Mesa para dos

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- Debería poner un par de velas... Aunque quizás sea demasiado.

La castaña rebusco entre las gavetas hasta encontrar un paquete de velas, tomó un par y las colocó en una base sobre la mesa; un par de platos blancos y tenedores plateados reposaban sobre un mantel negro decorado con sobremesas sencillos de color rojo, dos copas de vino y una botella.

- ¡Ostia! Mola un montón. - se detuvo un segundo a mirar a su alrededor, como supervisando que todo estuviese en orden. - ¡Mierda! El horno.

Con pasos acelerados se dirigió a la cocina atendiendo la comida. El timbre sonó, descolocando completamente a la castaña. Dejo sobre el mesón los guantes de cocina y se dio un último vistazo frente al espejo.

Un vestido corto, blanco y bien cernido a su cuerpo, simple, sin mayor detalle; su cabello suelto y una fina capa de maquillaje en su rostro.

- Bien, no estés nerviosa. - El timbre volvió a sonar - ¡Voy!

Acomodó su vestido y abrió la puerta, su sonrisa cambió drásticamente a una expresión de decepción mal disimulada.

- ¡Ala! Pero que mona...

- ¿Qué haces aquí?

- A mí también me da mucho gusto verte... ¿Puedo pasar? - sin esperar respuesta se adentró a la cálida sala, que mantenía un ambiente acogedor, con una iluminación tenue contrarrestando la luz de la velas y un música instrumental de fondo. - ¡Vaya! Veo que estás esperando visitas... - musitó observando la mesa arreglada.

- ¿Qué quieres Fernando?

Aquel hombre era alto, de tes blanca, ojos verdes y cabello castaño, una barba poblada y un cuerpo bien definido, de espalda ancha y grandes brazos. Vestía con chaqueta de cuero y jeans.

- Pues escuche que van a cerrar tu escuela y me preocupe por ti, así que vine a ver cómo estabas.

- ¿Cómo sabes...? Vale, ya ves que estoy muy bien, gracias por tu preocupación, ¿puedes irte ya?

- Puedo ver que lo estás - se acercó lentamente, más de lo necesario - estas hermosa... - rodeó su cintura con uno de sus brazos y acaricio su rostro con la otra mano.

- Fernando... Por favor, vete, ahora...

- Pero si acabo de llegar... - con una sonrisa traviesa se acercó a la castaña con intenciones de besarla.

Janneth retrocedió, movió la cabeza a un lado u desvío la mirada.

- Por favor... Vete.

El timbre sonó, causando un sobresalto en la joven. Fernando soltó a Janneth y se dirigió a la puerta principal. Sin más la abrió, dejando ver a Isabelle, con una botella de vino en la mano. Un pantalón negro de tela fina, suelto, acompañado de una blusa de seda verde oscura, que reposaba en el hombrillo de su pantalón, mangas largas y sueltas y un pequeño escote que dejaba al descubierto la línea entre sus senos. Un par de tacones negros que le hacían ganar un poco más de altura y su cabello suelto enmarcando su delicado rostro. Un abrigo negro largo colgaba de su brazo.

Ambos pares de ojos verdes se mantuvieron sostenidos uno contra el otro. Intentando responder preguntas que no podían ser formuladas en voz alta.

- Buenas noches bella dama, Fernando - extendió su mano hacia Isabelle esperando que ella la tomará, ella lo miró unos segundos y la tomó.

Tú... Mi fuerza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora