9. Alfred cuenta una historia

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Agoney salió a disfrutar de su "tarde libre". Rossy estaba a la expectativa, pero el joven fue a la librería para asegurarse de que no había ningún recado. Una vez comprobado, se encaminó al Ritz. Le dijeron que Raoul aún no había regresado. Era la respuesta que esperaba, pero fue otro jarro de agua fría para sus expectativas. Decidió acudir a la exuberante Lola Índigo para decirle dónde y cuándo empezó Raoul sus pesquisas y pedirle que hiciera algo para dar con su paradero.

La perspectiva de conseguir su ayuda animó al joven que, acto seguido, preguntó por Alfred García. Le dijeron que, en efecto, había regresado haría cosa de una hora, pero que había vuelto a marcharse inmediatamente.

Agoney se animó otro poco. El hecho de poder ver a Alfred ya era algo. Quizá él tuviera algún plan para averiguar qué había sido de Raoul.

Escribió una nota para Mimi en la sala de Alfred y, cuando estaba cerrando el sobre, se abrió la puerta.

— ¿Qué diablos...? —empezó a decir Alfred, pero se detuvo bruscamente—. Te ruego que me disculpes, Agoney, me has dado un susto y subo enfadado. Esos tontos de la recepción dicen que Raoul ya no está aquí, que no ha vuelto desde el miércoles. ¿Es cierto eso?

Agoney asintió.

— ¿No sabes dónde está? —preguntó con desmayo.

— ¿Yo? ¿Cómo iba a saberlo? No he sabido ni una palabra de él, aunque le telegrafié ayer por la mañana.

— Supongo que su telegrama estará aún sin abrir.

— Pero ¿dónde está?

— No lo sé. Yo esperaba que tú lo supieras.

— Ya te digo que no he sabido nada de él desde que nos separamos en la estación el miércoles.

— ¿Qué estación?

— La de Atocha. En el andén de los trenes que salen hacia el norte.

— ¿Atocha? —Agoney frunció el ceño.

— Pues, sí. ¿No te lo contó?

— Yo tampoco lo he visto —replicó Ago hablando despacio—. Sigue con lo de Atocha. ¿Qué hacíais allí?

— Me llamó por teléfono y me dijo que fuera corriendo, estaba siguiendo a dos, a Thalía y a un tipo.

— ¡Oh! —dijo Agoney abriendo mucho los ojos—. Ya comprendo, continua.

— Sí... estaban allí y se separaron. Yo seguí a Thalía. Raoul me puso un billete en la mano y me dijo que subiera al tren. Él tenía que seguir al otro —Alfred hizo una pausa—. Yo daba por seguro que ya lo sabrías.

— Alfred —dijo Agoney con firmeza—, deja de pasear de un lado a otro. Me pone nervioso. Siéntate en esa butaca y cuéntame toda la historia.

El chico sonrió tímidamente, se revolvió los rizos y obedeció.

— De acuerdo. ¿Por dónde empiezo?

— Por el punto de partida. La estación de Atocha.

— Entré en uno de esos madrileños y anticuados compartimientos de primera clase. El tren acababa de arrancar. Inspeccioné por el pasillo hasta el coche siguiente. Thalía estaba allí. Cuando la vi allí sentada, tan tranquila, con su ropa a la moda y sus puntillas caras mientras Amaia está desaparecida y... me maldije por no llevar encima un revólver. Tendré que arreglármelas para conseguir uno aquí en Madrid.

»Llegamos a Segovia sin novedad. Thalía detuvo un taxi y dijo el nombre de un hotel. Yo hice lo propio y llegamos con tres minutos de diferencia. Alquiló una habitación y yo otra. Hasta allí todo fue muy sencillo. No sospechaba ni remotamente que alguien pudiera seguirla. Pues bien, estuvo sentada en el vestíbulo del hotel, leyendo los periódicos, hasta que fue la hora de cenar. Tampoco habló con nadie.

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⏰ Última actualización: Feb 02, 2019 ⏰

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