Cαριτυlo ιν

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Korn y Sour, cada uno por su cuenta decidió ir al universo once y ver que todo estuviera, así obtendrían pistas. Pudieron hallar al dios vestido elegante. Con uniforme a la vista, por obvias razones no podía quitarse así por qué si el traje tradicional de dios.

El lugar no se veía lleno de sorpresas o bromas que le daban un toque único y humorístico, nada de eso. Por primera vez podían decir que no era una broma y se veía bien. Parecía un ser respetable, aún y a pesar de ser un payaso.

—¿Qué está sucediendo aquí?.

Supongo que habrá una gran celebración —dijo Korn sorprendiendo a Sour— pero los dioses de la destrucción no suelen invitar a los mortales a su planeta y menos celebran lo mismo que ellos. Quizás sea una broma.

Marcarita no sabía que estaríamos aquí. No pedí la ayuda de quien quiere llevarla al psiquiatra. No me sigas.

Yo no te estoy siguiendo, a mi me enviaron a vigilar a Marcarita — dio un suspiro— sólo hay que mirar que no haga una de sus locuras —. Ambos se ocultaron en un rincón que les regalaba toda la vista del panorama. Pudieron observar al dios acomodando cosas insignificantes— ¿Dónde está Marcarita?.

Parece que no está.

Eso es más que obvio.

—¿Ahora que? — pregunto Sour— es mejor retirarnos.

No, debemos esperar a que llegue Marcarita. Si tu te quieres ir, lo puedes hacer. Yo no me moverse de aquí, hasta descubrir sus verdaderas intenciones.

—¿Qué es todo esto? — el kaio-shin habia llegado, le parecía extraño el lugar.

—¿Qué haces aquí? —, el Dios sin dejar de acomodar los últimos detalles.

Señor Vermod ¿Qué está sucediendo aquí?¿Dónde está la señorita Marcarita?.

Esa es una buena pregunta —contesto Sour desde su lugar. Korn le dio un codazo para que guardará silencio.

Ella salió, la envíe lejos de aquí por un tiempo, sólo en lo que arreglaba todo —dentro de poco le confesaron la verdad— la envíe a entrenar al próximo Dios de la destrucción, a un planeta lejano.

—¿Por qué la quiere lejos?.

—¿No es obvio?.

—¿No me diga que usted? —se sorprendió el kaio-shin— ¿Ella sabe?.

No, aún no. Por esa razón estoy haciendo esto. Ayúdame.

Esta bien —tomó algunas cosas para decorar y las colocó donde creía necesario.

Los Ángeles observaban, los minutos pasaban y una voz femenina se escuchó— Ya regrese.

No puedes pasar —salió corriendo el Dios para detenerla. La miro por unos segundos y pudo notar lo que traía en sus manos— ¿Qué es eso?—.

Son flores, del planeta…

—¿Quien te las dio?.

Pues… no sé —contesto con simpleza— me las entregaron y en la etiqueta dice que es de anónimo.

—Destruire a ese tal anónimo.

Pero no sabe quien es.

Claro que si, es de anónimo.

jamás creí que fuera tan tonto como para…

—¿Qué cosa? —dijo el Dios— tienes prohibido entrar hasta que vuelva, debo destruir a anónimo.

— Pero…—, era tarde el Dios se había alejado.

Besos de lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora