Desconocidas

3.5K 196 7
                                    

La luz del sol comenzaba a iluminar la inmensa habitación mientras las persianas automatizadas se abrían. Iluminaban un cuerpo semi desnudo sobre aquella enorme cama.

- ¿Señorita Whith? Es hora de su desayuno. - la catira refunfuñó - por favor serñorita Whith, me pidió que no la dejara llevar tarde a su clase.

- ¿Qhe horha eh? - arrastraba las palabras por aún estar adormilada.

- Son las 7:30, señorita - la joven se incorporó, abriendo sus ojos verdes uno a uno.

- Por favor Maria, te dije que me llamaras Isabelle - después de restregar sus ojos miró a la mujer de unos 50 años con su cabello totalmente blanco.

- De acuerdo señorita Isabelle. - la catira sonrió rendida.

- Supongo que es un avance, vale, en seguida voy. Me daré una ducha rápida.

María hizo una pequeña reverencia y salió de la habitación. Isabelle miró su teléfono, ya era sábado. La semana había sido bastante ajetreada, entre el hospital, las clases de administración y el asunto de la escuela no había tenido tiempo para respirar. Pero ya por fin la semana había acabado, tenía el día libre en el hospital, la escuela estaba casi lista, Marta se estaba encargando de los detalles finales, solo quedaban sus clases, que las había programado para la mañana y así tener el resto del día libre. Tenía este compromiso con la castaña y sus amigos, no habían tenido mucho tiempo para verse en la semana así que no se perdería esta oportunidad de verla por nada del mundo.

La mañana transcurrió según lo planificado, para la hora del almuerzo sus clases estaban terminando.

- Muy bien señorita Whith, el lunes tendremos una evaluación, para ver si esta usted entendiendo todo esto adecuadamente. Pronto se podrá hacer cargo de la empresa. - el hombre recogía algunos papeles del escritorio, para luego levantarse y extender su mano.

- Muchas gracias Mr. Brown - la catira tomó la mano del hombre despidiéndose así de él. Este salió de la habitación con su maletín negro.

La ojos verdes suspiró, su teléfono sonó eliminando el silencio que perpetuaba en la habitación. Una sonrisa se dibujó en sus labios al leer un corto mensaje de la castaña:

"Buen provecho cariño, nos vemos esta noche"

Esa mujer la estaba volviendo loca, y eso le encantaba.

El resto del día transcurrió tranquilamente, un merecido descanso después de una semana agotadora. La noche había llegado, ya arreglada y lista para salir, Isabelle tomó su teléfono y las llaves del Camaro y se dispuso a salir.

Unos minutos después se encontraba en la entrada del apartamento de la castaña, envió un mensaje para notificarle que estaba fuera. Mientras esperaba se percató de un hombre a un lado de la entrada del apartamento, parecía sospechoso, miraba a todas partes pero siempre volvía a la puerta, parecía querer tocar pero no se atrevía; en eso la puerta se abrió dejando ver a la castaña, miró el coche e hizo una seña con intensión de que Isabelle la viese, mientras cerraba la puerta del apartamento la ojos verdes bajaba del auto.

Sin haber pasado medio segundo el hombre se había acercado a la castaña.

- Jen... - la joven miró al hombre y poco sorprendida y luego a Isabelle que no estaba muy lejos.

- Fernando, no se qué haces aquí, pero ahora mismo no puedo hablar - comenzó a caminar en dirección al auto.

- ¡Jen por favor! - sostuvo su brazo impidiendo su andar.

Tú... Mi fuerza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora