Las manos de Anthony temblaban de la emoción. Vagó alrededor de la casa, arreglando y volviendo a arreglar: los cojines del sofá, las velas de la mesa, alisando el mantel. Loki y Thor iban a ir a cenar con ellos, y quería que todo estuviera perfecto. Eran los primeros invitados que tenían desde que él y Steve vivían juntos, e iba a ser como una especie de prueba de fuego.
Aquella noche tenían mucho que celebrar. Steve había mantenido su promesa, y le había ayudado a encontrar un empleo que se ajustaba a sus deseos. El lunes siguiente sería su primer día como el nuevo y flamante recepcionista de tarde de un hotelito que pertenecía a un amigo de su amante. Aún recordaba la sorpresa que Steve se había llevado cuando, al ponerse ambos a escribir su currículum, había empezó a enumerar todas sus habilidades, entre las que se encontraban hablar español, alemán y francés.
—¿Dónde aprendiste esos idiomas? —le preguntó, asombrado. Y después añadió—: Esta noche, mientras follemos, quiero que me susurres obscenidades en francés.
Aquella conversación mientras elaboraban el currículum, hubiera sido el momento adecuado para contarle a Steve que provenía de una familia rica, petroleros de Texas, y por qué se había ido de allí a refugiarse en una ciudad a miles de kilómetros de distancia del que había sido su hogar. Pero no tuvo valor.
Hablar de su pasado, era como invocar al demonio. Tenía miedo que este la alcanzara de nuevo, ahora que había conseguido ser feliz. No quería rememorar todo el dolor que le había provocado su familia: la frialdad de su madre, y el desprecio que su padre sentía por él, desprecio que muchas veces se había manifestado en un comportamiento brutal y nada fraternal. Así que había mantenido el silencio, pensando que ya tendría tiempo, cuando estuviera preparado y seguro de lo que Steve sentía por él. No quería arriesgarse a perderlo por algo de lo que él no era culpable, pero que hacía que se sintiera como tal.
—Conejito, ¿cuántas veces vas a arreglar la dichosa mesa? — preguntó Steve mientras entraba en el comedor—. Vas a acabar arrancando el esmalte.
Tony hizo rodar los ojos. Steve lo envolvió en sus brazos y él suspiró. Apoyó su cuerpo contra el de Steve, inclinando la cabeza para un beso rápido.
—Solo quiero que todo esté perfecto. Son nuestros primeros invitados, y quiero que estés orgulloso de mí.
—Siempre estoy orgulloso de ti, conejito. Deberías saberlo ya.
Stark dejó caer la cabeza sobre el pecho del rubio, e inhaló profundamente. Adoraba el olor que se arremolinaba alrededor de él, a hombre, jabón y deseo.
Sonó el timbre de la puerta, y Tony se apartó del alfa con un gruñido y corrió a abrir la puerta, sonriendo. Allí estaban Loki y Thor.
—Hola, cielo —exclamó dando dos besos al pelinegro. Hacía días que no se veían y lo había echado de menos—. Thor, este contento de verlos.
—Hola, Tony, esperamos no haber llegado demasiado pronto — saludó Thor con una sonrisa—, pero aquí él joven—señaló a Loki con la cabeza—, estaba impaciente por venir.
—Nada de eso. —Cogió sus chaquetas y las metió en el armario del vestíbulo—. Estaba poniéndome nervioso, y eso habría ido de mal en peor si hubierais tardado más.
Los tres se rieron mientras cruzaban el pasillo de entrada hacia el comedor donde los espera Steve.
—¿Puedo ofreceros algo de beber? —preguntó mientras saludaban al rubio—. ¿Un poco de vino?
—Eso sería maravilloso, Tony —dijo Loki—. Te acompaño a la cocina, y así dejamos a los estúpidos alfas para que hablen de sus cosas durante un rato.
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Porfavor, Señor (Adaptación al stony)
RomantikAnthony Stark lleva seis meses acudiendo al pub Avengers esperando que su dueño, Steve Rogers, se fije en él. Un día, cansado de soñar lo imposible, abandona el local decidido a encontrar a alguien con quién pasar una noche loca. Pero Steve no puede...