once.

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Namjoon me había dicho que olvidara todo lo que vi aquella tarde, que sólo le estaba entregando un par de demos a ese señor, ya que su mayor talento era componer y rapear.

Sólo sonreí y con una reverencia le prometí jamás mencionarle nada a nadie, con la condición de que me mostrara su tan apreciado don.

Palmeó mi cabeza y despeinó mi cabello, sonriéndome de regreso con sus lindos hoyuelos expuestos.

—Nos vemos luego, Heejin. —Se despidió con la diestra antes de comenzar a perderse entre los demás alumnos de la universidad. Había insistido en traerme aquí para hablar, ya que mi instituto estaba vinculado y sólo eran unos edificios atrás. —¡No hagas travesuras!

Negué repetidas veces, para girar sobre mis talones y saltar alegremente hacia mi próxima clase.

Pensaba en lo maravilloso que sería comentarle al señor Hyosiuk que había descubierto un nuevo tipo de araña ayer por la tarde escombrando mi cuarto, pero al parecer eso tendría que esperar. Mi cuerpo chocó con uno mil veces más duro, logrando que cayera en seco contra las baldosas de la universidad de Namjoon. Un gemido escapó de mis labios, mis ojos comenzaron a aguarse y no podía moverme de la impresión.

—Mierda, eres tú. —El joven que había chocado conmigo ni siquiera se disculpó, sólo se quedó parado por un par de segundos antes de sacar un fuzetea de su mochila y posarlo en mis manos. —Espero que disfrutes tu fuzetea y dejes de acosarme, loca. —Y sin más, se fue, dejándome tirada en el frío suelo. Sabía perfectamente que había sido mi amigo de la biblioteca, un puchero se escapó de mis labios al ver el té de durazno entre mis brazos.

¡Adorable!

fuzetea » myg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora