Capítulo 1: El Mundo va a la Guerra... otra vez.

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Parte 1: Las Secuelas de una Declaratoria.

"La gente va a la guerra. Matan, mueren, destruyen y sufren. Entonces... ¿Qué hay de diferente ahora?"

Ciudad de Londres, Distrito de Inglaterra Sur, Reino Federal Parlamentario de Europa.

Yo, Le Fay Pendragon, segunda hija de la noble casa de los Pendragon en Inglaterra, caminaba por la calle intranquila. Ya no era raro que fuera por allí con mi uniforme de maga, ya que la mayor parte de la humanidad sabia sobre la existencia de la magia, y por lo tanto, de los magos. Caminaba por las calles de una estructuralmente antigua Londres, donde a pesar de las guerras la mayor parte de las estructuras antiguas había sobrevivido. Recuerdo cuando mi abuelo me comentaba sobre aquellos días en los que, temerosos durante las noches, bajaban a los sótanos de las casas para resguardecerse, mientras de fondo se escuchaba una sirena de alerta de ataque aéreo amortiguándose a medida que se adentraban en las entrañas de la tierra, sacudida por las bombas. ¿Cuántos años habían pasado desde aquella época? No valía la pena contarlos.

La gente estaba eufórica. Mujeres comentando alegres sobre las ofensas de las criaturas sobrenaturales. Niños jugando a que investigaban, perseguían y atrapaban a un ángel. Madres que, orgullosas, despedían a sus hijos que iban nuevamente a la guerra, a menos de 5 años de haber terminado la última. Pero ahora era diferente, o al menos así lo sentían ellos. Esta era una guerra luchada contra un enemigo común, un enemigo de la humanidad. No de sus gobiernos. La gente sentía que contra quienes iban a pelear eran sus enemigos, y era lo justo ir a por ellos. Los soldados marchaban hacia las localizaciones de los portales con las cabezas altas, armas firmemente tomadas, botas chocando sonoramente con la calle a medida que salían de las calles donde desfilaban y se subían a los transportes que los llevarían a sus futuras bases. Muchos sabían que era una guerra difícil, de la que muchos no saldrían para contarlo. Y aun así iban, más motivados que cuando luchaban contra sus países vecinos. Porque sentían que había un enemigo en común, alguien que debía ser exterminado. Algo por lo que podrían identificarse con sus gobiernos, familias, camaradas y vecinos. Era un nuevo símbolo de unidad.

Los soldados a quienes se les había ordenado permanecer en las ciudades, resguardándolas de un posible ataque sorpresa sobrenatural debido a su facilidad con la magia de transporte, miraban con envidia a sus sonrientes y marchantes compañeros. Se despedían con abrazos, gestos, sonrisas, promesas de salir a tomar, a bailar, a buscar mujeres y despertar en medio de la calle sin recordar que pasó la noche anterior. Sabían de la poca probabilidad de cumplir esas promesas, pero de todos modos las hacían, esperando que esta guerra que nuca nadie pudo predecir no los matara y pudieran volver con sus amigos y familias.

Eso era lo que pude observar mientras caminaba por la calle. Harta de eso, me fui corriendo de allí, camino a la mansión a la que llamaba casa. Es cierto que mi familia fue de las pocas que logro mantener su posición de noble en Inglaterra después de la guerra de anexión, pero eso no me hacía sentir mejor. Era un pasado del que no era parte.

Habiendo estado involucrada con lo sobrenatural por mucho tiempo, los miembros más viejos de mi familia y nuestra biblioteca se convirtieron en una mina de oro para científicos y agencias de inteligencia. Hacía poco más de 2 años cuando tocaron la puerta, pidiendo amablemente entrar a la casa. Yo estaba debajo de la escalera principal cuando sucedió eso. Mi padre contesto que no quería ver a nadie, probablemente por algún día duro en relaciones con otros nobles. Segundos más tarde de que dijera eso, la puerta fue forzada violentamente, y miembros de la 3SP irrumpieron en la casa, y arrastraron a mi padre escaleras arriba. No sé qué pasó después, pero escuche algunos gritos venir de arriba, y luego los oficiales se largaron con sonrisas en su cara, arreglando la puerta en el camino. Mi padre entonces convoco una reunión familiar, llevando la cara más pálida que le he visto en su vida.

DxD: La guerra a la que fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora