Steve miraba a Tony en estado de shock. Cuando él empezó a besarlo, casi pierde la cabeza. Sus labios sabían tan bien. Quería besarlo hasta que ambos perdieran el sentido. Pero si se dejaba llevar y sucumbía a su deseo, Steve sabía que no podría contenerse y no se conformaría con un simple beso.
Querría más. Lo querría todo, cada centímetro de su cuerpo. La decisión que había tomado sobre darle tiempo a Tony, tomarse las cosas con calma y poco a poco, tener citas como cualquier otra pareja para ir conociéndose mejor, se le estaba yendo de las manos. Iba a ser suyo.
Pero ver cómo se alejaba creyendo que había sido rechazada de nuevo, fue más de lo que pudo soportar. «Está sufriendo, por mi culpa», pensó.
Se acercó a Tony, poniéndose detrás, y presionó su cuerpo contra el de él. Lo tomó por el pelo y le giró la cabeza, pegando los labios a los suyos. Envolvió su otro brazo alrededor de la cintura de Tony y empujó su cuerpo contra el de él. No solo lo besó. Lo devoró.
Su lengua recorrió los labios de Tony antes de empujarse al interior, exigiendo entrar, explorando cada centímetro de la dulce y caliente boca. Sintió que Tony empezaba a abrirse, poco a poco al principio, como un torrente después. Tony aceptó ese beso y se entregó en absoluto abandono.
La polla de Steve se endureció contra la cadera de Tony mientras empujaba. El gemía y gruñía mientras empujaba su cuerpo contra el de Steve, y él supo que no podía evitar que sintiera su erección presionar contra su cadera. Mientras movía su mano para meterla sobre el short corto, se preguntó si encontraría el mismo resultado en Tony. ¡Joder! El estaba tan mojado y duro... Lo acunó en su mano, con suavidad al principio, con más presión después. Cuanto más duro la acariciaba, más se pegaba y gemía Tony. Era tan jodidamente receptiva a su toque.
—Steve, deja que me corra —murmuró contra sus labios mientras empujaba su pelvis contra la mano. Steve no estaba seguro que Tony se hubiera dado cuenta que lo había dicho en voz alta. Separó sus labios delos de Tony y los llevó a su oído para preguntarle:
—¿Cómo tienes que pedir las cosas?
—Por favor —suplicó.
—¿Por favor, qué, conejito?
—Por favor, Señor, deja que me corra.
Steve mostró una gran sonrisa y metió la mano debajo de las bragas de Tony. Deslizó los dedos sobre el pene hasta llegar a la uretra de Tony. El pene estaba hinchado, pulsante, deseoso. Lo estimuló. Su conejito se merecía una recompensa por pedirlo de forma tan encantadora.
—Buen chico, conejito —le susurró contra el cuello—. Ahora córrete para mí, cielo.
Como si fuera una señal, Tony lanzó la cabeza hacia atrás mientras se empujaba contra la mano de Steve. Gritó mientras se corría y notaba cómo su pene se llenaba de jugos, mojando la mano de Steve. Éste siguió acariciándolo hasta que colapsó.
Levantó a Tony en sus brazos y lo llevó hasta el dormitorio. Lo dejó en la cama y empezó a desnudarle con rapidez. Le quitó la camiseta de tirantes, el short corto, las medias y las bragas. Entonces separó para admirar su premio.
«Precioso», pensó.
Su cuerpo tiene con unos bonitos pezones rosados; caderas redondeadas, donde podría cogerse con fuerza cuando le follara su bonito culo; cintura estrecha y algo de barriguita. «Un buen cojín sobre el que follar —pensó—. Nada de huesos que se clavan en el peor momento posible». Y sus piernas eran tan largas que parecían interminables. Steve no podía esperar a saber qué se sentía al envolverlos en su cintura mientras follaba el apretado ano de Tony. Había babeado con esa idea el tiempo suficiente para saber quesería perfecto.
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Porfavor, Señor (Adaptación al stony)
RomanceAnthony Stark lleva seis meses acudiendo al pub Avengers esperando que su dueño, Steve Rogers, se fije en él. Un día, cansado de soñar lo imposible, abandona el local decidido a encontrar a alguien con quién pasar una noche loca. Pero Steve no puede...