Jardín de Bambú

9: El Cambio de Imagen

—¿Puedo hacer algo por ti? —Donghae me preguntó un día de la nada.

Levanté la vista de mi computadora portátil y me puse las gafas de lectura en la nariz. —Puedes hacerme un sándwich.

Me lanzó una mirada fulminante. —No es eso. Quiero darte un cambio de imagen.

—¿Por qué? ¿No crees que soy lindo? —hice una pose en mi asiento e incluso para mi ojo inexperto, estoy seguro de que era ridículo.

—Umm... ¿Quieres la verdad?

—¡Eso es malo! ¿Qué implicaría este cambio de imagen?

—Sólo un corte de pelo y un atuendo.

—¿Como un arreglo?

—Algo así, sí. Tal vez algunos puntos destacados.

—¿Destacado? ¿No eso algo homosexual? ¿Incluso para mí?

—No, me aseguraré de que te veas bien. Confía en mí.

—¿Por qué siento que me voy a arrepentir de esto? —guardé mi trabajo y apagué mi computadora. Necesitaba un descanso del trabajo de todos modos—. ¿Va a tomar mucho tiempo?

—Depende de si cooperas o no. Si haces todo lo que te digo, regresarás en poco tiempo.

—Está bien, pero si termino viéndome raro voy a romper tu otro brazo —fui a mi habitación para agarrar mi billetera y teléfono. Cuando volví a salir, Donghae ya tenía puestos los zapatos y estaba esperando junto a la puerta—. Hay un barbero justo al final de la calle.

—No vas a ir al barbero del vecindario como a un abuelo. Vas a ir con mi estilista para un verdadero corte de cabello.

—Un arreglo—lo corregí.

—A eso me refería.

Le fruncí el ceño cuando paró un taxi. —Lo digo en serio.

—Lo sé. Deja de hacer pucheros. También tengo que ser visto en público contigo, así que voy a hacer que te veas bien.

—Quieres decir que me vea mejor, ¿verdad?

—La misma cosa.

—¡No, no lo es! ¡Estás diciendo que soy feo en este momento!

—No eres feo... —pasó sus dedos por mi oscuro y desordenado cabello y trató de peinarlo, pero falló estrepitosamente—. Simplemente no tan bueno como podrías ser.

—Oh, Dios mío, solo deja de hablarme. No puedo creer que pienses que soy feo. Eres un amigo de mierda muy malo.

—Si fuera un amigo de mierda, te dejaría caminar con el cabello feo, pero soy un buen amigo, así que te llevo a arreglarlo.

—Así que admites que tengo el cabello feo.

—¿Te callas? Estamos aquí.

El taxi se detuvo en un elegante salón en Cheongdamdong y Donghae me llevó adentro. Había un pequeño ejército de estilistas y manicuristas que atendían a todo tipo de clientes. Aunque el salón parecía exclusivo desde el exterior, no parecía haber ninguna discriminación cuando se trataba de la clientela interna, lo que me hizo sentir un poco más cómodo. Seguí a mi compañero de cuarto hacia un hombre alto que trabajaba en un puesto espacioso cerca del fondo.

—¡Hola Zhou-Mi!

—¡Donghae! ¿Qué le pasó a tu brazo?

—Fui atacado por una pequeña tribu de motociclistas nómadas pigmeos, pero no te preocupes, les mostré quién era el jefe.