El boggart y su nuevo temor

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Era su primera clase con Harry y estaba muy nervioso, necesitaba con total urgencia resultarle el mejor profesor que haya tenido nunca, ya no por él, que también, si no porque no podía decepcionar a James y a Lily siendo un profesor "del montón". Lily siempre pensó que sería un buen profesor, uno excepcional, el mejor de todos, se le daba bien los niños y sabía explicar conceptos, y una parte de él por pequeña que fuese, tenía que demostrar a Lily que no se equivocaba. 

Tras mucho estudiar la situación de los estudiantes respecto a los profesores que habían tenido anteriormente (uno tenía a Voldemort en el cogote y el imbécil de Lockhart... pensar que durante un tiempo le pareció atractivo) decidió que lo mejor sería impartir una clase práctica. De qué servían la Defensa Contra las Artes Oscuras si no tienes cómo practicarla y mucho menos contra qué practicarla.

En sus años como estudiante Remus fue de lejos el mejor en la materia de todo Gryffindor, no es que sus amigos fuesen pésimos (incluso Peter sobresalía un poco respecto al resto de su clase), simplemente él era mejor. A James y a Sirius les gustaba teorizar acerca de que posiblemente el hecho de que Remus estuviese catalogado como una especie peligrosa y oscura hacia que supiera manejarse mejor en estas artes, Remus simplemente pensabas que todo se basaba en estudiar y en practicar y que si sus amigos y su querido novio cogiesen un libro para algo que no fuese hacer gamberradas por todo Hogwarts llegarían de sobra a su nivel. Pero nunca pasó.
En todo eso pensaba mientras abrochaba la túnica y echaba las últimas gotas de la poción cicatrizante en una mala herida de una transformación.

"Un boggart, he conseguido un boggart y está en el armario ropero de la sala de profesores. Es algo simple y sencillo, con el claro objetivo de poder derrotarlo con un hechizo muy fácil, una clase graciosa,  reírnos un poco. No puede fallar nada, Lunático. No puede."

Antes de abrir la puerta fingió varias sonrisas hasta que encontró una que le convenció y parecía realista. Las miradas curiosas de los alumnos de tercero le estaban penetrando hasta lo más profundo, pero tenía que hablar, y explicar, y moverles y llegar y empezar la clase. 

—Bueno chicos, guardad las cosas y sacad las varitas. Hoy tendremos una clase practica. Venga, seguidme. 

Los murmullos de los chicos le hacían retumbar. Estaba nervioso y estaba solo en ello. Y tenía que fingir que todo estaba mal porque no estaba Sirius para darle un abrazo, ni Maggie para darle una sonrisa. Sentía que todos hablaban en susurro sobre su ropa, su aspecto enfermizo, sus cicatrices, su capacidad como profesor... y sentía que efectivamente no estaba a la altura, pero maldita sea Lupin, has sobrevivido a todo y a no tener nada, podrás con esto.

Por el camino se encontraron a Peeves, el poltergeist de la escuela, que con una absurda reverencia empezó a canturrear:

—Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin... 

—Yo también me alegro de verte Peeves, pero el señor Filch se enfadará mucho contigo si dejas ahí ese chicle. —se giró hacia los chicos con una sonrisa— veréis chicos, esto os resultará muy útil en un futuro. Es un hechizo sencillo. ¡Waddiwasi!

El chicle salió disparado a la nariz de Peeves que desapareció mientras maldecía a todo ser humano que se encontraba. Los chicos se rieron, y Dean y Seamus admiraron la pequeña hazaña del profesor, haciéndole sentir ligeramente más seguro de la clase que iba a hacer. El miedo al rechazo también se extendía a su profesión, especialmente cuando iba a dar clases al único niño con quien estaba en deuda. 

Al fin llegaron a la sala de profesores donde estaba Snape leyendo, o corrigiendo, haciendo cualquier cosa que honestamente a Remus le daba exactamente igual, pero sus ojos brillaban con algo de malicia, como siempre que miraba a Remus desde el primer año de Hogwarts y que empeoró cuando gracias a Sirius descubrió que era un hombre lobo. Por supuesto no se quedó, y no pudo marcharse sin humillar una vez más al pobre Neville Longbottom. Longbottom, ese apellido dio una nueva oleada de dolor y se prometió que ese pobre niño asustado conseguiría confiar un poco más en si mismo antes de terminar el curso y por eso sería él quien sería el primero en practicar con lo que tenía preparado. 

Homo Homini LupusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora