Si se ponía a pensarlo bien, ninguna de las notas que encontró en su auto tenían un fácil método para resolverse. De hecho, cada una era complicadísima a su manera; una con poca información y la otra con el idioma representando un obstáculo. Aún así, no era como si Brendon pensara que esos bloqueos fuesen imposibles de derribar. Y lo mejor era que ya había pasado la noche y en este nuevo día aprovecharía su tiempo libre para 1) saludar a su nuevo aliado –mismo que era vigilante en la facultad que él estudiaba– y 2) aclarar un poco más las dudas que le habían surgido recientemente.
Entonces ahí andaba, bajando rápidamente las escaleras y mirando a todos lados al compás de sus pasos. Buscaba a un sujeto alto de cabellera castaña y luego lo encontró en la cabina de seguridad cercana al estacionamiento. Fue corriendo hacia él.
–¡Dallon!
Al oír su nombre, el de ojos azules despegó la mirada del suelo y ubicó a Brendon disminuyendo su velocidad a medida que llegaba con él. Verlo de frente, tener la dicha de contemplar su juventud y su energía en su esplendor le hizo sonreír con calidez. Y más encantador fue que el pelinegro le correspondió la sonrisa. Las sonrisas hicieron de esa una mejor mañana para ambas partes.
–Buen día, Brendon –Su nombre. Su bonito nombre. Lo estaba pronunciando y sonaba fantástico, según calificaban sus oídos –¿No deberías ir a clase?
–Mi repuesta es un rotundo y limpio «no» –Dijo el menor mientras se balanceaba sobre sus talones –Estoy en mi descanso y la siguiente clase que debía tomar ha sido cancelada. La profesora de comunicación tuvo una conferencia que durará cuatro horas. Todo eso es la causa de mi felicidad, oficial.
Dallon asintió aprobándolo.
–Suena a que tienes suerte –Reconoció –¿Y por qué no vas a comer con algunos amigos? Si tienes tiempo después, regresas aquí. Y si no lo haces, está bien, no pasará nada.
–Piensa: si me voy y no vuelvo, pasará que mi investigación quedará atascada y ninguno de nosotros debe permitir que eso pase. ¿Ya entiendes por qué estoy aquí?
–Eso creo.
–Bueno, iniciemos.
–Pero no puedo –Dijo, deteniendo a Brendon de sacar su material de detective, y con esto hacía referencia a su cuaderno y las notas. Perplejo ante lo que el más alto dijo, ante aquella oposición, quedó inmóvil donde estaba y miró confundido al otro. Dallon procedió a explicarse –Estoy trabajando.
Con esa respuesta consiguió una risa boba por parte del chico, el cual todavía no podía creer que el policía se estuviese negando a hacer lo que él pedía.
–¿Y qué? Los vigilantes de aquí, y déjame decírtelo para facilitarte las cosas en estas seis semanas, no son muy activos. Aquí no hay robos, no hay homicidios ni hay peleas. La facultad de letras e idiomas tiene a los jóvenes más tranquilos del universo, aquellos que solamente se encierran en la biblioteca y no hacen nada malo, y no porque sea parte de las reglas, sino porque nadie sabe cómo hacer desorden. Aquí tu trabajo es meterte en ese cubículo, mirar un punto fijo durante siete horas y dormir tu trasero con la silla incómoda que te han dejado ahí.
–Te faltó un detalle sobre los estudiantes de esta escuela –Dijo Dallon a la defensiva, inclinándose un poco para que sus ojos dieran directamente con los marrones del más bajo, y sonrió –Hablan y hablan creyendo que todo lo que dicen es verdad.
–Es verdad lo que digo.
Había dicho eso por inercia, pero después de decirlo lo reflexionó y frunció su ceño. La mirada que le vio al policía fue una astuta, cautelosa y, juzgando por la sonrisa, divertida. Entendía por qué y reconocía que, sí, había sonado tonto y gracioso al darle la razón al castaño sin quererlo. Bufó rendido.
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You'll never know a single thing about me •• Brallon
Fanfiction... until it's far too late. En el inicio del mes del amor, Brendon comenzó a recibir algunas notas sin firma, algo bastante intrigante para el estudiante de la escuela de idiomas, por lo que decidió salir de su aburrida rutina para encontrar a esa...