Capítulo 10: Reflexiones, engaños, secretos ¿y más peleas?

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El primero en despertar fue el menor. Realmente le cayó bien aquella siesta luego del extenuante ejercicio que realizaron, además de ese otro ejercicio que hizo con Goku. De tan sólo recordar ese acercamiento sus mejillas se enrojecieron, de nuevo la vergüenza lo invadía.

Se separó con cuidado para no despertarlo, y fue a tomar otra ducha para quitar aquel líquido viscoso que seguía húmedo en su ropa interior. Al salir vio que el mayor sonreía aun con sus ojos cerrados, se acercó y depositó un beso en sus labios.

—Tenías razón, se siente mejor levantarse después de un beso—abrió los ojos y se sentó.

—Ya es algo tarde, son las nueve treinta—avisó—. ¿Vamos a cenar?

—¿Y tu fiesta a qué hora inicia?—talló su ojo y bostezó.

—A las diez. Pero quiero pasar tiempo contigo antes de irme.

—Por favor, no te preocupes por mí, sólo serán unas horas—le sonrió y se acercó a la mesita de noche, sacó del cajón una bolsa de papel—. Comamos unos postres y después te acompaño a la fiesta.

—¿Postres?—inmediatamente su mirada se iluminó.

—Tartaletas de chocolate—le extendió la bolsa y el menor la tomó—. Me ducharé, sólo tardaré cinco minutos.

El más bajo asintió. Pero cuando el mayor se adentró al cuarto de baño, salió de la habitación y cerró. Comenzó a caminar a su destino, llegó rápidamente puesto que era en ese mismo piso. Tocó la puerta y el castaño salió.

—¿Tienes de casualidad algunos bocadillos?—preguntó con una sonrisa.

—Hasta ahora se ve que has tenido buen día—mencionó adentrándose, el menor lo siguió—. Tengo chocolates y papas fritas—abrió un cajón y sacó dos bolsas grandes que seguían cerradas.

—¿No los has abierto?

—No, no me gusta realmente. Si quieres, llévatelo—con algo de duda, los aceptó.

—Gracias.

Hablaron unos minutos y después se despidió. Regresó a la habitación justo en el momento en que Goku terminó de alistarse. Se sentaron en el suelo y comenzaron a comer aquellos postres de chocolate con un poco de glaseado a base de queso crema y jarabe de chocolate.

—Me gustaría que me acompañaras esta noche—tomó una papa frita y se la llevó a la boca—. Sólo conozco a pocas personas aquí, y tú eres con quien mejor me siento.

—Lo sé, pero no quiero arruinar tu noche. Sólo serán unas horas, y si te aburres puedo ir a buscarte—posó su mano en su hombro—. Yo estaré bien, no te preocupes. Y tú harás más amigos, estoy seguro de que les agradarás.

—De acuerdo—bajó la mirada y después la levantó con una sonrisa—. ¿Me ayudas a escoger ropa?

—Claro, aunque no sé si sirva de algo. Es decir, estamos hablando de que será en una habitación, ¿qué tanto se puede hacer en una?—abrió la cajonera del menor y sacó ropa suya, empezó a verla y sonrió al ver un pantalón de mezclilla y una playera blanca de manga corta, además había una chaqueta negra de tela sintética—. Te verás bien con esto.

El menor asintió y se quitó lo que llevaba puesto, para vestirse con lo recomendando. El mayor sonrió al verlo, era alguien muy apuesto y aquel conjunto le daba un estilo clásico del chico adolescente de los 80s. Y aquellos tenis blancos hacían juego con todo a pesar de que eran deportivos.

Mi dulce ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora