CAPITULO SIETE: TIBIO.

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Había pasado ya una semana desde aquella conversación que había terminado en una propuesta de matrimonio. Tal como él se lo había dicho, no habían tocado de nuevo el tema. Así que simplemente debía dar una respuesta al final del día.

Como era la noche mexicana, ella había asistido con el traje típico de Jalisco, de color blanco, su tono favorito en todo. Su cabello lo llevaba en dos trenzas francesas, luciendo las arracadas que le había regalado Carlota.

El convivio estaba en su plenitud cuando su padre la interrumpió.

-¿Lo ves? Te estas divirtiendo.

-Oh sí.- sonrió.- Te fascinara lo que tengo preparado para diciembre.

-¿Qué has planeado?- ella solo le dio un dulce beso en la mejilla.- Habla Xcaret.

-Eres mi socio, te mantendré informado.- su celular comenzó a sonar, así que se alejó de su padre.

En el estacionamiento la esperaba Abdel, mirándola encantada en cuanto salió ella del elevador.

-¿Has venido por la respuesta?

-Necesito saber que vamos a estar de acuerdo. Sabes que obtendremos más libertad y apoyo. No vas a necesitar mentir y pasar horas extras en la oficina, no deberás esconderte de nadie.

-Me suena a que solo hay beneficios para mí y más adelante no quiero que eso sea causa de reproches.

-Tengo mis razones. Lo has pensado por una semana ¿Qué dices?

Un mensaje llego a su celular, ella lo reviso y respiro profundo.

-Vendrá Luis, me tiene que entregar algo importante, quisiera recibirlo antes de darte una respuesta.

-Está bien, aunque creo que no es necesario puesto que ya sabes lo que me responderás.

Ella simplemente sonrió divertida, amaba verlo en su modo serio, de hecho podía decir que eso le gustaba y esperaba ver ese rostro más seguido.

Luis llego y lo saludo, luego le entrego una carpeta y le murmuro algo que Abdel no entendió muy bien. Luego de eso se marchó despidiéndose de él.

-¿Y?- la observo de una manera tan peculiar que la hizo sonrojarse.

-Siempre y cuando no te entrometas en mis asuntos, ni me juzgues por mis decisiones, yo haré lo mismo, a menos que nos perjudique o dañe a terceros. Confiaremos aún sin saber todo el uno del otro y nuestras familias no sabrán nada en absoluto, a puerta cerrada por completo, además, firmaremos un contrato prenupcial que asegurara nuestros bienes y dividiremos lo que hagamos juntos a partes iguales, no debemos dejar que nada se nos escape.

-¿Qué hay de hijos?

-¿Quieres hijos?- pregunto sorprendida.

-No pienso solo en el papel. Me gustaría que hubiera intimidad, lo de una pareja normal y por qué no, hijos también. No ahora, pero en un futuro, en unos seis u ocho años.

-Está bien, es obvio que vamos a tener que intimar. Nunca había pensado en casarme, mucho menos en hijos, pero es algo que tampoco me desagrada. Pondremos condiciones, piensa en todo lo que desees proteger y házmelo saber, así lo pondremos en el contrato.

-Gracias, casi puedo sentir que somos normales.

Ella sonrió divertida.

La verdad era que él estaba intentando protegerla, así que ¿Cómo podía decirle que lo que más le preocupaba era ella y todo lo que la rodeara si esa era una de las reglas de ella? No debía meterse en su vida, pero él era lo único en lo cual podía pensar, en mantenerla a salvo.

SERENDIPIAWhere stories live. Discover now