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Dejé de llorar ya que me siento un poco mejor, pero detesto que me haya visto tan vulnerable, sin embargo mi mentira lo atrapó y ahora estoy en su casa donde puedo encontrar mucha información en su contra.

— Dame su nombre, me encargaré de que tenga una buena estadía en prisión — insistió al menos unas tres veces antes de resignarse.

— No es necesario estoy segura que no va a salir de prisión. Voy a estar bien — aseguré pero las lágrimas comenzaron a salir nuevamente.

— Puedo prepar algo para ti. Algo que suba tus ánimos pequeña rubia — sus largos dedos atraparon un par de ellas antes de que pudieran llegar a mis mejillas.

— No, estoy bien.

— Insisto — se puso de pie y camino hasta la cocina que está a nuestras espaldas. Me puse de pie siguiéndole.

— ¿Sabes cocinar? — pregunté curiosa mientras tomaba asiento en el taburete.

— No — respondió de inmediato —, pero puedo intentarlo, no puede ser tan difícil.

— De hecho no lo es.

Por un segundo pude sentirme alguien normal y tener una conversación que no involucraron las palabras; arresto, drogas, operativo, RYAN. Samael parece una buena compañía, además de ser bastante educado. Solo tal vez disfrute estar lejos de todo, después buscaré algo para encerrarlo, ahora quiero olvidar que estoy infiltrada en su casa, en su vida y que tengo un novio infiel.

— Lo haré, tú puedes ver la televisión.

— Prefiero verte cocinar.

Los muebles están empotrados a la pared, apenas toca las pequeñas puertas y se abren dejando ver el interior con utensilios y despensa. Toma las cosas con demasiada facilidad a pesar de la altura en la que se encuentran, no pude evitar reírme.

— ¿Qué ocurre?

— Yo tengo que subirme en una silla para poder alcanzar eso — reí.

— Saqué la altura de mi padre, de hecho me parezco demasiado a él. La única diferencia es que yo sí soy un caballero.

— Lo olvidé el murió, lo siento — sus ojos se clavaron en mí.

¡Mierda!

— ¿Cómo sabes eso? — preguntó mirando dentro de la nevera.

Mi voz interna hablaba por mí.

Lo sé porqué leí tu expediente, y te encerraré en prisión.

— Una de las chicas en el club me lo dijo.

— Esas chicas suelen ser bastante entrometidas ¿No crees?

— Lo son, sin duda.

Sacó todos los ingredientes para preparar lasaña, casi parecía un experto en la cocina.

— Es lo único que se cocinar — advirtió con gracia — y siempre hay algo que queda mal ¿Te arriesgas o pedimos algo?

— Creo que me arriesgaré. Te ayudaré un poco, no hay que desperdiciar.

— ¿Dónde están tus sartenes?

— Arriba — Rodé los ojos, por fortuna no pudo ver mis gestos, me puse de puntitas y me estiré lo más que pude, apenas si pude abrir un gabinete.

— Yo te ayudo con eso — se colocó detrás de mí y con facilidad lo tomó.

Piqué un poco de cebolla logrando que mis ojos ardieran, sobre el sartén caliente puse un poco de aceite dejando que los trozos de cebolla comenzarán a dorarse un poco, el olor que desprende hace que mi apetito crezca, después puse la carne hasta que todo quedó integrado. Samael vertió la salsa de tomate que compró en el supermercado, un poco de sal y pimienta, queso y listo. Sobre un refractario de cristal comenzamos a colocar una capa de pasta y otra de la carne así hasta terminar poniendo queso en la cubierta.

El Mayor (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora