CAPÍTULO VII: Vive por siempre

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                  Alec abrió los ojos lentamente al sentir el cálido roce de una mano acariciando su mejilla. Se sorprendió al encontrarse a Kate justo delante de él, mirándolo fijamente a los ojos con una expresión tranquilizadora, sonriendo con ternura. Se acercó a él hasta que sus labios estuvieron a escasos centímetros, sintiendo su respiración acelerada y la calidez de su aliento entrar en su boca.

—Te juro, Alec... —susurró Kate—. Que esta es la última oportunidad que te doy —dijo al mismo tiempo que juntaba los labios con los de él, cerrando los ojos y dejándose llevar. Alec la imitó, sintiendo el palpitar del corazón de ella sobre su pecho, respirando cada partícula de su esencia que tanto había echado de menos.

Ese particular olor que ella desprendía del que ni siquiera era consciente.

—Te quiero... —dijo Kate apartándose sutilmente de él y mirándolo fijamente a los ojos, sintiendo cómo sus mejillas se ruborizaban a la par que su corazón se aceleraba, acariciando con dulzura el cabello de Alec. Este la miró fijamente y no pudo evitar acercarse a ella para besarla de nuevo, poniendo la mano en su cintura y recorriendo su estómago con los dedos.

Entonces se puso sobre ella, sujetando sus muñecas con una mano mientras seguía acariciando sus costillas con la otra. Se acercó a su oído y la besó tiernamente en la mejilla.

—Siento haber sido un capullo, Kate... —susurró a la par que bajaba por su cuello, obligándola a fruncir los labios mientras trataba de liberarse de su prisión.

—Ya no importa... —respondió ella, mirándolo con unos ojos fervientes de deseo—. La vida es corta, no quiero estar más tiempo lejos de ti...

Alec se apartó un segundo de ella y la miró directamente a los ojos para cerciorarse de que las palabras que escuchaba eran ciertas. Sus ojos brillaban intensamente.

Alec soltó entonces sus muñecas y sonrió, besando su cuello mientras acariciaba su mejilla. Kate enterró la mano en su espalda, sintiendo cada una de sus vértebras entre sus dedos.

—¿Estás segura? —preguntó Alec mientras volvía a mirarla a los ojos. Kate asintió con una sonrisa, hundiendo su mano en su cabello para acercarlo a ella y besarlo.

—Sí... —susurró, bajando entonces las manos hasta su cintura y quitándole la camiseta. Alec se dispuso a quitarle la suya.

Sus manos sujetaban los bordes de la camiseta cuando se dio cuenta de la realidad: no sentía dolor. No tenía heridas. No había vendajes, ni sangre, ni rastros de todas las heridas que Kevin le había causado. Se quedó mirando a Kate fijamente.

—¿A qué esperas, Alec? —preguntó ella, colocando las manos sobre las suyas para ayudarle a quitarle la camiseta. Pero Alec la detuvo, mirándola fijamente con una expresión llena de dolor y sufrimiento, como si le hubieran atravesado el corazón con millones de pequeños alfileres imperceptibles para el ojo humano.

—No es más que un sueño... —murmuró con incredulidad. Sabía que tenía razón. Kate jamás se hubiera comportado así. Ella no le habría perdonado sin haberle dado una explicación antes—. Te quiero demasiado como para seguir construyendo este sueño... Prefiero despertar —dijo en voz baja, levantándose y cerrando los ojos con fuerza.

Deseaba demasiado volver a esa cama, volver a tocarla, volver a sentir el roce de su piel, su olor. Pero nada de eso era real. No era más que fruto de su imaginación. Podía parecerse, de eso no había duda, pero jamás serían la misma persona.

Fue entonces cuando se giró para observar a la Kate sentada en la cama, con las manos apoyadas para mantener el equilibrio y las piernas colocadas de mala manera, incapaz de entender por qué Alec se había levantado, mirándolo fijamente a los ojos con esperanza de que volviera. Este volvió a cerrar los ojos, consciente de que, si la veía durante tan solo un segundo más, no podría alejarse. Sintió cómo la luz de la habitación en la que se encontraba golpeaba sus ojos.

Cielo Nocturno - Parte II: Alma de AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora