dieciséis.

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Salimos de la tienda que según su cartel estaba abierta 24/7, él me tendió un té de durazno y yo gustosa lo tomé. Sonreí por inercia y con una reverencia le agradecí.

Abrió la puerta de su camioneta y dejó que entrara primero para después subirse él y comenzar a manejar hasta mi casa.

Aún le había dicho que no podía llegar así como así porque no sabían que yo había decidido ir a una alocada fiesta con mayores de edad, él insistió con que merecía una regañada y un castigo por parte de mis padres.

Tenía razón, había sido una mala hija.

Lágrimas corrían desde mis ojos hasta llegar a mis mejillas, dejándolas pegajosas. Mi rostro seguro era un desastre, pero aún así no me importa más de lo que mis padres podrían decir de mi al llegar a mi hogar.

En un par de minutos ya me encontraba bajándome de la camioneta de mi amigo no tan mi amigo, lo miré por última vez y sin agradecerle el gesto sólo me dispuse a cerrar con fuerza su puerta de copiloto, logrando que se sobresaltara.

—Heejin. —Me llamó y me detuve por unos segundos, sin voltear a verlo. —No dejes de ser una niña.

Y sin más arrancó y se fue, dejándome con los mayores problemas que a mi corta edad puedo tener.

fuzetea » myg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora