Caídas.

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Realmente es curioso cómo un mismo término se puede usar para tantas cosas.
Leo textos que afirman que las mujeres son caídas, que relata en primera persona los parecidos que existen.
Y cuando me toca escribir, solo puedo pensar en que las caídas no son personas, no son hembras ni machos.
Las caídas son psiquis, son mentalidades.
No caemos por carne, caemos por neuronas, por lo intangible.
Nunca caemos por los ojos de una mujer, por esas esferas verde musgo que interpretan lo que reciben.
Caemos por la mirada, por lo implícito que hay en cómo usa esas esferas.
Nunca caemos por la boca, si no por los besos.
Nadie cae por lo físico, si no por lo mental y es casi gracioso como cuando pensás en una caída,
pensás en esa mujer que te sacó el aliento.
Pensás en ese amor y en esa primera mirada que dio lugar a ese primer beso.
Pensás en cómo esperaste ese momento, pensás en cómo te preparaste para saltar, y cuando saltás, pensás en la linda caída que estás viviendo.
Lo suave que son sus labios contra los tuyos,
sus manos que recorren tu pelo despeinado,
el viento que los junta en un abrazo.
Tal vez las caídas sí son mujeres,
tal vez estoy cayendo o tal vez ya caí,
pero no me arrepiento.
Caí de tantas formas dolorosas que una vez más no me va a hacer mal.
Por lo menos acá, el calor que siento es en el pecho y no en el cuello.
Por lo menos acá, me abrazan dos brazos y no una soga.
Por lo menos acá, sigo vivo.

Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora