01-Primer Beso

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Aristóteles y Temo habían tenido muy mala suerte desde que su relación había iniciado; Ahora eran novios, no podían limitarse únicamente a abrazos, halagos, choques de puños o besos en la mejilla. Necesitaban dar el siguiente paso, aquello que tanto anhelaban y que siempre resultaba interrumpido. Aquello que Temo ha soñado desde el día en la azotea, un beso.

Todo estaba planeado, tendrían su primera cita. Temo recibió ayuda de Susana (era la primera vez que sentía esa cercanía de madre e hijo), además también tuvo ayuda extra de Axel y de Blanca para preparar el famoso pastel de mil leches, con el que conoció a su alma gemela.

Mientras que Aristóteles recibió mucho apoyo de Polita, ya que ella le dio la idea de hacer un picnic después que su beso en las escaleras fuera interrumpido por un molesto sangrar en la nariz de Temo. Pero al menos eso había traído el pensamiento de que su primer beso debería ser especial e inolvidable.

Ambos obtuvieron permiso de viajar, bajo la condición de que debían ir personas mayores para que los cuidaran en todo momento. De pronto parecía excursión de escuela, los niños también irían a su tan esperada cita; Linda, Axel, Sebastian, Lupita, Julio y Frida.

—¡Oigan Aristemos! —habló Axel— ¡Se vayan a ir muy lejos eh! Y no vayan hacer algo que yo no haría.

—Pero Axel, Papancho dijo Ari y Temo que debían estar —Sebastian aplaudía con sus manos— chiflando y aplaudiendo.

—No es para que no nos vayan hacer caso —se sumó Julio a la conversación.

—Papancho dijo que los teníamos que cuidar —concordó Lupita.

—Por eso Ari y Temo se van a portar muy bien ¿verdad? —miró en dirección de los mencionados.

—Sí... Super separados como siempre —el rizado odiaba esa separación entre él y su novio.

—Bueno, vamos por nuestras bicis.

—¡Temo, nada más recuerda que chiflando y aplaudiendo! —sentenció Julio

—Ay no, no le hagan caso, ustedes diviértanse —Frida les dio buena energía, los niños comenzaron a correr.

Temo y Aristóteles rieron y observaron como todos caminaban dejándolos atrás, estaban realmente nerviosos cuando se miraron a los ojos.

—¿Vamos? —preguntó Ari, Temo únicamente sonrió asintiendo.

Al llegar a un lugar despejado y considerablemente alejado, colocaron una manta para poder sentarse y preparar sus cosas. El nerviosismo de Temo era muy notorio, rascaba sus piernas.

—¿Qué? ¿Qué paso? —rio el rizado, mientras sacaba algunos platos.

—Perdón, es que ahora estoy, estoy un poquito nervioso así que...

—No pues ya somos dos menso —le aventó una servilleta, ambos rieron—. Yo también me muero de nervios.

—No se te nota Ari, pero —rio— te juro que mi corazón está latiendo muy rápido —el rizado movió su cabeza tratando de escucharlo.

—Sí, sí, hasta aquí lo oigo —se burló.

—No, es neta, mira; Ven siente —toma la mano del rizado, llevándolo directo a su pecho.

Aristóteles podía sentir el corazón de Temo latir de prisa, estaba justamente como el suyo. Ambos se miraron a los ojos y con una sonrisa dijo:

—El corazón nunca se equivoca —se separó de Temo luego de unos momento—. Te tengo una sorpresa.

—¿Me estás copiando Aristóteles Córcega? Porque yo también te tengo una sorpresa.

—Sí, pero yo lo dije primero —tomó su mochila—, además nada le gana a mi sorpresa —sacó un pañuelo—. No te vayas a mover.

Testosterona (Aristemo) [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora