que tiene un ligue allí o algo por el estilo, porque tanto viajecito no es normal. Lo cual me alegraría muchísimo porque mi tío es lo que viene siendo un buen partido, simpático, bueno, comprensivo, con dinero y además
aunque esté feo que lo diga es muy atractivo, alto, delgadito ya que le gusta correr, ojos verdes, y con unas canitas muy sexys. Por eso no sé por que aún no lo ha pescado alguna lagarta, como diría mi abuela. En fin que me pierdo, por dónde iba… ah si, pues el caso es que dice prefiere que la casa este ocupada, que según él estos días el pueblo se llena de mucha gente y nunca se sabe. Así que tras hablar con él más de media hora,
me convencí de que era la mejor opción y la más barata, que todo hay que decirlo.
La casa está situada en el casco antiguo del pueblo, justo detrás de la iglesia. No tiene acceso en coche, de modo que hemos tenido que aparcar en la misma plaza de la iglesia,
que era el punto de encuentro con Almu y mi tío.
Cuando subimos por la avenida que nos lleva hasta la plaza vemos a Almu haciendo grandes aspamientos con los brazos y dando saltos para llamar nuestra atención, como si no fuesen las únicas personas que están aquí a estas horas intempestivas.
- ¡Mira ahí están! – dice Marta que desde que entramos en el pueblo ha estado en completo silencio supongo que dándome espacio para que asimile todo y admirando la
belleza del paisaje. Y es que aunque no me agrade estar aquí, he de reconocer que es un lugar precioso.
El pueblo se encuentra situado en un valle entre montañas, aunque no son montañas frondosas del tipo que hay por el norte de España, ni muchos menos, y más tendiendo en cuenta la falta que hace que llueva por esos lares de la geografía española. Para acceder a él hay que bajar un pequeño puerto lleno de curvas, desde el que se observa
perfectamente parte del río Segura que baña la localidad y el pantano, creando una ilusión óptica de ser un lago inmerso entre montañas.
Nada más bajarnos del coche nos ha pegado tal hostia el calor que casi nos tira de espaldas, juro que he estado tentada de volver a montarme en el coche y no parar hasta llegar a los fiordos noruegos por lo menos.
Joder con Murcia en agosto, y pensar que Marta lleva tres chaquetas, dos jerséis de punto de manga larga y otro par de manga al codo por si acaso… ¡ay que joderse!
- Hola cariño, ¿que tal ha ido el viaje? - me pregunta mi tío mientras me da un abrazo rápido. Él no es muy de demostraciones de cariño, lo cual agradezco en estos momentos
ya que no creo que soporte otro cuerpo junto al mío por más de un segundo con este calor sin que nos tengan que separar los bomberos por quedarnos completamente
pegados.
- Bien, bien- le digo mientras él se acerca a Marta a la que conoce de sus numerosas visitas a Madrid, para repetir el procedimiento de beso, abrazo rápido y pregunta cortés
sobre el viaje, mientras yo intento dibujar una sonrisa en mi cara sin mucho éxito. Lo sé, noto la tensión en mi cara y también sé que el lo sabe, pero es que es todo tan… raro.
Los recuerdos están llegando a mí en tropel y se me ha hecho un nudo en el estómago al ver el campanario de la iglesia. Aquí parece que el tiempo se ha detenido. La iglesia, las casas señoriales que la rodean, que recuerdan que en algún momento de la historia esté era el centro neurálgico del pueblo, en donde vivían las familias más poderosas del lugar. Recuerdo las veces que he venido aquí a ver a mis abuelos desde la que era mi casa, que a pesar de que en el pueblo no hay distancias, queda un poco lejos de aquí. La bici que me trajeron los Reyes Magos cuando tenía 5 años y estrené en esta misma
plaza…
- ¡Ay nenasss! – grita como una posesa la loca de Almu, sacándome de golpe de mis recuerdos, mientras se tira literalmente sobre nosotras. Gracias a que mi tío ha estado rápido, si no habríamos caído las tres echas una pelotera de brazos y piernas.
- ¡Joder Almu que nos desmontas!- me quejo pero sólo un poco, porque estaba deseando verla.
- ¡Ni que fuésemos unos playmovil! – dice Marta carcajeándose mientras mi tío nos mira con una sonrisa – ¡Deja a la chiquilla que nos achuche!
- Ainsss, es que no lo puedo evitar, estoy tan contenta de teneos aquí. Además tengo un montón de planes para hacer este mes - dice mientras hace palmas como una loca y se
pone a saltar.
A mi me está dando fatiguita, como dirían por el sur, verla dar saltos con este calor, pero ¡qué coño!, yo también estoy muy ilusionada con nuestro reencuentro, aunque
claro, no se lo voy a dejar ver, que si no se viene arriba y eso es algo que no nos interesa.
- No empieces con tus planes y más bien vamos a empezar a descargar el coche y a meternos bajo cubierto, que aquí no hay quien esté con tanto sol- le digo mientras vamos todos a la parte de atrás de mi coche para coger las maletas. Las maletas de Marta, claro, porque yo puedo con mis dos trolleys solita.
- Esto… ¿os mudáis y no me habéis avisado?- pregunta mi tío con cara de circunstancia cuando abro el maletero.
- Chache, esto es sólo de Marta, lo mío- digo toda chula mientras saco mis dos maletas de la parte de atrás- es sólo esto de aquí.
- Por dios…- le oigo murmurar mientras Marta asegura muy digna.
- ¡Soy una mujer precavida y nada más!
- ¡Hostia precavida! Eres más prudente que… más que…eres prudente como… ¡joder,
no sé con quién compararte y odio cuando me quedo sin palabras! - asegura Almu de muy mala leche. Y es que imagino que para alguien como ella, tan dado a la conversación, realmente no encontrar las palabras adecuadas tiene que ser todo un
drama.
Cuando por fin conseguimos entre los cuatro cargar todas las maletas, yo llevo mis dos y el resto se ha repartido las de Marta, subimos la pequeña cuesta que nos llevará a casa de mi tío.
Al entrar en casa de mis abuelos me ha dado otro vuelco el estómago, como siga así se me va a poner del revés como a los pastores alemanes. He retrocedido en el tiempo hasta esos domingos en los que íbamos allí a comer todos juntos. He visto a mi abuela llevarnos a mi primo Juan y a mi a escondidas a la despensa donde guardaba un montón de chuches y dulces dentro de una olla vieja, y nos decía que nos comiésemos sólo una
para que no se nos fueran las ganas de comer, y nos prometía muchas más después si nos comíamos todo, mientras mi abuelo entretenía a mis padres y a mis tíos sacando unas cervezas y unos panchitos al salón.
He recordado las tardes en las que mi primo y yo nos quedábamos con ellos y veíamos juntos la novela de la 1, mientras mi abuelo no dejaba de roncar en la mecedora y mi abuela se quejaba porque no oía nada.
O el día que mi abuelo compró una piscina de esas chiquititas de plástico para que nos refrescáramos y mi abuela se empeño en llenar de agua caliente para que no nos diese
impresión al meternos.
Los helados de limón que hacía en las cubiteras con un palillo. Y como no, la música de Manolo Escobar sonando por la radio.
¡Joder, parece que ha pasado un siglo de todo aquello!
- ¿Nena de verdad me vas a dar un vaso de agua del grifo? ¿Así sin osmosis ni nada?- la pregunta de Marta me saca de mis recuerdos y me arranca una carcajada. Esta mucha
gana de pueblo y luego mírala, más pija no se puede ser coño.
Mi tío nos va guiando por la casa para que mis amigas la conozcan y yo vea las reformas que ha hecho desde que vive aquí. Lo básico no ha cambiado, aunque si es cierto que hay muchos muebles nuevos y la cocina y baños están completamente reformados, la estructura de la casa sigue igual. Es una edificación de tres plantas. En la
primera planta hay un salón, un aseo y una cocina. En la segunda dos habitaciones y un baño que conecta con ambas habitaciones, y en la tercera una habitación pequeña y una buhardilla acristalada, desde la que se ve el campanario.
Tras el pequeño tour guiado por la casa, y de pelearnos por quién ocupará cada habitación, (si, pelearnos porque no sé si he mencionado que Almu se queda este mes con nosotras en casa de mi tío aunque su casa está a menos de cinco minutos andando, pero ella dice que ni aunque la torture la inquisición o le jure el mismísimo diablo que
esto le va a costar el ingreso eterno en el averno, así de dramática es la tía, va a permitir perderse un solo minuto de este mes con nosotras), hemos decidido bajar al salón y “tomar algo fresquito” (eufemismo para decir que nos hemos sacado un litro de cerveza y nos lo estamos bebiendo las tres a morro), mientras organizamos un poco lo que vamos a hacer hoy.
- Pues podríamos ir a comer a lo de la Encarnita, ya sabes, carne de corderico a la brasa, y unas pataticas a lo pobre…- dice Almu mientras se limpia con el antebrazo la boca
tras darle un trago al litro que lo ha dejado tiritando. De verdad lo digo, lo mismo es más estilosa que “Penélope glamour”, que le sale el camionero que lleva dentro (con perdón de los camioneros), y es más bruta que unas bragas de esparto.
- La verdad es que yo ya voy teniendo hambre- dice Marta y no me extraña, con todo lo de su vecina ayer casi no comimos nada y la cena fue de lo más ligera.
Pero la verdad es que lo último que me apetece ahora es meterme en un bar atestado de gente que seguro que me reconoce y que empiecen las historias. Prefiero quedarme en
casa y así se lo hago saber.
- La verdad es que podríamos preparar cualquier cosilla y quedarnos aquí. Ya habrá
tiempo de salir a exhibirse durante este mes.
- Nena creo que eso no va a poder ser- intervine mi tío que irrumpe en el salón con una maleta. Me ha dado un susto considerable porque la verdad es que ni me acordaba de que estaba por ahí. Este hombre puede llegar a ser más sigiloso que un ninja – Verás, la cosa es que como me voy de viaje y no suelo comer en casa… además no sabía bien que os gustaría, ni si ibais a comer en casa o fuera, o si… en fin, que tengo el frigo y la despensa bastante limpia.
- Pues vamos a comprar y listo – le digo resuelta.
- Cariño, son las dos de la tarde de un miércoles. No hay nada abierto.
- Pues decidido entonces, no vamos al bar ese que ha dicho Almu, que de pensar en las costillas de cordero se me ha hecho la boca agua.
- Pero hace mucho calor y aquí se está fresquito. Seguro que hay algo que podamos cocinar…- insisto. Sé que no me voy a poder esconder todo el mes, pero es que coño, llegar y lo primero sea presentarme en el bar donde más gente del pueblo se congrega no me apetece nada. Después de estar aquí dos o tres días…
Justo decirlo veo a tres pares de ojos mirarme mal. Todos saben lo que pienso, y me fastidia sobremanera, odio ser tan transparente para la gente que me conoce un poco.
- Adri, ya, deja esa actitud de mierda- me recrimina Marta que ha sido la que mas ha sufrido durante este tiempo mis negativas con respecto al pueblo.
- ¡Oye, yo no tengo ninguna actitud de mierda! Es sólo que estoy cansada del viaje y además hace mucho calor y me apetece quedarme en casa- me hago la ofendida pero creo que no cuela.
- Si que la tienes- se une Almu al discurso.
- ¡No la tengo! Es sólo que…
- Que si, que si…- me corta Marta dando vueltecitas con la mano.
- Que si, que si… ¿qué?- le digo de malos modos porque me siento incomprendida y eso me toca mucho los ovarios y más viniendo de ellas. Joder me podían dar un poco de
cancha. No digo que me vaya a pasar todo el mes aquí encerrada, pero es que acabamos de aterrizar y no me apetece nada.
- Chicas, chicas, haya paz- tecia mi tío- Vamos a ver, en primer lugar no tenéis que olvidar que sois las mejores amigas y que estáis de vacaciones, por lo tanto lo que debéis hacer es disfrutar, ¿entendido? ¡Disfrutar! - todas asentimos con la cabeza como si fuésemos los perritos estos que se ponen en los salpicaderos de los coches- En segundo lugar, es normal que Adriana tenga esa actitud, ha pasado demasiado tiempo
desde que no viene aquí – y yo alzo mi barbilla con orgullo y miro a mis amigas diciéndoles con los ojos entornados que por fin alguien me entiende. Lo que no me queda claro es si ellas entienden mi gesto - Pero… – prosigue y esta vez me señala con
el dedo porque ha visto que cuando me ha defendido me he venido arriba- eso no quita el hecho de que no hay comida y lo más sensato es ir a comer fuera y que tu comportamiento con respecto al pueblo y a las personas que vivimos en él raya lo absurdo- toma bajonazo me ha dado el cuerpo- En tercer lugar, a pesar del calor y que aquí se está mejor, te recuerdo que en la plaza de la iglesia no se puede aparcar y tu coche esta ahí cerca de una hora. Como tardes mucho más, igual cuando vayas a quitarlo tienes una multa – Mierda, mierda y mierda, ni acordarme- así que si o si tienes que bajar, montarte en el coche y buscar aparcamiento. Por lo tanto, puedes aprovechar la salida para ir a comer. Y en cuarto y último lugar yo me voy. Cuidar la casa y cualquier cosa me llamas. Cambia esa mierda de actitud, haz el favor Adri y recordar
disfrutar. Las tres.
Se acerca a mi, me da un beso de esos fugaces tan suyos, coge la maleta y desaparece.
He de reconocer que ahora mismo estoy entre flipando y enfadada. En primer lugar flipando porque ya sé de quién he heredado la manía de enumerar cuando quiero dejar
clara mi postura y porque nunca había visto a mi tío ponerse tan serio. Y en segundo lugar, enfadada porque me haya dicho que mi actitud es una mierda dándole así la razón a éstas, y se ha quedado tan pancho, y porque parece que nadie me entiende. Mis amigas están mirándome esperando una respuesta por mi parte, pero me conozco, y como le dé muchas vueltas a lo que ha dicho mi tío, el cabreo le va a ganar la partida al flipe, así
que sin pensarlo mucho decido hacerle caso y disfrutar. Llevo mogollón sin vacaciones, así que éstas las voy a disfrutar porque lo importante es que estoy con mis amigas. De modo que decido hacerlas partícipes de mi decisión.
- Muy bien, mi tío tiene razón, ¡estamos de vacaciones, a disfrutar pues! Venga vámonos a comer esas chuletitas y las pataticas a lo pobre, que me ruge el estómago.
- Hecho un meo y vamos – dice Almu saltando del sofá.
- ¡Ole, esa es mi Adri! – dice al mismo tiempo Marta.
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NO HASTA QUE ME DIGAS TU NOMBRE
RomansaCuando Almudena despierta a Adriana para decirle que se casa y que junto a Marta van a ser las encargadas de organizar la boda, se siente emocionada y nerviosa a la vez, ya que organizar todo implica pasar un mes entero en el pueblo que la vio nacer...