PRÓLOGO

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           —Rose, ya es la hora.

Una joven de negros cabellos miró al encapuchado que se asomaba por la puerta de su habitación, fijando sus ojos color ámbar sobre los de él.

La chica asintió con lentitud a la par que se levantaba, dirigiéndose hacia la puerta.

—No lo olvides —empezó a decir el encapuchado cuando Rose pasó a su lado—. Tu misión es traerlos a ambos aquí con vida. Aunque eso signifique tu muerte.

—Lo sé —respondió ella—. No tienes de qué preocuparte, Guardián. No dejaré que le pase nada.

—A ambos, Rose —resaltó el Guardián, mirándola con severidad. Esta lo miró de reojo mientras empezaba a seguir su camino hacia la salida de la cabaña.

—Guardián —. Rose escuchó la voz de un joven a su espalda y no pudo evitar darse media vuelta para contemplar al chico de revoltosos cabellos, de un color tan claro como el sol, arrodillado frente al Guardián. Tenía unas pronunciadas ojeras y un rostro pálido, enfermo, como si estuviera luchando por mantenerse con vida.

—¿Qué ocurre, Nael? —inquirió el Guardián, haciéndole un gesto para que se levantara.

—Tenemos un problema —afirmó Nael, dirigiendo la mirada hacia Rose por encima de su hombro. Esta apartó la mirada, sintiendo cómo su corazón se partía cada vez que veía cómo el brillo de sus ojos se iba muriendo día tras día.

Rose puso la mano sobre su pecho al notar cómo una fuerza invisible lo oprimía y, para evitar sentir esa desazón más tiempo, siguió su camino para salir de esa cabaña y cumplir su misión, ignorando las voces que escuchaba a su espalda.

El futuro de los renegados estaba en sus manos.

Cielo Nocturno - Parte II: Alma de AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora