Mar de lagrimas.

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Una enorme sala repleta de sillas vacías, cada fila más alta que la anterior, una gran tarima decorada de promoción en rojo, dorado y negro, y en el estribo de ésta una joven vestida con toga y birrete totalmente blancos, a su lado un cilindro rojo adornado con un escudo en dorado, que parecía ser de una facultad, y más abajo, el símbolo representativo de la medicina. Una medalla dorada se encontraba entre sus manos, la cual fue receptora de una lagrima.

En aquella inmensa sala, el ensordecedor silencio sólo era interrumpido por cortos sollozos que se escapaban sin poder ser controlados.

Una mujer mayor, de tes blanca, cabello canoso y ojos realmente oscuros, se acercó a la joven en silencio, postró su mano en su hombro como señal de consuelo. Unos ojos verdes y cristalinos miraron a la mujer por unos segundos para luego esbozar una tenue sonrisa, mientras tomaba su mano sin retirarla de su hombro. Sin romper el silencio ambas se levantaron y salieron de la gran sala apoyadas una en la otra.

Fuera de aquel teatro se encontraba una gran cantidad de personas, algunos llevaban trajes y vestidos y otros aún llevaban su toga de grado, gritos de alegría se escuchaban en cada esquina. La joven de ojos verdes caminaba al lado de aquella mujer mientras hablaban.

- Bien querida, muchas felicitaciones, por fin lo lograste, estoy segura que tus padres estarían súper orgullosos de ti. - decía la mujer mayor mientras abrazaba y daba pequeñas palmadas en la espalda de la joven.

- Gracias tía, todo esto no hubiese sido posible sin tu ayuda - la joven le brindaba una hermosa sonrisa mientras sostenía sus manos un tanto arrugadas por la edad.

- Para nada Mi quería Isabelle, esto es gracias a tu esfuerzo...

- ¿A su esfuerzo? A mí dinero querrás decir, después de todo fui yo quien pagó sus 7 costosos años de estudio - una voz gruesa resonó a espaldas de la señora.

Aquel hombre era sumamente alto, de cabello corto y totalmente blanco, ojos cafés y tes blanca, vestía de negro con un traje muy elegante.

- ¡Mario! ¿Por qué dices algo tan descortés? ¿No puedes solo tratarla adecuadamente aunque sea por hoy?

- Me importa una mierda, ya te graduaste así que espero que te vayas y me dejes la vida y la cartera en paz - aquel hombre se dio la vuelta y camino en dirección al estacionamiento.

- No le prestes atención querida, él siempre será un viejo cascarrabias.

- Muchas gracias tía, pero de verdad ya no quiero incomodarlos más, ustedes han hecho mucho por mi, en lo que pueda conseguiré trabajo y me iré.

- Isabelle... - la señora bajo la mirada y tomo la mano de su sobrina - hay algo que debo decirte - saco un papel de su cartera y se lo entregó a la joven junto con un juego de llaves con un llavero algo gastado por el tiempo.

- ¿Qué es esto tía?

- Ve a esta dirección mañana en la tarde, una mujer te estará esperando allí, ella te explicará todo. Perdóname Isabelle, por nunca poder protegerte - una lágrima se escurrió por la mejilla de aquella mujer.

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- No por favor... Deténgase... Déjeme ir... Auximmh... - una gruesa mano tapo su boca.

- ¡Cállate! No quiero que hables... Solo... Solo aguanta..
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- ¿De qué hablas Tía? ¿Qué es todo esto?

- Solo haz lo que te digo Isa, no vengas hoy a casa, no vuelvas más, solo ve allí mañana y no vuelvas - depósito un par de besos en las manos de la joven para luego abrazarla - te amo querida, tú siempre fuiste una hija para mí, y me siento tan mal... Tan culpable de todo aquello que pasaste... Perdóname Isabelle.. Perdóname por favor - se encontraba llorando fuertemente sin aún soltarse de su agarre.

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En la inmensa oscuridad yacía una pequeña llorando en silencio, con sus muñecas enrojecidas y un profundo dolor incontenible.

- Ya te acostumbrarás, la próxima vez no dolerá tanto...

Un pequeño rayo de luz entro a la habitación oscura a travez de la puerta, iluminando unos ojos verdes inundados en lágrimas.

- Intenta descansar - dijo aquella voz ronca y profunda para luego cerrar la puerta tras él, confinando aquella pequeña habitación nuevamente a la terrible oscuridad.
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La joven se encontraba sin palabras solo podía mirar a su tía que se alejaba mientras las lágrimas empapaban sus mejillas. Miro su mano que empuñaba a aquel arrugado papel y las llaves. Un sentimiento de nostalgia la invadió. Aquel llavero era algo pequeño, un animalito de juguete que debajo llevaba su nombre escrito con lápices de colores.

- Cuánto los extraño... - soltó un par de lágrimas más que limpio rápidamente y salió de ese lugar.

Tú... Mi fuerza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora