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Después de todo me ha hecho ilusión ver a Encarnita, parece que ha hecho un pacto con el diablo porque no ha cambiado nada. Ni ella ni su comida.
Al principio no me ha reconocido, cosa que por otro lado no me extraña. He pasado de ser una cría rechoncha y con gafas, la cual siempre llevaba el flequillo más largo de la cuenta para ocultarse por timidez, a una mujer que aunque sigue necesitando gafas, es mucho más segura y ha perdido esos kilos de más que siempre me acomplejaban. No voy a decir que soy una belleza, porque estaría mintiendo, pero tampoco estoy nada
mal. Lo que viene siendo del montón de las normales tirando a guapas.
Creo que la última vez que vine fue cuando tenía unos 14 años. Por aquel entonces todos los sábados me gustaba ir con mi padre a su finca a ayudarlo en lo que podía, aunque eso significaba madrugar tanto en verano como en invierno. Pero no me
importaba. Además, cuando terminábamos pronto veníamos a almorzar aquí, conejo al ajillo, tortilla de patatas, magra frita con tomate, ensaladilla, un bocata de salchichas… cualquier cosa que nos apeteciese. Aunque luego siempre tocaba bronca con mamá porque no nos apetecía comer. Entrar al bar de Encarnita significa salir alimentado para
una temporada, en serio, creo que hasta un oso después de pasarse por aquí podría aguantar todo el invierno. Poco después mi padre se puso enfermo y bueno…
Cuando por fin ha sabido quien era ha empezado a achucharme como si fuese mi tía la del pueblo. Bueno esa no, esa la tengo y seguro que cuando me vea, porque estoy segura de que a lo largo de este mes me verá, no me va a achuchar ni mucho menos, pero que se prepare que yo también vengo con la escopeta cargada. No me va a pillar desprevenida como la última vez que la vi.
Encarnita nos ha obligado a entrar con ella en la cocina mientras seguía trabajando para ponerla un poco al día de mi vida. Y yo, lejos de sentirme incomoda con tanta pregunta
me he encontrado cómoda conversando con ella. Además, con su carácter tan dicharachero nos ha hecho reír a carcajadas varias veces.
- ¿Tienes novio, marido o algo? - me ha preguntado una de las veces.
- No Encarnita, no tengo tiempo para esas cosas.
- Eso dice siempre- ha intervenido Marta- pero te aseguro que “amigos no le faltan”. Si no tiene nada es porque no quiere.
- Ay cariño di que sí, que “folla-amigos” de esos como decís las jóvenes de ahora no deben faltar. Ay si yo volviese pa tras, ¡me casaba en la raya de un lápiz! ¡Iba a ser más que la samaritana! Pero vamos que pa lo otro, para un novio, que no tengas prisa hija mía, que la Almu ha tenio suerte, porque el Manu es mucho Manu, pero que los tíos solo valen para una cosa y tampoco siempre, no te creas- me dije guiñándome un ojo
mientras prepara una ensalada.
- ¡Tendrás tu queja! - ha dicho ofendido su marido que ha entrado con un montón de platos sucios.
- No hijo mío, ¿quejarme yo? – dice teatralmente llevándose la mano que sostiene el cuchillo con el que estaba cortando el tomate, al pecho - Yo hermoso mío, no tengo queja ni de eso, ni de que seas el doble que cuando te conocí, ni de que tengas más entradas en la cabeza que en la taquilla del bernabeu, ni de que siempre te duela algo, ni tengo queja de tener que cocinar, fregar y ¡hasta limpiar tus palominos! To es perfecto en mi vida cariño mío, mi amor, mi vida, mi cielo.- y lo ha dicho con una cara tan angelical, un tono tan meloso, y un batir de pestañas tan exagerado, que aún ahora no
me queda claro si su marido ha pillado la ironía, o si es que ya la deja como cosa perdida. Pero nosotras nos hemos reído de lo lindo.
Bueno como iba diciendo, cuando al fin hemos salido de la cocina, hemos comido como cerdas, y lo mejor de todo es que no nos ha dejado pagar.
- Esto es sólo la primera vez, así que no os acostumbréis. Pero puesto que vais a estar aquí to el mes espero veros más de una vez y si no os mando la factura a Madrid ¡con
iva y todo!
Al final entre achuchones varios nos hemos despedido de Encarnita y su marido Miguel, prometiéndoles volver en unos días, cuando se nos pase el empacho.
Y aquí estamos, en el descampado que hay al lado del bar, fumando un cigarrillo mientras decidimos qué hacer y sudando como pollos. Hemos cogido del bar el programa de las fiestas. Esta semana es “la semana de la juventud”, en la que se organizan desde concursos de todo tipo, sangría, autos locos, gymkhanas, competiciones de parchís, bresca, dardos… campeonatos de fútbol, pádel… en fin, que todos los días hay algo qué hacer. Pero la verdad es que las tres estamos de acuerdo en
que pasamos de apuntarnos a nada.
- Vámonos al campo de mis padres. Ellos están en la playa así que tenemos la piscina y la casa para nosotras solas, que a ésta – le dice a Marta señalándome a mí- le hace falta coger color.
- Si, pero color rojo gamba, porque ésta lo que es morena no se va a poner seguro- le contesta la otra.
- Oye, si no os importa… ¡que estoy aquí coño! Meteos conmigo cuando no esté delante. Sería todo un detalle por vuestra parte. De hecho, con eso me conformo como regalo de cumpleaños- ahí sarcástica a tope.
- Hija mía para eso están las amigas, para decirse las cosas a la cara.
- Claro que sí Marta, claro que sí. Es sólo que nuestra Adri se ofende con una facilidad que alguna veces yo no sé si es porque es…
-Muy fuerte, lo vuestro es muy fuerte – la interrumpo mientras tiro la colilla al suelo y la piso, antes de que vuelvan a meterse conmigo - ¿Bueno entonces qué hacemos? Yo creo que deberíamos ir a casa, descansar toda esta comida y después ir al super, rellenar la despensa y el frigo de mi tío, cenar algo ligero y ver una peli al aire acondicionado. Y ya si eso nos vamos al campo mañana y pasamos ahí el día.
- La verdad es que a mí, después de estos días, el madrugón de esta mañana, el viaje, y el atracón que nos hemos dado lo que me pide el cuerpo es como mínimo una siesta – dice Marta apoyándome.
Y es que, aunque no le he preguntado como sigue porque la conozco y sé que ella tiene que procesar todo sola antes de hablarlo con nosotras, en varias ocasiones la he visto
perdida en sus pensamientos y con los ojos acuosos. Seguro que por más que lo intenta no consigue desembarazarse del todo del recuerdo de lo sucedido con su vecina. Pero
bueno… ya explotará. Y cuando ese momento llegué, que dios nos pille confesados, pienso mientras me santiguo mentalmente.
- Sois un coñazo de verdad. Pero bueno hoy os lo perdono porque os quiero mucho, pero a partir de mañana sois todas mías – dice Almu frotándose las manos como las
moscas.

NO HASTA QUE ME DIGAS TU NOMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora