Capítulo once.

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Nos acercamos a una mesa donde había comida y cosas para tomar. Ella miró esporádicamente y soltó un frustrado suspiro.

—¿Qué sucede? —le pregunté.

—Puedes creer que no tengan nada que no provengan de un pobre animal —Dijo.

—¿Estás segura? —dije y giré a ver la mesa.

Ella tenia razón, allí había de todo pero nada no proveniente de un animal.

—Son todos unos cerdos —dijo mirando a la gente —Presumiendo su dinero y poder, y riendo con una copa de Martini entre los dedos.

—¿No te gusta esa gente?

—Para ser sincera, no. Pero toda mi vida he vivido entre ellos y todavía no los tolero.

—Te entiendo, esta gente es demasiado irritante —Le dije. Se giró a verme.

—¿Vienes seguido verdad? —Preguntó.

—Si —dije asintiendo.

—Es la primera vez que vengo a un lugar como este. Y te aseguro que hubiera preferido quedarme en casa mirando una pelicula y comiendo helados.

Miré a nuestros padres y hablaban animadamente.

—¿Crees que hagan algún negocio? —Le pregunté.

—¿Quien sabe? —Dijo y los miró también —¿Ese es tu padre?

—Si, el es mi padre —dije en un suspiro.

—No te pareces mucho a él —Me dijo. Giré a verla.

—No, me parezco más a mi...

Me miró esperando que terminara de hablar. Sentí un pequeño nudo en el pecho, algo que me impedía hablar de ella.

—¿A tu madre? —Me preguntó. Salí de mis pensamientos y la miré.

—Sí, si a ella —Dije rápidamente. Miré hacia uno de los ventanales y la noche estaba bella. Sería bueno salir un poco —Oye, ¿salimos de aquí?

—¿Adónde? —preguntó confundida por mi repentino interés en salir de allí.

—Conozco este lugar, he venido antes. Tiene un muy bello jardín, podemos salir a caminar —le dije. Miró a su alrededor y volvió a mirarme.

—Está bien, vamos —me dijo.

Apoyé una de mis manos en su espalda y la dirigí levemente hacia afuera. Salimos y la leve brisa golpeó nuestros rostros. No hacia calor, ni frío. La noche en verdad era perfecta. Comenzamos a caminar, por lo que parecía un laberinto de enredaderas.

—Wau, esto es increíble —dijo mirando a su alrededor.

—El jardinero que hizo esto se merece una consideración —acoté —Juguemos a las veinte preguntas.

—Que sean cinco —dijo divertida.

—¿Cinco? ¿Nada más cinco?

—Nada más —sonrió.

—Está bien, acepto tus condiciones. Comenzaré yo —Acomodé mi garganta —¿Te agrada haberte encontrado conmigo esta noche?

Rió por lo bajo y me miró de reojo.

—Ciertamente... no me molesta —dijo.

—Oh, eso es bueno —dije y ambos reímos —¿Playa o montaña?

—Depende —contestó.

—¿De qué?

—¿Esa es otra pregunta? —preguntó.

© Dulce Obsesión -𝙅𝙐𝙉𝙂𝙆𝙊𝙊𝙆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora