trece.

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Y aquí estábamos; ambas paradas en la entrada de una salvaje fiesta con mayores de dieciocho años bañados en sudor y oliendo cada vez peor a alcohol. María se encontraba sonriente, mirando a todos lados como conejito buscando su zanahoria. Mientras yo sólo veía con miedo y repulsión a las personas que bailaban con demasiada cercanía.

—María, creo que esto fue una mala idea, deberíamos regresar y...—Me detuve al percatarme de que mi amiga mexicana ya no se encontraba ahí. Chillé en modo de protesta, habíamos acordado en no separarnos por nada del mundo. Me había abandonado.

Suspiré antes de adentrarme más en aquél lugar y sentarme en los escalones que se encontraban frente a la puerta principal. Mientras más cerca de la ruta de escape, mejor.

Posé mi rostro sobre mi mano, la cual se encontraba recargada en mi pierna derecha.

Esperé por más de media hora, buscando con la mirada a quien supuestamente tendría que estar conmigo hoy.

Vaya amigas que uno se consigue.

fuzetea » myg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora