Capítulo 5: Decisiones

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—¿Eh?—sus ojos lenta y pesadamente se fueron abriendo. Tenía un fuerte dolor de cabeza, su pecho le dolía un poco y sentía un agotamiento considerable. Dirigió su mirada al reloj que estaba colgado en la pared—. Cinco treinta y uno—pensó.

Fue en ese momento en el que se percató del cuerpo que lo abrazaba protectoramente. Un tenue sonrojo apareció en sus mejillas al verlo dormido a su lado. ¿Acaso había pasado la noche abrazándolo? Y si era así, ¿por qué lo hizo?

Sintió su cuerpo cálido, realmente era reconfortante estar a su lado. Sin embargo, en sus adentros sintió que estaba mal dormir con él. Si eso creía, ¿por qué no quería hacer nada para alejarlo? Era demasiado agradable dormir entre sus brazos, le brindaba una calidez única.

Comenzó a observar detalladamente su rostro. Tenía unas ojeras algo notorias, como si no durmiera bien en semanas; su piel era demasiado pálida, tanto que no parecía su color natural de piel; y esos labios... se veían temblorosos y acallando gemidos de dolor.

Dirigió su mirada a sus ojos, seguían cerrados, estaba dormido aún, eso lo suponía porque se veía relajado y sus músculos no estaban para nada tensos. Volvió a ver esos labios, tan carnosos y suaves a la vista a pesar de su estado tan dolido. Alternó su mirada entre sus ojos y sus labios, seguía dormido, entonces ¿por qué estaba tan nervioso si no iba a hacer nada malo?

Cayó en cuenta en que sí era algo malo lo que quería hacer, pero no podía evitar sentir esos deseos de probar esos labios dulces que tenía en frente. Lentamente y sin moverse mucho, inclinó su cabeza hacia adelante y, mientras cerraba sus ojos, unió sus labios con los de él, en un simple contacto.

Se asustó al sentir una mano moverse rápidamente hacia su nuca y otra hacia su cintura, evitando que se separara. Abrió sus ojos y pudo ver que se trataba de aquel pelinegro de cabellera alborotada.

—¿Acaso no estaba dormido?—pensó. El mayor logró moverlo, a modo de que Gotenks quedara encima de él, aún sin separarse.

Goku comenzó a mover lentamente sus labios, en un compás simple, nada apresurado ni apasionado, más bien tierno y dulce, el cual, a los pocos segundos, fue correspondido por el menor, quien se dejó llevar. Cerró sus ojos y unas cuantas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, éstas fueron sentidas por el de cabellera en punta, por lo que abrió sus ojos y observó su llanto.

—¿Qué sucede?—preguntó separándose levemente. El pelinegro abrió los ojos.

—Nada, realmente—sonrió de medio lado y lo atrajo, acostándolo sobre su pecho.

—Lamento lo del beso, no quería...—se sonrojó completamente y apretó con fuerza las sábanas—. Es sólo que creo que... me gustas—susurró.

—Veg... Gotenks—corrigió—, ¿cómo te sientes contigo mismo?—preguntó.

Esa pregunta era demasiado rara, lo desconcertó completamente.

—¿A qué te refieres?

—A que...—dudó un poco. Si bien recordaba, Vegeta tenía un odio hacia su persona, pero no podía decirle directamente eso, por lo que decidió buscar otra alternativa que disimulara sus intenciones—, verás, anoche mientras dormías llorabas mucho... creí... que tal vez te sentías mal por algo...

—Oh, eso...—se quedó callado unos segundos y después levantó la mirada, topándose con ese par de orbes negros que lo miraban con preocupación—. Suelo tener pesadillas muy raras, cuando despierto no recuerdo mucho, pero realmente son algo recurrentes y extrañas... no sé cómo describirlas...

Mi dulce ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora