–No.
–Sí.
–No.
–Que sí.
–¿Te das cuenta de que declaras a alguien culpable más rápido de lo que parpadeas?
–¿Qué más puede ser, Dallon? Awsten es estudiante de O'Conell. Le robó la canción y la cinta, y luego escribió esa nota y quizá le pidió a Billie que la pegara en mi libro... –Escuchó una ahogada risa por parte del castaño, así que se giró hacia él y lo miró mal. Definitivamente Dallon, el policía profesional, se reía de él y eso lo hacía sentir poca cosa –¿Te suena más serio si digo de nuevo que Finneas, Billie o Ryan es el autor o autora? –Preguntó Brendon molesto.
–¿No tienes clase ya? –Preguntó Dallon en cambio cuando dejó de reír y fingió limpiar lágrimas de sus ojos. Ni siquiera estaba llorando, notó Brendon.
Sin embargo, eso no borraba el cierto hecho de que el tiempo había pasado volando –comiendo papas fritas y hamburguesas, y bebiendo Capri-sun y Dr. Pepper junto al policía– y la clase que Urie antes vio muy lejana se estaba aproximando. Era cuestión de minutos para que comenzara, y casualmente era inglés lo que le seguía en su horario. Se apresuró a guardar todas sus cosas y Dallon se levantó junto a él.
A continuación, se despidieron para volverse a ver probablemente al día siguiente o –si Brendon descubría algo más– a la hora de salida. Dado que aún no había mucha confianza, la despedida mantuvo la distancia entre ambos y fue así: Brendon agitaba su mano desde la puerta y Dallon correspondía con una sonrisa y buenos deseos verbales. De un segundo a otro, ya no estaban en el mismo sitio que el otro.
Suspirando con fuerza, Dallon regresó a hacer su trabajo que, por cierto, sí era muy aburrido. Ojalá Brendon volviera pronto, pensó fugazmente.
Desde otra perspectiva, el muchacho de lentes corría tan rápido como sus piernas le permitían, abriendo la boca para respirar y sujetando fuertemente la correa de su mochila para que no se le cayera en el trayecto. Cuando dio vuelta en la esquina de un pasillo –como si realmente tuviese el humor para una racha de mala suerte– chocó con tres chicas que venían hablando y por estar pasándose un balón de voleibol no vieron al azabache. Esa, como también la velocidad del chico, fue la razón de su impacto.
Los cuatro estudiantes se quejaron, pero Brendon se preocupó más por su mochila tirada en el suelo y sus cosas saliendo de los bolsillos de ésta. Se tiró al suelo a recoger todo, ignorando a las chicas que vestían el uniforme del equipo de voleibol. Cuando ellas se fueron, pudo el pelinegro revisar que todo estuviese en orden dentro de su mochila. Y habría dicho que todo estaba bien si no fuese por el cúmulo de sensaciones que tuvo al ver la caligrafía desconocida de nuevo trazada en un papel arrugado.
Sonrió al ver la nota.
La tomó entre sus manos y así se la llevó a la clase, mochila en la espalda una vez que estuvo repuesta. Llegó con diez minutos de retraso al aula, pero tomando de nuevo en cuenta que el profesor Walker llegaba tarde comúnmente, apenas pudo tomar asiento y en el segundo en que lo hizo escuchó el saludo de su profesor. Se salvó de perder la clase por un bendito segundo.
–Hello –Con esa palabra inició la clase.
Todo lo que decía el profesor era lo mismo de todos los días. Un saludo seguido de un chascarrillo, el repaso de la anterior clase y luego la introducción del nuevo tema. Sí, lo mismo. Cosas como esas no movían la curiosidad del azabache como la nota en sus manos hacía. Era extraordinario cómo simples palabras escritas por una extraña o un extraño podían curvar sus labios en cuestión de milisegundos. Leerlas era apasionante para el joven investigador.
«El hombre oceánico & esos ojos oceánicos».
De esto tenía, como en todas las notas pasadas, tres preguntas que le darían información y que estructurarían el camino del caso. Primero, ¿cómo llegó la nota ahí?; segundo, ¿qué quería decir el mensaje?; y por último, ¿cuál era la pista que le brindaba ahora? Antes de comenzar a resolver cualquier incógnita, prefirió guardar la nota y fijar sus ojos en el profesor y su nuevo tema, el cual no era tan interesante.
–Pss.
Volteó hacia la persona que le hablaba, quien no era nadie más aparte de Billie, la extraña chica de sonrisa siniestra. Pese a la opinión que tenía de ella, le sonrió porque, ¡vamos!, le había ayudado mucho hacía días. Realmente la estimaba aunque pareciera que no.
–¿Qué?
–¿Te sirvió de algo lo que te dije?
–Sí, mucho –Respondió con la voz baja. No quería que Walker les atrapara hablando y les llamara la atención de nuevo –Gracias.
–¿Ya encontraste al idiota que te molesta? –Preguntó la de cabello teñido.
–Uh, aún no –Dijo con vergüenza.
–¿Cómo no? –Billie estaba indignada –Ya ha pasado tiempo. ¿Por qué no has encontrado nada?
–No dije que encontré nada, sólo que no he dado con la persona todavía –Corrigió.
–¿Necesitas ayuda con algo?
Impresionado de que la chica más escalofriante, indiferente y sinvergüenza de la clase –y probablemente de toda la escuela– le estuviese ofreciendo su ayuda, Brendon abrió tanto sus ojos y su boca también, la cual tardó un minuto para moverse y hablar.
–Ahora que lo mencionas... –Sí, tuvo la confianza de revelarle la otra nota, la cual hizo a la chica fruncir el ceño y soltar una risa no muy graciosa –Es de hoy.
–¿Me estás jodiendo? –Preguntó ella con la sonrisa que a Brendon no le gustaba tanto –Esta maldita persona realmente conoce la canción de mi hermano.
–No creo que tu hermano tenga que ver en esto –«Más bien, Dallon lo cree», quedó en su mente –Es decir, sí, es su canción, pero supongo que tú tampoco quieres creer que él es el que está haciéndome esto, ¿no?
–Yo sé que no es él. ¿Ya lo interrogaste?
–No –Contestó sincero –Yo sé quién puede ser el verdadero autor.
–¿Quién? ¿Es el que tiene que ver con el hombre oceánico?
Brendon en un principio estuvo cerca de decir el nombre del caballero francés, pero al oír a su compañera diciendo aquello lo hizo detenerse y reflexionar bien todo. Se dio cuenta de que no prestó mucha atención a eso del hombre oceánico, sólo a los ojos, lo cual era el título del poema y la canción de los hermanos O'Conell que según su teoría Awsten robó. Trató de responderse a sí mismo quién era el hombre oceánico, pero en ese momento no llegó a nada.
–No sé quién sería ese –Dijo en cambio –Yo había señalado a otra persona, pero si lo pienso, no tiene...
–Billie, Brendon –«Maldita sea», pensaron los nombrados al instante. Otra vez no, por favor –Les advierto que la próxima vez que los sorprenda hablando de otra cosa que no pertenezca a la clase, los sacaré a ambos.
–Lo sentimos –Se disculpó Brendon por ambos.
Billie, sin embargo, rodó los ojos y estampó su frente contra su pupitre. El profesor ignoró eso y continuó su tema. Desde su lugar, Urie se sintió ahogado con las palabras y las ideas que quería revelarle a su teñida compañera sobre los sospechosos. Apartando eso, también sentía un gran agobio al oír las mismas palabras del profesor una y otra vez. Amaba la clase de inglés, claro que sí, pero en esos días que tuvo algo mucho más interesante en qué concentrarse le había parecido muy aburrido sentarse y escuchar a Jon hablando.
Lo peor de eso, era que el hombre de barba repetía todo siempre, jamás cambiaba de página y eso era tedioso. Alfabeto, alfabeto, alfabeto. Siempre hacía importante énfasis en la secuencia alfabética, lo cual era más que odioso. Sin más alternativa, Brendon guardó silencio, se inclinó sobre su mesa y esperó abrumado la hora en la que la clase terminara. Sólo así conseguiría la oportunidad de continuar su trabajo y avanzar en la investigación. Ese era su nuevo pasatiempo favorito.
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You'll never know a single thing about me •• Brallon
Fanfiction... until it's far too late. En el inicio del mes del amor, Brendon comenzó a recibir algunas notas sin firma, algo bastante intrigante para el estudiante de la escuela de idiomas, por lo que decidió salir de su aburrida rutina para encontrar a esa...