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En algún momento su día se había transformado en una catástrofe.

Steve había dejado su cama con la que comenzaba a ser su común comportamiento de fuga, todo culpa y ceño fruncido, dejándolo con sentimientos amargos y la confusión sobre lo que se daba cuenta era lo que sentía, eso había sido la primera señal de mal augurio, de ahí las cosas se habían desencadenado hacia el desastre.

Debió sospechar que algo malo ocurriría cuando Pepper le envió un mensaje informándole que no podría acompañarlo al discurso en la universidad.

Tony había dado un excelente discurso motivacional, obsequiado becas y se atrevió a mostrar mediante hologramas sus recuerdos familiares sobre la última vez que vio a sus padres cuando era joven en el MIT.

Compartir ese momento de su vida del cual siempre se arrepentiría, lo había dejado sintiéndose vulnerable, percibiendo todo con un extraño grado de tristeza, deseando por primera vez en meses tomarse unas vacaciones, ignorar los acuerdos, mandar a la mierda a Ross y Fury, despedirse del equipo, terminar todo con Steve y guardar la armadura.

Entonces una mujer lo había enfrentado, y Tony choco con la cruda realidad.

Una madre que sufría ayudo a hacerle recordar la culpa de la cual había comenzado a olvidarse.

Al regresar a la torre, Tony fue directamente a la barra y después al taller, pidió a Viernes que abriera el archivo de Ross, una vez más se enfrasco en las bajas civiles de Sokovia, bebió directamente de una botella de whisky, descubrió el nombre del hijo de la mujer que se le había acercado al final del discurso.

En algún momento había terminado investigado todo sobre el chico. También noto ligeros temblores de vuelta en su mano. Pareció justo.

—Señor, el secretario Ross...

—No —zanjó Tony a su IA.

—Insiste en que es urgente.

—Desvía la llamada.

—Él está en la planta baja, señor — ofreció Viernes casi en una disculpa.

—Realmente —masculló dejando la botella sobre la mesa —. Sala de estar en diez.

Cuando entro a la habitación encontró a Ross solo frente a una ventana, el hombre parecía de lo más tranquilo, con las manos en los bolsillos, si Tony se hubiera demorado más, apuesto a que lo habría encontrado balanceándose y silbando al muy infeliz.

—¿Alguna razón para tener que soportar tu presencia en mi casa?

Ross dió media vuelta con una sonrisa estúpida en su rostro.

—Tony —dijo de lo más casual.

—¿Se supone que debo sonreírte e invitarte un trago?

—Eso me gustaría, pero me temo que esta no es una visita de cortesia, ayer el director Fury recibió una copia de los acuerdos de Sokovia, la ONU dará a conocer la información al público en los próximos días.

—Bravo por ti.

—Supongo que has pasado los últimos días analizándolos...

Estaba en lo cierto, pero no lo admitiría.

—No volveré a fabricar armas para el gobierno, para ningún gobierno.

—Veo que has tomado la decisión de dejar la armadura.

Tony lo miró irritado.

—Iron Man es un arma, Tony—continuó —. Ya no podrás actuar libremente si decides continuar con los vengadores, o aceptas los acuerdos o...

El día en que Steve Rogers llegó a su limiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora