CAPÍTULO II: Sufrimiento innecesario

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              Un edificio de cuatro plantas se alzaba justo frente a ellos. Dos farolas iluminaban débilmente el portal y las paredes de color suave, con grandes ventanales repartidos a lo largo del muro, todos ellos cerrados y con las persianas ocultando el interior de las casas.

Ambos llevaban la capa negra y la máscara característica de la Organización y, mientras la de Alec, blanca, sobresalía en la oscuridad de la noche, la de Kate, negra, se camuflaba en la penumbra. Esta sentía como si estuviera dentro de otro cuerpo, no siendo capaz de reconocerse a sí misma con esa máscara cubriendo su rostro.

Kate dirigió una mirada hacia Alec, sintiendo un escalofrío al mirar la máscara que tantas veces había dominado sus pesadillas. Cerró los ojos y respiró profundamente para controlar el miedo: «Es Alec», se dijo a sí misma tratando de tranquilizarse.

Alec levantó el brazo y señaló hacia el callejón que se abría entre dos edificios, dirigiéndose después hacia él con Kate pisándole los talones. Se detuvo de golpe y miró hacia la pared, alzando la vista hacia las escaleras de incendios que tenían sobre ellos. Aunque no muy elevadas, debían escalar cinco metros de muro para lograr llegar hasta ellas, pues solo podían desplegarse si salías del edificio.

—¿Tenemos que escalar? —preguntó Kate, indecisa. Alec no respondió, simplemente empezó a trepar, a lo que esta reaccionó suspirando y siguiéndole. Intentó agarrarse a los mismos sitios a los que se agarraba él, seguir exactamente el mismo camino. Pero justo cuando agarró la barandilla de la escalera, resbaló. No esperaba que estuviera tan mojada.

Kate cerró los ojos con fuerza, consciente de que el golpe contra el suelo de cemento iba a doler, hasta que sintió una mano que la agarraba con fuerza de la muñeca y abrió los ojos, sorprendiéndose al ver a Alec ayudándola a sujetarse de la barra.

—Gracias... —murmuró. Pero él ya se había dado media vuelta, observando la ventana cerrada que tenía frente a él. Cuando Kate llegó a su lado, lo observó realizar un par de movimientos con algo entre sus manos y, tras escuchar el sonido de un clic, Alec abrió la ventana. Se giró hacia Kate antes de entrar para indicarle que hiciera silencio. Esta asintió a la par que tragaba saliva y lo seguía hacia el interior de aquella casa.

Cuando miró a su alrededor se encontró en una amplia habitación donde solo logró ver diversos juguetes revoloteando por el suelo, al lado de una gran caja de madera, y una cama al fondo de la habitación. Alec caminó con decisión y tranquilidad, cuidando el sonido de sus pasos y acercándose a la puerta, girando el pomo con cautela.

«¿Cómo sabe a dónde ir?», pensó Kate.

—Yo ya estuve aquí una vez, ¿recuerdas? —susurró Alec en respuesta. Kate se sorprendió y fue entonces cuando se percató de quién era el dueño de la habitación en la que se encontraban: el hijo pequeño del inspector Wrater.

Salieron entonces al pasillo y, sin tiempo de pararse a observar sus alrededores, Alec agarró la mano de Kate para guiarla en la oscuridad hacia la habitación de la derecha. Allí abrió la puerta con sumo cuidado y entró en la habitación de la persona que se suponía Kate debía matar. Esta sintió cómo el corazón le estallaba en el pecho y cómo sus manos temblaban con energía, asustadas de tener que sostener el arma que guardaba en su costado. Entonces fue cuando vieron la luz proveniente del piso de abajo y escucharon los pasos de alguien que subía las escaleras bostezando. Kate sintió cómo el miedo se apoderaba de su cuerpo, mientras que Alec reaccionó rápidamente y se ocultó tras la puerta de la habitación, agarrando a Kate y aprisionándola contra la pared, poniendo un dedo sobre sus labios.

Cielo Nocturno - Parte II: Alma de AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora