Huida.

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Remus no puede evitar sentirse aturdido en estos momentos. No sabe cómo ha pasado, y siente tantas cosas que desearía no volver a sentir nada. Está mareado y tiene ganas de vomitar y nada tiene sentido. 

No comprende cómo ha podido pasar esto, y menos todavía cuando. 

Había pasado la tarde con Harry, le había visto deambulando por los pasillos desde su despacho y había sentido una oleada de culpa al intuir que era porque nadie le había firmado el permiso para ir a Hogsmeade. Estuvieron hablando sobre por qué no le dejó enfrentarse al boggart, obviamente él pensaba que se convertiría en Voldemort, pero ahí estaba Harry, demostrando una vez más de quién era hijo y rompiendo sus esquemas para decirle que realmente pensaba en los dementores. Quej...Snape interumpió y la conversación se cortó. 

Después durmió un poco porque la poción matalobos siempre le dejaba echo polvo, y bajó al banquete de Halloween, pasó la noche hablando con Flitwick y Sprout, a veces con McGonagall y Hagrid, siendo consciente de que al otro lado de la mesa de profesores Snape destellaba odio. 

Y cuando ya estaba preparado para irse a dormir después de una noche maravillosa, lo escuchó entre los murmullos de los cuadros de la habitación. Alguien había atacado a la señora gorda. Alguien había intentado entrar a la sala común de Gryffindor. 

Salió al pasillo temiéndose lo peor cuando se encontró con Snape, quien le esperaba sonriendo con malicia.

—Has conseguido lo que querías, ¿verdad? has sido tú. 

—¿Qué? ¿de qué demonios me hablas, Snape?

—Le has dejado entrar. A Black. Fuiste tú.

Todas sus sospechas de pronto se confirmaron, y más que alivio cayó como una losa. Sirius había estado en Hogwarts. La esperanza por su inocencia se desvaneció al instante, cómo cojones iba a ser inocente un tipo que entra en Hogwarts con un machete e intenta entrar a la fuerza a la sala común de Gryffindor. 

Encima en Halloween, cuando James y Lily murieron, cuando al día siguiente le abandonó para matar a Peter y no volver jamás. En esa fecha que siempre lleva marcada en negro muy dentro de él. Una fecha que jamás podría olvidar. 

Snape se fue, dejándole abatido y desconcertado. Y cuando vuelve dentro solo puede sentarse, intentar no vomitar y dejar de buscar sentido a las cosas. 

Una, cada vez más pequeña, parte de él se negaba a pensar que realmente quisiera matar a Harry, pero entonces a quién. ¿Por qué iba a entrar en la sala común si no era a ello?, pero eso sería terminar de matar lo poco de Sirius Black que queda dentro de él. No estaba preparado, no podía hacer algo así. 

Llamaron a la puerta, esta vez era McGonagall. 

—Remus, supongo que ya te habrás enterado de lo que ha sucedido.

—¿También vienes a insinuar que yo le he dejado entrar? porque puedes irte por donde has venido.

Notaba como la rabia y el enfado fluía por sus venas, por sus arterías, por todo su cuerpo. 

—Remus, no... solo quería asegurarme de que estás bien... no me imagino el mazazo que ha debido de ser para ti enterarte de que ha entrado aquí. 

—Es horrible, Minerva. Y una parte de mí, muy muy pequeña y silenciosa, sigue pensando que él no ha podido hacerlo, o que su intención no era acabar con Harry. ¿Por qué soy tan imbécil?

—No es tu culpa, una persona no puede elegir de quién estar enamorado, no te martirices. Yo sé que no le dejaste entrar, y Albus también cree en ti. Ya sabes que Severus puede llegar a ser muy hostil, no le hagas caso, por favor. 

Remus asintió. Mientras Dumbledore le creyese y Harry estuviese bien, no tenía de qué preocuparse. 

—Ahora deberías descansar, se acerca la luna llena. 

McGonagall salió de su cuarto.

Remus se asomó por la ventana, no vio ningún perro negro y gigante, solamente vio a Crookshanks, así que decidió que mejor sería tomar una poción de sueño para descansar al menos un poco. 

Remus durmió y siguió ajeno a todo lo que pasaba ahí fuera. 

No sabía que Sirius había hecho una pequeña parada de cortesía en el despacho del profesor, todo apestaba a Remus y nada era tan embriagador como ese aroma, y el Sirius perro quería quedarse a vivir entre las cosas de Remus, pero el Sirius humano deseaba con más fuerza poder dormir a su lado de nuevo, por eso se tuvo que contener para pasar mucho más tiempo en ese despacho impregnado en la esencia de Remus. 

No pudo irse sin olisquearlo todo, también se paseó por el aula, reconociendo en seguida el sitio de Harry, era fácil reconocer su olor entre todos los asientos. Quiso dejarle cualquier tipo de mensaje para que supiese que era inocente, pero nunca le creería así, y tampoco quería que le odiase más de lo que posiblemente ya lo hiciera. 

Supuso que a estas alturas ya sabría todo lo relacionado con que para todo el mundo mágico él traicionó a sus padres y mató al cabrón de Peter, y viviendo con muggles y habiendo visto la telefusión, debía pensar que era un psicópata. 

"Un psicópata yo, si lo único que quiero es hacer justicia. Si ser un psicópata es estar obsesionado con matar a la rata que se cargó el futuro de sus mejores amigos, entonces sí que soy un psicópata."

Cuando estaba saliendo del castillo se encontró a Crookshanks. Sentía un amor infinito hacia ese gato, era como el único amigo que le quedaba con vida y que seguía confiando en él. Sirius estaba triste, muy triste, y Crookshanks lo sabía. Le mordió con cariño en la oreja y Sirius le lamió la cara. Estaba triste porque a estas alturas todos sabrían que entró machete en mano en Hogwarts, y que intentó entrar de forma no muy amigable a la sala común de Gryffindor.

No le quedaban esperanzas de que Harry le creyese, pero las pocas que le quedaban de que Remus creyese en él, se esfumaron. Y no hay nada peor que una persona que ha perdido cualquier tipo de esperanza, por eso se aferra como a un clavo ardiendo a la idea de descubrir la verdad. Sirius solo quiere volver a sentir esperanza. 




Homo Homini LupusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora