Sorpresa

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- ¡TE DIJE QUE NO GRITARAS! - un fuerte golpe retumbó en la oscura habitación.

- Si vuelves a gritar niñita...

- Si vuelvo a gritar ¿que? Ya no hay nada más que puedas hacerme - un hilo de voz aunado de ira y tristeza.

Otro golpe hizo eco, una mano fuerte tomó del cabello de la joven de unos 16 años que se encontraba arrodillada frente al imponente hombre, tiraba de ella con intención de que lo mirara.

- No te conviene pasarte de lista, chiquilla, aún no te he mostrado lo mejor de mi - tiró una vez más de su cabello haciéndola caer de manos.

El silencio reino por unos momentos, el hombre caminaba en dirección opuesta a la joven, dirigiéndose a una vieja mesa de madera.

- Levántate - exclamó sutilmente, la chica permaneció inmóvil, reusándose a obedecer, quizás, tratando de retrasar lo inevitable - ¡TE DIJE QUE TE LEVANTARAS!

El hombre se acercaba a paso veloz, causando una reacción casi inmediata en la joven haciendo que se levantara de un tirón.

- Levanta tu camisa... - sus manos temblorosas levantaban la delgada tela que cubría su torso, deteniéndose a la altura de su ombligo - un poco más... - le tomó un par de segundos procesar lo que venía, no era la primera vez - no me hagas repetirlo - terminó por levantar su camina a escasos centímetros del borde inferior de su brasier.

Heridas en diferentes estados de cicatrización adornaban su abdomen, algunas totalmente curadas y otra más recientes. Aquellas frías manos se paseaban por cada una, causándole regocijo su creador.

- ¿Con qué jugaremos hoy pequeña Isabelle?

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Entre la penumbra que habitaba en aquella inmensa habitación unos ojos verdes se abren con desespero, examinando su alrededor, deseando no encontrar entre los oscuros rincones aquello que odiaba tanto.

Noche tras noche las pesadillas llegaban a ella acompañadas de la luna. Con poco animo se sentó a la orilla de su cama, mientras con una mano revolvía un poco su cabello en señal de fastidio. Se levanto y tomó rumbo a la cocina.

Aquella enorme casa aún le parecí un laberinto, de tal manera que sin preverlo terminó en el comedor. Una luz tenue provenía de una laptop en uno de los extremos de la enorme mesa de cristal, tras ella, la mujer de pelo rojo y azulados ojos.

- ¿No puedes dormir? Pequeña Isabelle - inquirió la mujer sin levantar la mirada de unos papeles al lado de la computadora.

- Solo quería un poco de agua, tú ¿qué haces aquí?

- Pues, me encargo del "pequeño" favor que me pediste ayer

- ¿A esta hora de la madrugada?

- Resulta que esa escuela que quieres salvar, como buen acto de caridad, viene con algunos detalles bastante delicados - extendió hacia la ojos verdes una hoja de color amarilla

- ¿Qué es esto?

- Eso mi pequeña Isabelle son el registro de irregularidades estructurales y administrativas de la escuela, sin contar los problemas sanitarios con los que cuenta.

Tú... Mi fuerza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora