Cαριτυlo νιι

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Días despues el Ángel del universo once se preguntaba ¿Por qué sus hermanos le mostraban tanta atención últimamente?, pero aún así no le tomó mucha importancia. Lo más seguro era que el gran sacerdote los obligará, era esa la razón, no es como ella fuera relevante para sus vidas, ya antes se lo habían dicho e incluso demostrado. La única razón por la que estaba aún con ellos, era muy simple, de todas formas no podría separarse completamente de aquellos que no le mostraban confianza, todo por ser hermanos, si no fueran algo así, sería común que la ignoraran, incluso eso lo hacían, pero por lo menos su padre hacía que tengan algún contacto.

En el universo doce el Dios cada vez caía bajo el encanto de su Ángel, el cual al final sólo sería una farsa, al igual que muchas de sus palabras y acciones.

Las hermanas conseguían ser parte de la vida de los dioses y no como sus asistentes. Su juego era demasiado cruel, pero entretenido para el rey de todo, el gran sacerdote estaba más que complacido con sus hijas, les agradecería por hacer que el rey pudiera divertirse, este gozaba observando como los dioses caían. Por suerte , el Ángel del décimo universo en aquél momento, no era vigilada.

Se lo pido, es un tiempo —rogaba el ángel del décimo universo— además, prometo encargarme de todos los deberes le corresponden hacer al dios del décimo universo, me refiero a usted, sólo ayudarme.

Me niego.

Señor...

No insistas, no lo haré ni por aquella propuesta.

Señor...

Ya te dije que no, punto final.

El dios del sexto universo y su Ángel han llegado —anunció el Ángel.

Valla, que sorpresa —dijo el Dios del sexto universo— lamentamos interrumpir su romántico momento.

No te preocupes.

Veo que no la estén pasando bien, ¿Por que será querida hermana? —Vados dio una risa que incomodo al dios del décimo universo.

Te equivocas —el ángel de apariencia más joven, tomó el brazo de su Dios que se confundió— estábamos hablando sobre algunos asuntos del universo, por que estaremos muy ocupados próximamente.

—¿Ocupados?, quiero una explicación... —su asistente le dio un leve pellizco, el cual al final le causó un leve dolor.

Debe seguirme la corriente, si hace lo contrario mi hermana no se que podría decir o hacernos. Si el gran sacerdote se entera, es nuestro fin, prometo explicarle todo más tarde.

Esta bien —dijo el Dios no muy convencido.

El dios aceptó, pero no sabía que era el inicio de algo que no lo llevaría a nada bueno.

El tiempo pasaba lento o esa era la percepción que tenía, la incomodidad en las palabras provenientes de los otros parecían ser causantes de un dolor de cabeza. Apenas era el inicio.

Besos de lujuriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora