doce.

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—¿Tienes siquiera idea de lo que esto significa para nosotras?—María se encontraba detrás de mi rogando por milésima vez. Bufé cerrando mi casillero y tomé sus hombros con ambas manos, agité su cuerpo repetidas veces para ver si así entraba en razón. —¡Ascenso social!—La dejé, mi amiga extranjera era imposible.

—No podemos ir, son personas mayores que nosotras, María. ¡Nos comerán vivas!— Volví a caminar con ella siguiéndome los talones, era imposible.

Desde que llegué al instituto había insistido en ir a una fiesta de universidad, donde claro, Nayeon iría y quería que todas nosotras también fuéramos. Yo obviamente me negué, no podía, me rehusaba. A mis quince años yo sabía que era muy mala idea relacionarse con personas mayores de edad, tenían otros ejemplos de la vida y comenzaban a quererse devorar el mundo de una sola mordida.

—Por favor, Heejin. Prometo que te regalaré una caja entera de fuzetea si vienes conmigo, mis papás no me dejarán ir si no estás tú.

—Eso está clarísimo, ni a mi me dejarán ir, contigo o sin ti.

—¡Venga, ya! Por eso les diremos que estaremos de pijamada. —Mis ojos se abrieron de par en par. Díganme que esto no era cierto y que no planeaba poner en práctica los engaños exagerados que ponían en la rosa de guadalupe, ese drama mexicano que me obligaba a ver con ella. —Yo le digo a mis padres que voy a tu casa, y tú le dices a mis padres que vienes a la mía. Es fácil.

Mordí mi labio inferior, estaba nerviosa.

¡Éramos tan solo unas niñas!

Claro, ahora sí me permito decir que soy una niña.

fuzetea » myg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora