El auténtico amor del perro es el lobo.

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Sirius Black tenía diecinueve años, el pelo negro azabache, los ojos grises y brillantes y hacía un año que acabó sus estudios en la escuela Hogwarts de magia y hechicería, sacando un Extraordinario en todas sus notas de los EXTASIS salvo en Pociones, donde tenía un Supera las expectativas, y vivía con Remus Lupin. Y amaba a Remus Lupin.
Sirius Black es un animago no registrado, y tomó la decisión de convertirse en uno cuando descubrió que Remus Lupin era un hombre lobo. Ese día nació de él un instinto protector que nunca había sentido con nadie, y eso que cualquiera que conociese a Sirius sabría que nadie protege a sus amigos como él. Pero con Lupin, ahora Lunático para él,  era más. Fue en tercero también cuando descubrió el significado de la palabra celos; ahí estaba Lunático, haciendo las cosas que Sirius hacía con las chicas, pero con un gilipollas de Ravenclaw. Un puto gilipollas, cómo le odiaba.
En cuarto se dio cuenta de que sentía algo por Lupin, pero no podía ser, a Sirius le gustaban mucho las mujeres, muchísimo. Pero ahí estaba, ese fuego en él cada vez que veía a Lupin de la mano de otro chico. Cada día después de luna llena, Sirius Black no iba a clase, porque quería ser lo primero que viese Remus Lupin al despertar. Y Lupin siempre sonreía al verlo. Encontró un placer nuevo en meterse en líos, y era esa mirada entre divertida y preocupada de Remus. Ese año también descubrió lo mucho que le gusta a Lupin el chocolate, y el té con leche, la música muggle y su gramófono, y leer. Y lo mucho que le gustaba que le acariciase el pelo con esos dedos tan largos. También supo entonces que Lupin tocaba la guitarra, y era muy bueno en ello, y una vez más sus malditos dedos. Nunca había visto unos dedos como los de Lupin. Pero a Sirius le gustaban las mujeres, mucho, muchísimo.
En quinto, Sirius y sus amigos, Cornamenta y Colagusano consiguieron su propósito de convertirse en animagos. A Sirius le gustaba ser un perro, y que le llamasen Canuto, sobre todo si lo decía Lunático. A veces le gustaba colarse en la cama de Lupin para dormir, porque el pobre Lupin siempre tenía frío, y Sirius demasiado calor. Sirius tenía pesadillas frecuentes con su familia y su madre lanzado la maldición cruciatus mientras le echaba de su casa. Apenas dormía, pero Lupin siempre sabía tranquilizarlo, y las pesadillas no eran tan malas con Lunático al lado. También le gustaba darle chocolate a escondidas. Sirius encontró como afición tumbarse en las piernas de Remus mientras leía y obligarle a leer en voz alta, "léeme" siempre decía, y Lupin siempre aceptaba, a veces porque le apetecía, otras veces porque Sirius le daba chocolate, pero siempre los dedos que obsesionaba a Sirius enredándose en su pelo. Dios mío, me gusta Lunático.
Sirius Black es un chico impaciente, insistente y a veces insoportable. Canuto necesitaba probar a Lunático, cada vez que Lupin se cambiaba de ropa delante de él, quitándose esos jerséis tres tallas más grandes y dejando ver sus cicatrices, Sirius Black tenía que encerrarse en el baño y desahogarse pensando en ellas. Le daba rabia pensar que en todos estos años no hubiese pensado en él ni un momento, enrollándose con todos esos chicos delante de él. Y yo qué. En sexto ya no aguantaba más, necesitaba besarle y saber qué es eso que tanto le gustaba de él, saber qué es lo que volvía locos a los chicos de la escuela. Pero Remus no le hablaba por culpa del gilipollas de Quejicus, aún así él sabía que poniéndole ojitos y suplicando un poco acabaría ablandando el corazón de Lupin. Y ahí estaba, en su cama, siendo estúpidamente sexy leyendo, lamiendo sus dedos para pasar las páginas y para provocar a Sirius. "Frankenstein", ese libro lo conocía, y le llenó de tristeza conocerlo tan bien. "Léeme" solo tuvo que suplicarlo una vez. Pero reconoció en seguida ese tono de voz, ese que decía "soy Remus Lupin, y pienso que por convertirme en lobo una vez al mes no merezco amor". Joder, a Sirius no se le ocurría nadie que mereciera más ser amado que él. Pero Sirius no era de palabras, Sirius era de piel y tacto, de olores y sabores y pasarse los cigarros. "Lunático, un Black como yo, un auténtico monstruo, si que no te merece."
Para el último año Sirius había conseguido una moto muggle y la estaba encantando para volar. Lunático, te voy a llevar a ver las estrellas. Pero Lunático pensaba que ninguna constelación brillaba tanto como los ojos grises de Canuto, ni mil soles darían tanto calor como su cuerpo desnudo abrazándole después de la luna llena. La casa de los gritos se convirtió en su pequeño hogar, hasta que por supuesto, un día entró James con Lily y vio a Canuto masturbando al bueno e inocente de Lunático, "DIOS. DIOS. LILY NO MIRES. ARRANCADME LOS OJOS POR FAVOR, ESTA IMAGEN SUSTITUIRÁ A LOS DEMENTORES EN MIS PESADILLAS" pero James sonreía, porque por fin. Ya no tenía sentido seguir escondiéndolo. Fue cerca de fin de curso cuando Lupin y Sirius decidieron que vivirían juntos, ya que en realidad ninguno de los dos tenía hogar. Black era odiado por su familia, salvo por los que habían sido renegados como él, como su tío Alphard, que le había dejado el oro suficiente para no tener que depender de sus estúpidos padres. Sirius había estado viviendo con los Potter una temporada, y Lupin no quería agobiar a sus padres con sus cambios mensuales, su madre estaba enferma y su padre cuidaba de ella, dos personas a las que cuidar eran multitud.
Sirius Black llevaba un año exactamente levantándose cada mañana gritando "¡¡¡LUNÁTICO!!!", y Lupin siempre iba corriendo a su cama, más divertido que preocupado, "sólo quería asegurarme que estabas aquí y no estaba soñando.", un año haciendo el mismo comentario exageradamente dramático, Lupin siempre se reía y acariciaba la cabeza de Sirius. Y a Sirius eso le gustaba más que nada.
Sirius Black no sabe expresarse con palabras delante de Lupin, a quien consideraba el rey de las palabras. Llevaba intentando decirle desde sexto que quería compartir con él toda la vida, pero en su lugar siempre acababa estampándole contra la pared, o contra cualquiera otro sitio, dejándose hacer mutuamente. Sirius ama a Lupin y su cuerpo le necesita.
Cuando Lunático se va a hacer cosas, Canuto toma la forma de perro porque echar de menos duele menos. También le gusta convertirse en perro cuando Lupin toca la guitarra, y cuando los dos se tumban en el sofá, con Sirius a sus pies esperando que Remus le acaricie detrás de las orejas. Pero, sin contar con el sexo, hay cosas para las que prefiere ser humano. Le gusta jugar con James al Quidditch, sabiendo que Lily y Remus le están observando, le gusta pasear sin camiseta los días de verano y robarle jerséis a Lupin en Navidad. A veces le gusta meterse en peleas cada vez que alguien mira mal que coja de la mano a su Lunático. También le gusta usar las palabras a veces, como por ejemplo para repetirle a Lunático lo guapo y sexy que es hasta que Remus se cansa y finge creerle, pero Sirius sabe que finge, así que sigue insistiendo "Eres increíblemente sexy, Remus Lupin" pensaba cada vez que le miraba. También le gusta leer los libros de Remus cuando no hay nadie en casa y sin que él lo sepa, y cantar Joy Division. La música muggle es su auténtica pasión, después de Remus Lupin.
Sirius a veces tenía pensamientos algo oscuros, y eso le atormentaba. A veces no sabía si se unió a la Orden del Fénix por convicción o por destruir a su familia. Le daba miedo no estar del lado de la Orden o simplemente en contra de los Black. Su familia apoyaba sin ningún miramiento a Lord Voldemort, su hermano Regulus se había unido a los mortifagos, al igual que sus primas Narcissa y Bellatrix, por suerte Andrómeda, su prima favorita, estaba de su lado y aunque no formaba parte de la Orden, la apoyaba. Sirius sabía con certeza que repudiaba totalmente los actos de Voldemort y los mortifagos, pero siempre la misma pregunta "contra qué estoy luchando". Sirius a veces desearía asesinar a toda su familia, "sería muy fácil, aparecerme por sorpresa, avada kedavra y librarme del peso de ser un Black" se sorprendía muchas veces pensando. Pero el día que las palabras por fin brotaron de su boca para decirle a Remus Lupin que estaba enamorado de él, también entendió una cosa y es que su lucha no es ni a favor de la Orden, ni contra Voldemort (al menos no únicamente), si no a favor de que todo tipo de magos, especialmente los marginados, como por ejemplo hombres lobo, puedan tener una vida digna y justa, y una convivencia apacible con los muggles.
Sirius Black lo diría hasta su muerte, incluso si acabara en Azkaban tenía claro que los dementores no podrían quitarle esto de la cabeza, Remus Lupin no le había salvado la vida, ni tampoco su vida era Remus Lupin, Remus Lupin le había regalado algo mejor, y era hacerle mejor persona día a día.
Sirius Black también temía a la guerra, a dejar al lobo solo y que sufra por su culpa. No puedo irme sin que Lunático pueda recordar lo que siento por él. Y por eso le escribió una carta que esperaba que Remus no tuviera que leer nunca.
"Querido Lunático,
Yo también tengo miedo, mucho miedo. Me da miedo esta guerra y que el mundo nos separe, y me da miedo que sufras por todo lo que pueda pasar. Me da miedo abandonarte y que nunca sepas hasta donde llega lo que siento por ti, que no sepas que me duermo pensando en tus dedos acariciando mi pelo, y me despierto pensando "qué me leerá hoy Remus", me da miedo no estar y que sigas pensando en ti como un monstruo, porque te prometo Remus Lupin que no existe nadie tan precioso como tú, y definitivamente no te merezco, no puedo merecer algo tan bueno como tú, con tu sarcasmo y tu timidez, siendo tan maravillosamente inteligente, sonrojándote cada vez que te digo lo sexy que eres, porque lo eres, créeme que lo eres.
Espero que jamás tengas que leer esta carta porque sigamos juntos, espero que ser un Black no me pase factura, espero que tengas que leer esto antes de tener que soportar que no estés, pero Lunático, tienes que saberlo, ni en mil vidas podría soñar haber conocido a alguien como tú, y mucho menos que de verdad hayas decidido compartir tu vida conmigo.
Te quiero,
Canuto."
Sirius guardó la carta en su chaqueta, y depositó en ella la fe de no tener que entregarla nunca.

Homo Homini LupusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora