CAPÍTULO VI: Ideas descabelladas

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                         Cuando Kate logró asimilar la avalancha de recuerdos, volvió a dirigir la mirada hacia el collar de Alec, siendo consciente por primera vez de lo que significaba: el único recuerdo que tenían de su pasado juntos. Por fin sabía quién era ella, quién era Alec y, lo más importante, quién era Eleazar. Alzó entonces la vista y la dirigió hacia los turbados y compungidos ojos de Alec.

—¿Alec...? —murmuró, acercando la mano a su mejilla con lentitud, con temor a su reacción, pues estaba segura de que él también había visto todos esos recuerdos.

—Estoy bien —respondió él, incorporándose. Apartó entonces la mirada, rechazando la mano de Kate, quien lo obligó a volver a tumbarse.

—Alec, mírame —dijo ella con preocupación. Acercó ambas manos al rostro de él, moviendo su cabeza para poder mirarlo a los ojos. Se sorprendió al verlo con los ojos humedecidos, forzándose a retener las lágrimas. Entonces se acercó a él y lo abrazó con energía—. Está bien, Alec. Puedes desahogarte, ¿vale? Estoy aquí contigo, no voy a irme a ningún lado.

Alec asintió lentamente mientras le devolvía el abrazo y enterraba la cabeza en su hombro, dejando a las lágrimas salir por primera vez en mucho tiempo. Ya ni era capaz de recordar la última vez que había llorado así. Kate sintió cómo su corazón se partía en dos al verlo sufrir de esa forma, escuchando sus sollozos y sintiendo sus lágrimas en su cuello.

Alec respiró profundamente y la miró fijamente.

—Gracias... —murmuró, apartándose de ella. Después se pasó la mano por los ojos, borrando el rastro de las lágrimas y apartando la mirada, avergonzado. Kate sonrió ante su reacción, acercando los dedos a su mejilla y acariciándola con ternura, negando levemente con la cabeza.

—No tienes que agradecérmelo —comentó con otra sonrisa—. Todo este tiempo buscando a Eleazar y resulta que lo tenía delante de mí... Ahora entiendo por qué no viniste a buscarme, ni siquiera te acordabas de mí.

—Me acordaba de ti —rechistó Alec rápidamente—. Tú eres la que no se acordaba de mí —añadió, golpeando suavemente a Kate en la frente. Esta le sacó la lengua.

—Es como si ahora todo cobrara sentido... La canción que mi padre le enseñó a Eleazar; tú y yo en el lago; tú recuperando tus recuerdos en mi cumpleaños... Siempre has sido tú, siempre buscándote a ti sin saberlo.

Entonces fue cuando Kate lo miró con preocupación, recordando las palabras de su alma. "Uno de los dos debe morir y tú no podrás hacer nada por impedirlo". Pero si Alec y Eleazar eran la misma persona, ¿eso quería decir que Alec moriría? ¿Cómo podía morir uno de ellos sin morir el otro?

—Al menos ahora lo has recordado todo, ¿no? —Alec interrumpió el hilo de sus pensamientos. Kate asintió lentamente, todavía con aquellas palabras ocupando su mente.

—¿Tú no? —preguntó ella. Alec negó con la cabeza.

—Solo lo he visto en tus recuerdos, nada propio, es como... Si esos recuerdos estuvieran bloqueados —respondió él, suspirando—. ¿Qué pasó al final? ¿Cómo escapaste de allí?

—Recuerdo a Brunilda en shock, como si tu muerte la hubiera destrozado... Rose apareció entonces, se aprovechó de la situación y la dejó inconsciente. Después despertó a Ezequiel. Él fue a buscarte y Rose me llevó con ella a un sitio seguro —explicó Kate—. Y tras tu muerte y la de tus padres perdí la memoria...

Kate se levantó de golpe de la cama y se acercó a su mochila, recordando las palabras de la anciana: "Esto le protegerá". Debía dárselo a Eleazar cuando lo encontrara y ahora lo tenía delante de ella. Abrió el bolsillo exterior y sacó una pequeña bolsa azulada de él.

Cielo Nocturno - Parte II: Alma de AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora