veintitrés.

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El viento rebotaba en mis mejillas, mientras que mi cabello se despeinaba y yo mecía mi cuerpo con los pies.

Mordí mi labio inferior al ver a Suga saliendo de la primera tienda que encontramos y sonreí haciendo una reverencia cuando me ofreció un fuzetea. Lo tomé sin dudarlo.

—Si mis papás se enteran que hoy bebí dos fuzeteas y Namjoon me dio un pan con mantequilla, yo creo que se mueren de un infarto. Jamás he sido desobediente. —Yoongi detuvo su paso y volteé a mirarlo, tenía el ceño fruncido y una pose muy extraña.

—¿Sólo te castigaron con eso? —Negó repetidas veces antes de volver a caminar. —Con razón eres mimada hasta las páncreas.

Azoté uno de mis pies sobre el duro pavimento de la banqueta en la que nos encontrábamos. Me miró desinteresado por quinceava vez, me estaba molestando mucho.

¡¿Para esto me había sacado de la cómoda casa de Nam!?

—¡No soy una niña mimada! ¡No tienes ningún derecho de llamarme así, enano!

Abrió los ojos como platos y retrocedió un par de pasos. Se llevó una de sus manos al pecho y fingió desmayarse, burlándose de mi.

—No lo puedo creer, eres muy mala y alta. —se rió— debería tenerte miedo, pero pareces un perro chihuahua colapsando.

—En estos momentos desearía ser Aurora para dormir por siempre y no tener que volver a verte.

—¡Inténtalo!

fuzetea » myg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora