Vuelta a casa

130 17 0
                                    

Maggie estaba ayudando a hacer las maletas a Remus, él quería hacerlo con el método muggle, porque a partir del día siguiente todo iba a ser magia de nuevo y quería disfrutar por última vez de los placeres de la vida muggle. Una maleta para sus libros, vinilos, cassettes y sus CDs "debería de dejar de comprar tanta música", pero sabía que eso no pasaría. Llevaba la discografía de los Smiths, Pearl Jam, Tears for fears, Talk Talk, Depeche Mode, Joy Division, Radiohead, Nick Cave and the bad seeds, que jamás lo reconocería, pero le recordaba terriblemente a Sirius. A veces se sorprendía pensando "Ojalá escuchar con él the mercy seat porque esa canción es Sirius", y luego debía, no, no, tenía que repetirse una y otra vez que no, que no tiene que pensar en hacer nada con él, porque él es un asesino y lo que hizo fue imperdonable. También metió algo de poesía porque en los últimos meses se había reconciliado un poco con los versos, ya no sangraban de forma tan amarga, y eran más como un abrazo de un amigo lejano que te dejaba melancólico durante días.
Maggie le recordó que también debía llevar ropa, y que mejor se llevase la de invierno y en navidad podría recoger la de verano. Había conseguido también un "teléfono móvil", que era como un teléfono portátil para poder hablar con Maggie y asegurarse de que sus pequeñas plantas seguían vivan y la casa no había ardido. Remus prohibió a Maggie que bajase a la habitación dónde se encadenaba cada luna llena porque la visión de ese cuarto era horrible para cualquier persona, y más todavía para una muggle, no creía que su amiga estuviese preparada para ver los arañazos por los muebles, la sangre reseca en las paredes, y el olor metálico. Ya estaba todo listo, sólo faltaba dormir, y encantar el móvil para no necesitar batería, como su gramófono o su walkman. 
—¿Nervioso, Remus?
—¿Cómo no estarlo? En ese lugar empezó todo, todo está impregnado de recuerdos de nuestras travesuras, y mis primeras veces con Canuto... y además voy a reencontrarme con Harry, ¿y si soy una decepción para él? ¿y si soy mal profesor? ¡y si se da cuenta de que soy un monstruo!
—No te recordaba tan dramático, Remus, eres maravilloso con los niños, yo misma te he visto. Seguro que vas a ser un profesor maravilloso. ¡Recuerda llamarme al menos una vez a la semana! ¡Y toma! —puso unas tabletas de chocolate en su mano— Sé que allí tendrás chocolate de sobra, pero es para el viaje. 
Remus sonrió y guardó el chocolate en su abrigo raído. Abrazó a Maggie y le dio un beso en la frente. "Nos vemos por Navidad", y se desapareció hacia la estación King Cross, porque había decidido ir en el expreso, en parte por los recuerdos, en parte porque no podía permitirse otra forma de llegar Hogwarts. 

Se sentó en el primer compartimento que vio libre, y se dejó llevar por su cansancio. Dormía todo lo tranquilo que podía dormir cuando la Luna llena se acercaba, el lobo despertó a Remus al escuchar unos pasos entrar y cerrar tras ellos la puerta del compartimento. Hablaban en susurros, pero lo suficientemente alto para que el lobo que vivía en Remus los escuchara.
—¿Quién será?— susurró un chico que a juzgar por su voz estaba en pleno apogeo de la pubertad. 
 —El profesor Lupin. —contestó una voz femenina.
Sonrió cuando escuchó contestar a la niña que lo ponía en su maleta cuando el chico adolescente le preguntó cómo lo sabía. Su sonrisa se ensanchó cuando escuchó al chico adolescente apuntar que no tenía pinta de sobrevivir a un maleficio como Dios manda. "Si yo te contara...
El corazón de Remus se aceleró ante la conversación que estaba escuchando. Resultaba que estaba en el mismo vagón que Harry Potter, y no sólo eso, si no que había sido informado de que Sirius Black iba detrás de él, y para rematar, sus amigos tenían muy claro que Harry era un imán para los problemas lo suficientemente grande como para atraer a Canuto. Mierda. Pero era verdad, Sirius buscaba al chico, y el chico era un blanco fácil, de hecho posiblemente era como una diana humana para asesinos y locos mitómanos, cómo no serlo para Sirius, el tipo con el mayor conocimiento sobre Hogwarts junto a él y tal vez Dumbledore. 
Siguió escuchando la conversación, los niños hablaban de su futura visita a Hogsmeade, de las ganas de ir a Honeydukes, y recordó aquella primera vez que fue a esa tienda, la tienda de sus sueños, los más de ochocientos tipos de chocolates distintos que Sirius le compró una vez que se había comportado como un completo gilipollas, y esas deliciosas plumas de azúcar que muchas tardes compartía con Sirius. Hablaban de la casa de los gritos, rió internamente, si supierais la verdad de esa casa no tendríais tantas ganas de ir. Pero ojalá no supieran nunca que los gritos eran suyos, y mucho menos que sepan que esos gritos eran aullidos causados por un licántropo. Escuchó la tristeza de Harry por no poder ir, no tenía la autorización, y en ese momento se maldijo por no haber sido su padrino, y por perder en su día el mapa del merodeador, pensando que tal vez, con suerte, podría haberlo dejado sutilmente en su habitación con instrucciones de como utilizarlo. Automáticamente borró esa idea de su cabeza. Joder Remus, que Sirius está ahí fuera buscando al chaval. Escuchó también la pelea de entre dos de los chicos por lo que parecía ser un gato, no podía saberlo con exactitud porque no podía abrir los ojos y que Harry descubriera que realmente estaba despierto, pero escuchó un bufido que confirmó sus sospechas y sintió un ligero hedor a gato. 
Los chicos intentaron despertarle cuando llegó la señora del carrito, pero prefirió seguir durmiendo, ¿estaba realmente preparado para ver la cara de Harry Potter? esa cara que se parecía tantísimo a James, salvo los ojos de Lily, no podía mirarlo, no ahora, no sin saber cómo reaccionaría su propio cuerpo al verlo. Se abrió la puerta otra vez, escuchó una voz, supuso que de la misma edad que Harry y el otro chico, como impregnado en pubertad, hablaba arrastrando las palabras y sus palabras tenían un matiz de crueldad, cuando Remus escuchó al muchacho pasarse de la ralla con la niña, que aparentemente era de padres muggles, roncó a propósito, y como había supuesto, al saber que era un profesor se marchó. Y entonces pasó. 
El tren paró, todo quedó en totalmente en tinieblas, era como si el frío del cuerpo de Remus se extendiera por todo el vagón congelándolo todo a su paso, escuchaba las voces de los niños desconcertados, sería incorrecto decir que sintió que jamás volvería a ser feliz porque realmente era un sentimiento que llevaba años persiguiéndole . Pero Remus sabía qué estaba pasando, sabía por qué estaba pasando y le dolía el corazón. Sirius Black no está aquí, joder. Se puso en pie, y mandó callar. Dementores en el puto expreso, empiezo bien el año. Venía el recuerdo de Sirius contándole la muerte de James y Lily, diciéndole que ojalá hubiese confiado en él, dando vueltas a esa frase durante doce años, a la visita de Dumbledore y su "todo se solucionará aunque haya pasado tiempo". Se concentró muchísimo en su recuerdo más feliz, la noche de la boda de James y Lily, cuando aún solo eran los cinco, y Sirius y él follaron hasta que el cansancio les venció. Venga Lunático, concéntrate.
—¡Nadie guarda a Sirius Black bajo su capa! —Sí bajo la piel, en el pecho, siempre ardiendo, pero no está aquí, ojalá, u ojalá no, ya no lo sé. Los dementores no se movieron y el lobo estaba intentando salir a merodear. Sirius besándole, Sirius pidiéndole matrimonio en la boda de Lily y James, cogiendo en brazos por primera vez a Harry:

Homo Homini LupusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora