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— La comida estuvo deliciosa — dijo el castaño a mi lado.

— Sé que no es lo que acostumbras pero a mí me encantan las cosas sencillas — dije terminado mi pollo agridulce —, olvidé darte tu galleta de la fortuna — busqué dentro de la bolsa de papel las galletas que me vi a obligada a comprar gracias a la chica del restaurante.

— No creo en esas cosas pero dame la mía — estiró su mano y se la entregué.

— La mía dice así, Es una locura amar, a menos que se ame con locura — me reí por la frase sin sentido — ¿Qué dice la tuya?

— La mía dice así — se tomó su tiempo para abrirla, cosa que me impacientó —. El amor de tu vida está frente a ti — Arrugó el pequeño pedazo de papel.

— Eso no es lo que dice, muéstrame.

Me levanté de mi asiento y le di toda la vuelta al escritorio hasta plantarme frente a él, sus ojos me examinaban de pies a cabeza y era algo que comenzaba a gustarme.

— No tengo que confiar mi destino a una galleta de harina — me sujetó de la cintura y me sentó en sus piernas —. Quiero que éste sea mi destino y fortuna.

— Eres tan romántico Aaron — en cuanto mencioné su nombre apretó mis mejillas con una de sus manos y me obligó a besarlo.

Esta es una de las pocas veces dónde me siento feliz en mi totalidad, dónde me siento como una adolescente de nuevo.

Sentir esas mariposas en el estómago cuando lo veo, esos nervios cuando me mira a los ojos, cuando pronuncia mi nombre, todo, estoy comenzando amar todo.

Y sé que hago mal mintiéndole, Caín tiene razón, las cosas no acabarán bien para ninguno de los dos, la mala del cuento seré yo y no podré remediarlo.

Remordimiento de conciencia.

— ¿Qué tienes? — preguntó.

— Nada, es solo que me perdí en mi mente.

— Sabes, daría lo que fuera para saber qué es lo que pasa dentro de esa cabeza.

— Créeme no quieres saberlo, hay muchas cosas que no quiero que sepas — confesé y eso le dió la bastante curiosidad.

— Sé que piensas que me avergüenzo de ti, pero te equivocas Larisse, no lo hago, todos hemos tenido un pasado bastante jodido y no soy la excepción. Yo sé que eres diferente y te amo por eso y tengo la convicción de que eres el amor de mi vida.

— Eso es lo que tú crees, que tal y soy tu segundo amor.

— No digas tonterías, lo sé, y lo siento aquí — sujetó mi mano y la llevó hasta su pecho, junto a su corazón.

— Eres todo un romántico, pero ¿Por qué yo? el lugar estaba lleno de chicas hermosas y altas — me reí —, de todas me preferiste a mi.

— ¿Y por qué no? Es decir, si tan solo te vieras cómo yo lo hago — murmuró y nuevamente aquella sonrisa se había posado en sus labios —. No suelo hablar de sentimientos con nadie. Ni siquiera soy con todos como lo soy contigo, tienes un efecto en mí, algo que yo no sabía que existía — admitió riendo —, haces que mi carácter frívolo y egocéntrico quede de lado en cuanto estás conmigo.

— ¿Y cómo eres conmigo? — pregunté para molestarlo.

— Soy distinto — se encogió de hombros para no entrar en detalles.

— Sé cuál es tu reputación Samael, no tienes que esconderte, no tienes que esconder quién eres, y mucho menos debes esconder que tienes cientos de amigas.

— Eso es lo que son, amigas Larisse. Tengo una reputación intachable y no me siento muy feliz por eso.

— ¿No te da miedo perder esa reputación? seguir siendo el mujeriego Caldwell — dije entre comillas.

— A la mierda mi reputación, no me importan sus opiniones, solo la tuya.

— ¿Entonces me quieres?

— Sí, demasiado.

— Prometes no dejarme.

— ¿Dejarte? nena, eso no está en mis planes — susurró acercando mi rostro al de él dejando que nuestros labios se unieran en un largo beso.

Tengo una tonta sonrisa en mi rostro, él dice la verdad, solo me gustaría poder hacer lo mismo, ser totalmente honesta.

Pero no puedo.

— Quería preguntarte algo — se relamió los labios y me miró a los ojos — ¿Quieres mudarte conmigo?

— ¿Vivir contigo? — Pregunté asombrada, eso no me lo esperaba — No creo que sea lo correcto Samael, digo, no lo sé — me encogí de hombros.

— Solo di que sí, te quedarás conmigo, y así ya no te extrañaría tanto. Además podríamos vernir juntos al trabajo.

— ¿Tanto me quieres? — Volví a preguntar.

— Esto no es nada, solo es un capricho mío, quiero tenerte a mi lado todos los días. Así también me aseguraré de que vuelvas a mí.

— Eres bastante inteligente ¿Me consentirás? — pregunté e hice pucheros como niña pequeña.

— Todo lo que tu corazón anhele lo tendrás a tus pies — dejó un beso casto en mi mejilla —. Hablo enserio Larisse, te quiero conmigo.

— Lo haré, me iré contigo — la puerta se abrió de improviso.

— Tú no pierdes tiempo hijo — Bertineli entró interrumpiéndonos —. Linda chica, tal vez quieras bailar un poco para mí.

Samael se puso tenso debajo de mí, me miró y me apartó de su regazo.

— No es lo que piensas Alexander, muestra respeto — gruñó.

— Bueno, siempre que vengo hay una chica diferente, debí suponerlo — se rió —. Una disculpa señorita.

— No hay problema — dije incómoda —, mejor me voy, alistare mis cosas ¿De acuerdo?

— No, aguarda aquí, supongo que a mi viejo amigo no le molestará caminar.

Besó mi frente y obligó Bertineli a salir de la oficina.

Siento desilusión con todas mis fuerzas creo que es inocente, pero las pruebas y hechos apuntan todo lo contrario.

Me dejó sola en la oficina, y ahora tengo tiempo suficiente para esconder ambos micrófonos.

— El escritorio es muy obvio — pensé.

Tengo tantos lugares donde puedo esconderlos, pero no pienso con claridad.

Mi primera opción fue debajo de su silla, y la otra fue en una maseta.

— Listo — volví a tomar asiento y lo esperé.

Tengo frente a mi todo lo que podría llevarlo a prisión, pero no quiero revisar nada.

Prefiero pensar en lo feliz que me hace éste supuesto criminal.

O solo estoy confundida, realmente ya no lo sé.

El Mayor (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora