Viajando, de nuevo,
en estos vagones sin destino
que me transportan a algun lugar vacío.
Una rubia desayuna al lado mio y el olor del yogurt de frutilla inunda mis fosas nasales mientras la voz de Gustavo Napoli se encarga de hacer lo mismo con mis oídos.
Pienso a dónde va esta gente.
Una señora vende chipa y es el olor a queso el que ahora se instala en mi nariz.
Me duele la cabeza, me pesa el sueño,
la noche sin dormir bien me pasa factura en las ojeras que ahora se adueñan de mi cara.
Termina la canción,
empieza el Pity a decirme como sale el sol en este día nublado, aburrido.
Escribo, pienso, interpreto lo que el universo dictamina a traves de mis huellas dactilares.
Los árboles siguen su camino por la ventana del tren. Me duermo.
¿Me duermo?
No, escribo.
Dibujo con palabras la escena perfecta para que algún lector trasnochado contemple como si fuera el pintor perfecto de un contexto aburrido,
mortífero.
Sigo imaginando los lugares inexistentes hacia donde se dirigen estos pasajeros.
San Miguel, Muñiz, Bella Vista, nunca libres.
Nunca hacia la libertad.
Siempre a cumplir lo que otros les dicen.
Sigo dibujando.
Sigo pensando.
Sigo preso de este tren que me encierra entre lo que imagino y lo que es.
Y nada lindo.
