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— ¿Estas lista? — Mitchel abrió la puerta y me dejó entrar Primero.

Y por supuesto que no estoy lista, no me había sentido tan nerviosa desde que presenté mi examen a la academia.

— Sí, lo estoy — mentí y me adentré en la pequeña habitación de cuatro paredes, en cuanto lo hice levantó su mirada y nuestros ojos se encontraron una vez más.

— ¿Larisse?

— Hola Caleb — sonreí al notar que sí pudo reconocerme a pesar de los años, se levantó de su asiento y me abrazó.

— Pequeña rubia, sabía que algún día nos volveríamos a ver — me apretó contra su cuerpo y todos esos recuerdos de nuestra adolescencia volvieron como un torbellino, me sentí feliz que algunas lágrimas resbalaron por mi mejilla —. No llores, no debemos llorar ¿Recuerdas? — limpió mis mejillas con sus pulgares.

— Lo siento, pero estoy feliz de verte otra vez.

— Yo también lo estoy nena — así solía decirme — ¿También te trajeron por las multas de tránsito sin pagar?

— Necesito hablar contigo — me separé de sus brazos y le indiqué que se sentara. Mitchel entró y me dió un folder con toda su información.

— ¿Podrían dejarnos solos? — Mitchel asintió y cerró la puerta en cuanto salió.

— ¿Qué está pasando? — ignoré su pregunta y abrí el folder.

— Caín Abdel Caldwell, ese es tu nombre —. Lo miré y sus labios se tensaron, dejó salir el aire contenido en sus pulmones.

— Ya decía que fue mucho show por unas simples multas ¿Cómo te enteraste, trabajas con ellos?

— Si Caín — hice un esfuerzo por pronunciar su nombre — .Soy un agente federal y no estas aquí por tus multas sin pagar. Estas aquí porqué quiero hablar contigo.

— Te escucho nena — se recargó sobre el respaldo de la silla.

— ¿Por qué me mentiste? — no pude evitar preguntar.

— Es una larga historia Larisse.

— Quiero escucharla.

— Cuando era pequeño mi casa siempre fue un infierno, mi padre siempre golpeaba a mi madre, y me tocó vivirlo — señaló el mismo folder —, pero debo suponer que ya sabes todo sobre mi. Y lo único que te puedo decir es que cambié mi vida por protección, mi madre temía por nuestra vida por eso me cambió el nombre y usamos su apellido de soltera, por eso nos creamos una vida. Fue hasta el día que el bastardo de mi padre murió, entonces estuvimos en paz. Mentimos por seguridad.

— Lo entiendo, muchos dicen que tu padre era el sujeto más despreciable de la tierra.

— Ahora que lo sabes ¿Qué hago aquí nena?

— Escucha, hace unas semanas me ofrecieron un caso, tenía que infiltrarme para sacar información de un hombre — me miraba y tuve que controlar mis nervios —. Estoy investigando a tu hermano mayor, Samael.

— ¿Espera, dijiste Samael? — Se removió de su asiento con brusquedad — ¿Estas investigando a Samael?

— Si Caín, lo estoy investigando.

— No puedo creerlo — bufó molesto —, se la ha pasado hablando de una rubia que conoció, debo suponer que eres tú, debo admitir que es bueno — dijo entre comillas —, no creo que sea un criminal y mucho menos merece que lo estés engañando Larisse. Tienes que decirle la verdad.

— Si no es un criminal no le veo lo malo seguir investigando, solo para asegurarme — traté de calmarlo, ahora caminaba desesperado por toda la habitación.

— ¿Cuáles son sus supuestos crímenes?

— Lavado de dinero, posible tráfico de drogas e homicidio — su mandíbula se tensó al igual que su cuerpo.

— Larisse prometí cuidarte y amarte por el resto de mi vida y créeme que esa promesa sigue en pie, pero no puedo dejar que destruyas mi familia solo por suposiciones.

— Eso lo se Caín, pero es mi trabajo.

— No puedo dejar que destruyas a mi familia, acabo de recuperarla — se acercó a mí y sujetó mis manos entre las suyas.

— Debo hacerlo, si no hay nada malo no deben de temer. Solo no les digas nada hasta que descubra la verdad.

Lo está pensando y me pongo en su lugar, no debe ser fácil aceptar que seguiré en sus vidas con tal de meterlos en prisión.

— Un mes, solo un mes Larisse, pasado ese tiempo tendrás que decirle la verdad a mi hermano. ¿Lo prometes?

— Lo prometo, confío en que no dirás nada Caín, estoy poniendo mi vida en tus manos.

— Te lo dije cuando éramos adolescentes, siempre cuidaré de ti —. Soltó mis manos y volvió a rodearme con sus brazos y pude estar tranquila, confío en que no dirá nada — ¿Ya puedo irme?

— Sí, ya puedes irte.

— Para eso necesito que me sueltes — dijo riendo.

— Lo siento, es solo que me hace feliz verte.

— A mí también nena, ahora debo irme, creo que te llamará para que vayas a cenar.

— Ahí estaré.

— Tú y yo tenemos mucho de que platicar — advirtió —, quiero que me cuentes todo.

— Lo haré, lo prometo — la puerta se abrió y le dejaron ir.

— ¿Confías en él? — preguntó Alenna después de que un par de agentes lo llevaron a la salida.

— Si, por supuesto, es mi mejor amigo.

— Larisse eso fue hace años, ambos crecieron, no puedes tener un mejor amigo después de tanto tiempo sin verlo.

Un punto para ella, Caleb o Caín perdimos contacto, ambos cambiamos, pero aún siento esa enorme confianza. Sé que no me delatará.

Eso espero

— Confió en él Alenna, no necesito decir más — me levanté de la silla y un mareo me atravesó.

— ¿Estas bien? — a tiempo me sujetó para no caer y me obligó a sentarme de nuevo.

— Solo un mareo, estoy bien.

— Estás pálida, eso no es estar bien, ven vamos arriba, aún hay trabajo por hacer.

Me sujetó del brazo y me ayudó a caminar, mareos, dolor de cabeza y un montón de papeleo es una mala combinación.

Una hora después Alenna regresó con un par de emparedados de la máquina expendedora.

— ¡Hawk! — gritó Mitchel desde su oficina.

— ¿Si?

— ¿Estas ocupada? — negué.

— No, ya terminé el papeleo, ¿Necesitas algo?

—Wood te necesita para un caso, te esperan en la sala de conferencias — me bebí el último sorbo de agua y me puse de pie.

— Que no te corten la garganta — Alenna se burló.

— Eres todo un encanto querida amiga.

— Eso lo sé, ve con cuidado nos vemos luego. Por cierto... — se puso de pie y susurró en mi oído —. Mitchel mando seguir a tu amigo, por seguridad.

— Gracias por avisar — besé su mejilla —, nos vemos luego.

Salí de aquel tranquilo piso para ir con Adam. Desde mi accidente no los he vuelto a ver.

— Hola Hawk, me da gusto verte — saludó Adam en cuanto entré.

— ¿Cuál es el caso? — tomé mi lugar frente a la gran mesa de cristal.

El Mayor (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora